El gran misterio de Navidad se celebra cuando en el hemisferio norte es el solsticio de invierno, es decir, el día de la noche más larga, más oscura. Algo muy importante tiene que haber ocurrido para que se vea la realidad al revés de cómo parece ser. La celebración del 24 de diciembre en la noche y del 25 nos pone ante una realidad impactante: Dios ha querido hacerse hombre y ha querido habitar entre nosotros. Se hizo carne y nació humildemente, tanto, que su primera morada fue un comedero para los animales del campo. Tanto, que casi nadie se percató de su nacimiento, sólo unos pastores que estaban cerca. Estos duros hombres de campo no eran bien vistos por los habitantes de la ciudad. Eran de duro trato, a veces peleadores, de poca educación. Pero ellos fueron los primeros en ser convocados como testigos del acontecimiento.
¿Por qué es importante la Navidad? Porque Dios quiso hacerse hombre y quiso habitar entre nosotros, con nosotros. Y prefirió la humildad del nacimiento, la pobreza como hermana, a los pecadores como vecinos y amigos. Dios era el único que podía hacer que la tiniebla fuera luz, pues ese fue el primer acto creador: Él separó la luz de las tinieblas. Y vino como luz de este mundo hecho tinieblas por el pecado y la maldad humanas. Desde que Dios se quiso hacer humano toda nuestra humanidad se hizo divina. Nuestra naturaleza reclama eternidad (“un abismo llama a otro abismo”, dice un Salmo) y se siente permanentemente insatisfecha ante lo efímero de los logros y lo profundo del deseo. Como decíamos, aún más en este tiempo, el deseo de felicidad parece una amarga ilusión, ajena a la humanidad. No dejemos que lo inmediato desdibuje lo eterno. Agucemos la mirada. Veamos con claridad qué celebramos en Navidad.
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Respuesta:
Si
Explicación:
porque hay que protegernos por el COVID 19 , y también para no hacer aglomeración en las calles.
Respuesta:
El gran misterio de Navidad se celebra cuando en el hemisferio norte es el solsticio de invierno, es decir, el día de la noche más larga, más oscura. Algo muy importante tiene que haber ocurrido para que se vea la realidad al revés de cómo parece ser. La celebración del 24 de diciembre en la noche y del 25 nos pone ante una realidad impactante: Dios ha querido hacerse hombre y ha querido habitar entre nosotros. Se hizo carne y nació humildemente, tanto, que su primera morada fue un comedero para los animales del campo. Tanto, que casi nadie se percató de su nacimiento, sólo unos pastores que estaban cerca. Estos duros hombres de campo no eran bien vistos por los habitantes de la ciudad. Eran de duro trato, a veces peleadores, de poca educación. Pero ellos fueron los primeros en ser convocados como testigos del acontecimiento.
¿Por qué es importante la Navidad? Porque Dios quiso hacerse hombre y quiso habitar entre nosotros, con nosotros. Y prefirió la humildad del nacimiento, la pobreza como hermana, a los pecadores como vecinos y amigos. Dios era el único que podía hacer que la tiniebla fuera luz, pues ese fue el primer acto creador: Él separó la luz de las tinieblas. Y vino como luz de este mundo hecho tinieblas por el pecado y la maldad humanas. Desde que Dios se quiso hacer humano toda nuestra humanidad se hizo divina. Nuestra naturaleza reclama eternidad (“un abismo llama a otro abismo”, dice un Salmo) y se siente permanentemente insatisfecha ante lo efímero de los logros y lo profundo del deseo. Como decíamos, aún más en este tiempo, el deseo de felicidad parece una amarga ilusión, ajena a la humanidad. No dejemos que lo inmediato desdibuje lo eterno. Agucemos la mirada. Veamos con claridad qué celebramos en Navidad.