Durante las últimas décadas los movimientos sociales en América Latina se han convertido en actores políticos muy importantes. Buscan el cambio lejos de los actores políticos tradicionales, manteniendo su autonomía y priorizando como estrategia de acción colectiva la de la movilización masiva; o bien deciden acercarse a algunos actores políticos (tales como los partidos), participando dentro del sistema político por la vía institucional/electoral. El objetivo de este trabajo es precisamente hacer una reflexión sobre la relación entre los movimientos sociales y los partidos políticos en América Latina. Para tal efecto hacemos una revisión teórica y posteriormente tomamos varios ejemplos para ejemplificar los tipos de estrategias y relaciones que pueden darse entre éstos y los partidos políticos.
Es claro que ante el descrédito y la desconfianza que generan los partidos políticos, los movimientos sociales y sus organizaciones se han convertido en medios de expresión y canalización de demandas de ciertos grupos o sectores de la sociedad. Aunque los movimientos sociales sólo representan una parte de la sociedad civil, no se puede desconocer que éstos pueden ser generadores de nuevas identidades que den lugar a nuevas formas de representación política. Por su naturaleza, los modos de participación política no convencional o de protesta utilizados generalmente por los movimientos sociales son disruptivos del status quo y van en contra del modelo tradicional de intermediación de intereses de las democracias contemporáneas. En medio de la crisis de representación que caracteriza las democracias latinoamericanas y el desencanto de una opinión pública decepcionada por los actores políticos (principalmente los partidos), las expresiones desinstitucionalizadas de hacer política, que en ocasiones llegan a convertirse en propuestas "antipolíticas", se vuelven muy atractivas para los ciudadanos.
La cuestión clave consiste en saber si la presencia cada día mayor de los movimientos como actores políticos se debe considerar y tratar como un desafío a la vieja democracia representativa, o como una verdadera oportunidad para ventilar y consolidar los avances democráticos ya conseguidos a través de una nueva ola de democratización alternativa. El objetivo de este trabajo es precisamente hacer una reflexión sobre la relación entre los movimientos sociales y los partidos políticos en América Latina. En la primera parte del artículo expondré una revisión sobre la literatura que explica el surgimiento de los movimientos sociales en general, haciendo referencia en la parte final al caso latinoamericano. En la segunda parte expongo una visión teórica de la compleja relación entre partidos políticos y movimientos sociales. Sin pretender dar una explicación exhaustiva de los movimientos sociales que presento, sí los utilizo para mostrar cómo puede variar su relación con los partidos según su interés y oportunidades de influir de manera directa en el sistema político a través de la acción independiente, o bien influirlo de manera indirecta a través de los partidos.
Respuesta:
Corona plisss
Explicación:
Durante las últimas décadas los movimientos sociales en América Latina se han convertido en actores políticos muy importantes. Buscan el cambio lejos de los actores políticos tradicionales, manteniendo su autonomía y priorizando como estrategia de acción colectiva la de la movilización masiva; o bien deciden acercarse a algunos actores políticos (tales como los partidos), participando dentro del sistema político por la vía institucional/electoral. El objetivo de este trabajo es precisamente hacer una reflexión sobre la relación entre los movimientos sociales y los partidos políticos en América Latina. Para tal efecto hacemos una revisión teórica y posteriormente tomamos varios ejemplos para ejemplificar los tipos de estrategias y relaciones que pueden darse entre éstos y los partidos políticos.
Es claro que ante el descrédito y la desconfianza que generan los partidos políticos, los movimientos sociales y sus organizaciones se han convertido en medios de expresión y canalización de demandas de ciertos grupos o sectores de la sociedad. Aunque los movimientos sociales sólo representan una parte de la sociedad civil, no se puede desconocer que éstos pueden ser generadores de nuevas identidades que den lugar a nuevas formas de representación política. Por su naturaleza, los modos de participación política no convencional o de protesta utilizados generalmente por los movimientos sociales son disruptivos del status quo y van en contra del modelo tradicional de intermediación de intereses de las democracias contemporáneas. En medio de la crisis de representación que caracteriza las democracias latinoamericanas y el desencanto de una opinión pública decepcionada por los actores políticos (principalmente los partidos), las expresiones desinstitucionalizadas de hacer política, que en ocasiones llegan a convertirse en propuestas "antipolíticas", se vuelven muy atractivas para los ciudadanos.
La cuestión clave consiste en saber si la presencia cada día mayor de los movimientos como actores políticos se debe considerar y tratar como un desafío a la vieja democracia representativa, o como una verdadera oportunidad para ventilar y consolidar los avances democráticos ya conseguidos a través de una nueva ola de democratización alternativa. El objetivo de este trabajo es precisamente hacer una reflexión sobre la relación entre los movimientos sociales y los partidos políticos en América Latina. En la primera parte del artículo expondré una revisión sobre la literatura que explica el surgimiento de los movimientos sociales en general, haciendo referencia en la parte final al caso latinoamericano. En la segunda parte expongo una visión teórica de la compleja relación entre partidos políticos y movimientos sociales. Sin pretender dar una explicación exhaustiva de los movimientos sociales que presento, sí los utilizo para mostrar cómo puede variar su relación con los partidos según su interés y oportunidades de influir de manera directa en el sistema político a través de la acción independiente, o bien influirlo de manera indirecta a través de los partidos.