Selecciona todos los verbos en infinitivo, en este fragmento del cuento El ocaso de las hadas.
Entonces, al escuchar de nuevo sus palabras, el Príncipe vuelve a verla como antes: esbelta y delgada; de piel muy blanca como su cabello de lluvia y ojos tan negros y desbordados de secretos que prometían encerrar en sí el universo. Esperanza parecía no cejar nunca, alimentar una fe incendiaria, y para el Rey no representó un don especial, sobre todo en aquellos tiempos de guerra y congoja en los cuales nadie podía entenderse y el mundo andaba pensando en el mejor modo de agredir, sin razón alguna.
“Es un hada, un hada buena que nos han enviado de algún lugar para que dirimamos nuestros conflictos acá en la Tierra”, se dijo muchas veces él mientras la veía actuar llena de sabiduría y bondad.
Mas, desde que ella partiera, las cosas volvieron a ser iguales en el mundo: los Reyes se engañaban unos a otros; hacían de la diplomacia un teatro en el cual cada quien portaba su máscara o la máscara de su máscara. “Guerra” era una palabra siempre en boca de todos. Las campanas tocaban lúgubremente, despidiendo los duelos, y la gente se entregaba a una danza frenética y sin fin, una macabra danza de la cual no había posibilidad de escapar, de subsistir.
espara hoy
Entonces, al escuchar de nuevo sus palabras, el Príncipe vuelve a verla como antes: esbelta y delgada; de piel muy blanca como su cabello de lluvia y ojos tan negros y desbordados de secretos que prometían encerrar en sí el universo. Esperanza parecía no cejar nunca, alimentar una fe incendiaria, y para el Rey no representó un don especial, sobre todo en aquellos tiempos de guerra y congoja en los cuales nadie podía entenderse y el mundo andaba pensando en el mejor modo de agredir, sin razón alguna.
“Es un hada, un hada buena que nos han enviado de algún lugar para que dirimamos nuestros conflictos acá en la Tierra”, se dijo muchas veces él mientras la veía actuar llena de sabiduría y bondad.
Mas, desde que ella partiera, las cosas volvieron a ser iguales en el mundo: los Reyes se engañaban unos a otros; hacían de la diplomacia un teatro en el cual cada quien portaba su máscara o la máscara de su máscara. “Guerra” era una palabra siempre en boca de todos. Las campanas tocaban lúgubremente, despidiendo los duelos, y la gente se entregaba a una danza frenética y sin fin, una macabra danza de la cual no había posibilidad de escapar, de subsistir.
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Respuesta:
No lo se, lo lamento...
Explicación:
No lo se, lo lamento... ∑