Catalina Benincasa, conocida como Santa Catalina de Siena O.P., nació en Siena (Italia) el 25 de marzo de 1347.
Por inspiración divina, a los siete años ofreció a Dios su virginidad y ya en 1363, superada la oposición de la familia, inicia la vida como laica dominica en la Fraternidad Seglar de Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, dedicadas con gran austeridad a la oración, penitencia y ayunos.
Vive en su propia casa una vida de sacrificio hasta el año 1370: A los veintitrés años, en una visión de su esposo celestial, recibe la misión de dedicarse a la vida de apostolado.
Su misión fue eficacísima en la reforma de la Iglesia, dividida por el cisma, y en la reforma de la Orden de Predicadores, apoyando la obra del Beato Raimundo de Capua. La familia dominicana la considera como su madre.
Catalina muere en Roma el 29 de abril de 1380, a la edad de treinta y tres años. Pío II la canoniza en 1461, y el cuatro de noviembre de 1970 es declarada Doctora de la Iglesia por Pablo VI. Su magisterio carismático es un don de Dios a la Iglesia y a la humanidad. Fue sepultada en la basílica dominicana de Santa María sopra Minerva.
Catalina Benincasa, conocida como Santa Catalina de Siena O.P., nació en Siena (Italia) el 25 de marzo de 1347.
Por inspiración divina, a los siete años ofreció a Dios su virginidad y ya en 1363, superada la oposición de la familia, inicia la vida como laica dominica en la Fraternidad Seglar de Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, dedicadas con gran austeridad a la oración, penitencia y ayunos.
Vive en su propia casa una vida de sacrificio hasta el año 1370: A los veintitrés años, en una visión de su esposo celestial, recibe la misión de dedicarse a la vida de apostolado.
Su misión fue eficacísima en la reforma de la Iglesia, dividida por el cisma, y en la reforma de la Orden de Predicadores, apoyando la obra del Beato Raimundo de Capua. La familia dominicana la considera como su madre.
Catalina muere en Roma el 29 de abril de 1380, a la edad de treinta y tres años. Pío II la canoniza en 1461, y el cuatro de noviembre de 1970 es declarada Doctora de la Iglesia por Pablo VI. Su magisterio carismático es un don de Dios a la Iglesia y a la humanidad. Fue sepultada en la basílica dominicana de Santa María sopra Minerva.