Lo fatal de Rubén Darío trata sobre el significado de la muerte, y está inspirado en el profundo dolor que siente el poeta por el fallecimiento de su gran amigo René Pérez Mascayano. ... El deseo de recuperar a su amigo y la aversión de sentirse agobiado por su muerte.
Durante los 13 versos del poema, el hablante lírico transita entre las sombras con su dolor de estar vivo, sin saber quién es su ser, hacia dónde va y cuándo morirá.
En la primera estrofa, celebra la dicha de un árbol o de una piedra, que por su naturaleza quieta y callada, no tienen la misma capacidad de sentir pena o dolor como los seres humanos.
Para él, la vida es un dolor debido al momento de sufrimiento que lo acompaña. Incluso más adelante cuando dice “ni mayor pesadumbre que la vida consciente”, suma un sentimiento de desasosiego, un gran peso que lo llena de pena y tristeza.
En la segunda estrofa, remarca que es un ser consciente de la muerte, pero a la vez confiesa: “no saber nada», y que «no tiene rumbo cierto”; y es comprensible, está perdido. Duda con sospecha de lo que ha vivido y ha sido, entendiendo con terror el futuro inevitable que también le espera: “el espanto seguro de estar mañana muerto”.
La transición a la tercera estrofa es un rompimiento, cuando dice “y por… lo que no…” nos deja colgados. Parece un error, pero no lo es. Es un cabalgamiento, que marca abruptamente el sentir del hablante lírico hacia un destino fatalista. Es tremendo el contraste imaginario que dibuja entre la vida y la muerte. Como estar al borde de una tumba con flores, sin estar realmente en ella.
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Lo fatal de Rubén Darío trata sobre el significado de la muerte, y está inspirado en el profundo dolor que siente el poeta por el fallecimiento de su gran amigo René Pérez Mascayano. ... El deseo de recuperar a su amigo y la aversión de sentirse agobiado por su muerte.
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espero que te sirva...
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Durante los 13 versos del poema, el hablante lírico transita entre las sombras con su dolor de estar vivo, sin saber quién es su ser, hacia dónde va y cuándo morirá.
En la primera estrofa, celebra la dicha de un árbol o de una piedra, que por su naturaleza quieta y callada, no tienen la misma capacidad de sentir pena o dolor como los seres humanos.
Para él, la vida es un dolor debido al momento de sufrimiento que lo acompaña. Incluso más adelante cuando dice “ni mayor pesadumbre que la vida consciente”, suma un sentimiento de desasosiego, un gran peso que lo llena de pena y tristeza.
En la segunda estrofa, remarca que es un ser consciente de la muerte, pero a la vez confiesa: “no saber nada», y que «no tiene rumbo cierto”; y es comprensible, está perdido. Duda con sospecha de lo que ha vivido y ha sido, entendiendo con terror el futuro inevitable que también le espera: “el espanto seguro de estar mañana muerto”.
La transición a la tercera estrofa es un rompimiento, cuando dice “y por… lo que no…” nos deja colgados. Parece un error, pero no lo es. Es un cabalgamiento, que marca abruptamente el sentir del hablante lírico hacia un destino fatalista. Es tremendo el contraste imaginario que dibuja entre la vida y la muerte. Como estar al borde de una tumba con flores, sin estar realmente en ella.
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