trata de un joven que, siguiendo las órdenes de su señora madre (un poco testaruda) entra a servir en el Regimiento de Granaderos de su Majestad el Rey de España (pese a que sus inclinaciones le llevan hacia la Guardia Real) y, poco antes de su nombramiento, va a casa de su madre, en la casa nobiliaria familiar, el Pazo de los Señores de Bradomín, a recibir la oportuna bendición. (Solamente la nobleza en aquel tiempo podía acceder a puestos en determinadas órdenes militares)
El relato parece desarrollarse en lo que hoy es la parroquia de Brandeso, en Arzúa (Ayuntamiento de Galicia). Mientras aguardan a que llegue el Prior de Brandeso, el joven va a la capilla para prepararse a la confesión haciendo examen de conciencia. Va describiendo la lóbrega capilla del Pazo familiar y lo que en ella se encuentra: un Evangelio sobre su soporte de madera, la tumba en el altar del más afamado de los Señores de Bradomín... La madre, inclinada sobre un libro en el presbiterio, comienza las oraciones en compañía de las dos hermanas del protagonista, Mª Fernanda y Mª Isabel las cuales, con sus vestiditos blancos, siguen el responso de la madre.
Nuestro prota, entre tanto, ¡se está quedando dormido en la tribuna! Sí, cabecea de sueño y sobre todo, de melancolía. Todo lo que le rodea se le antoja tristón y aburrido. En medio del medio sueñecito que le ha entrado, nuestro prota despierta con los gritos despavoridos de su madre y hermanas que huyen a toda pastis de la capilla. Nuestro prota, que no es precisamente un valeroso guerrero (aún), se las pira de la tribuna para seguir su ejemplo.
¿Qué sucede? Pues que "dentro del sepulcro" se oye cómo está rodando la calavera y los huesos del difunto Señor de Bradomín, sí, ése que estaba sepultado en el altar de la capilla y que "debiera estar bien muerto". Ahora presta atención.
Llega el Prior de Brandeso. Cual Leónidas de YR! entra dando zancadas en la capilla e interpela reciamente al mozo sobre la causa de su espanto. Éste, medio caga.do de miedo, le dice que se ha asustado al escuchar al esqueleto revolverse en el sepulcro de piedra. El Prior, que en sus años mozos había sido un "aguerrido guerrero" le mira con severidad y le reprocha no sólo su miedo sino también el que "no se haya tomado la molestia de averigüar de qué se trataba".
Y suelta la frase más famosa del relato que, inevitablemente, tendrás que poner si quieres un resumen de 10: "-¡Que nunca pueda decir el Prior de Brandeso que ha visto temblar a un Granadero del Rey...!"
¿Qué sucedía? Dentro de la calavera se había alojado un nido de víboras que, al moverse, eran las que hacían rodar la calavera. El Prior lo descubre al abrir el sepulcro y, poniendo la calavera en manos del joven aspirante a Granadero real, ésta la deja caer de miedo y las serpientes huyen reptando.
El Prior, indignado, niega al pobre aspirante la confesión cristiana, con un atronador y mítico: "Señor Granadero del Rey, no hay absolución ...¡Yo no absuelvo a los cobardes! "
El relato termina con la lección que el protagonista aprendió ese día: que para ser Granadero real, hay que ser valiente. Pero de verdad.
trata de un joven que, siguiendo las órdenes de su señora madre (un poco testaruda) entra a servir en el Regimiento de Granaderos de su Majestad el Rey de España (pese a que sus inclinaciones le llevan hacia la Guardia Real) y, poco antes de su nombramiento, va a casa de su madre, en la casa nobiliaria familiar, el Pazo de los Señores de Bradomín, a recibir la oportuna bendición. (Solamente la nobleza en aquel tiempo podía acceder a puestos en determinadas órdenes militares)
El relato parece desarrollarse en lo que hoy es la parroquia de Brandeso, en Arzúa (Ayuntamiento de Galicia). Mientras aguardan a que llegue el Prior de Brandeso, el joven va a la capilla para prepararse a la confesión haciendo examen de conciencia. Va describiendo la lóbrega capilla del Pazo familiar y lo que en ella se encuentra: un Evangelio sobre su soporte de madera, la tumba en el altar del más afamado de los Señores de Bradomín... La madre, inclinada sobre un libro en el presbiterio, comienza las oraciones en compañía de las dos hermanas del protagonista, Mª Fernanda y Mª Isabel las cuales, con sus vestiditos blancos, siguen el responso de la madre.
Nuestro prota, entre tanto, ¡se está quedando dormido en la tribuna! Sí, cabecea de sueño y sobre todo, de melancolía. Todo lo que le rodea se le antoja tristón y aburrido. En medio del medio sueñecito que le ha entrado, nuestro prota despierta con los gritos despavoridos de su madre y hermanas que huyen a toda pastis de la capilla. Nuestro prota, que no es precisamente un valeroso guerrero (aún), se las pira de la tribuna para seguir su ejemplo.
¿Qué sucede? Pues que "dentro del sepulcro" se oye cómo está rodando la calavera y los huesos del difunto Señor de Bradomín, sí, ése que estaba sepultado en el altar de la capilla y que "debiera estar bien muerto". Ahora presta atención.
Llega el Prior de Brandeso. Cual Leónidas de YR! entra dando zancadas en la capilla e interpela reciamente al mozo sobre la causa de su espanto. Éste, medio caga.do de miedo, le dice que se ha asustado al escuchar al esqueleto revolverse en el sepulcro de piedra. El Prior, que en sus años mozos había sido un "aguerrido guerrero" le mira con severidad y le reprocha no sólo su miedo sino también el que "no se haya tomado la molestia de averigüar de qué se trataba".
Y suelta la frase más famosa del relato que, inevitablemente, tendrás que poner si quieres un resumen de 10:
"-¡Que nunca pueda decir el Prior de Brandeso que ha visto temblar a un Granadero del Rey...!"
¿Qué sucedía? Dentro de la calavera se había alojado un nido de víboras que, al moverse, eran las que hacían rodar la calavera. El Prior lo descubre al abrir el sepulcro y, poniendo la calavera en manos del joven aspirante a Granadero real, ésta la deja caer de miedo y las serpientes huyen reptando.
El Prior, indignado, niega al pobre aspirante la confesión cristiana, con un atronador y mítico:
"Señor Granadero del Rey, no hay absolución ...¡Yo no absuelvo a los cobardes! "
El relato termina con la lección que el protagonista aprendió ese día: que para ser Granadero real, hay que ser valiente. Pero de verdad.