Resumen de 5 renglones.
Era de noche. Don Quijote y Sancho descansaban al pie de
unos árboles. Mientras los animales pacían, don Quijote, que
sólo dormitaba, oyó un ruido a sus espaldas. Miró y vio que era un
caballero andante con su escudero.
Despertó enseguida a Sancho susurrando en voz baja:
—Hermano Sancho, aventura tenemos.
Y, en efecto, iba a ser una gran aventura.
El Caballero de los Espejos, que así dijo llamarse, le contó a don
Quijote que estaba enamorado de la bellísima dama Casildea de
Vandalia. Por ella había hecho un montón de proezas. Entre ellas,
vencer a la giganta Giralda y a muchos caballeros. Y citó como
ejemplo al famoso caballero don Quijote de la Mancha, a quien había
hecho confesar que Casildea era más hermosa que Dulcinea.
Al oír esto, don Quijote estuvo a punto de decirle que mentía, pero
quiso preguntarle más detalles de ese caballero…
Y el Caballero de los Espejos lo retrató así:
—Es un hombre alto, seco de rostro, estirado, entrecano, la nariz
aguileña, de bigotes grandes y caídos. Se llama el Caballero de la
Triste Figura y lleva como escudero a un labrador llamado Sancho
Panza.
Don Quijote, asombrado de la precisión de las señas, le contó que
él era ese don Quijote. Que jamás había combatido con él. Que debía
de ser otra jugarreta de los encantadores, que acababan de
transformar a su señora Dulcinea en una fea aldeana.
Y para probarlo, lo desafió a combate.
El Caballero de los Espejos aceptó enseguida el desafío.
Únicamente puso la condición de que el vencido quedase a voluntad
del vencedor para hacer todo lo que él quisiera.
A don Quijote le pareció muy bien, y ambos decidieron empezar la
singular batalla en cuanto saliera el sol.
Mientras tanto, sus escuderos habían hecho muy buenas migas.
Primero habían probado la bota de vino juntos y luego roncaron a
compás.
Cuando empezó a amanecer, Sancho descubrió con asombro que
su compañero tenía una nariz descomunal. Estaba llena de verrugas y
era morada como una berenjena. Lo cierto es que sintió temor y
respeto hacia el propietario de tamaña nariz.
El Caballero de los Espejos
llevaba ya puesto el casco
El Caballero de los Espejos llevaba ya puesto el casco, que
coronaban plumas verdes, amarillas y blancas. Sobre las armas, lucía
una casaca que parecía de oro, con muchas lunas de espejos. Era un
hombre no muy alto, pero fuerte. Su lanza era grandísima y gruesa.
Don Quijote todavía no había tenido tiempo de situarse en el
campo de batalla. Estaba ayudando a Sancho a subir a un alcornoque,
a salvo del narigudo y temido escudero.
Sin embargo, el Caballero de los Espejos corría ya sobre su caballo
a su encuentro. Quiso entonces frenar, pero el caballo no le obedeció.
Se le torció la enorme lanza y, con la confusión, chocó con la lanza de
don Quijote.
Fue tal el golpe, que el de los Espejos quedó como muerto en el
suelo.
En cuanto don Quijote lo vio derribado, fue a quitarle las lazadas
del yelmo y ver si el caballero estaba vivo o muerto ¡Y qué vio!
¡Pues que tenía el mismo rostro que el bachiller Sansón Carrasco!
Llamó enseguida a Sancho, que bajaba a toda prisa del
alcornoque:
—¡Acude, Sancho, ¡y mira lo que has de ver y no has de creer!
¡Advierte lo que pueden los hechiceros y los encantadores!
Sancho se quedó tan admirado como su señor. Muerto de terror,
pidió a su amo que le clavara la espada, porque así remataría a aquel
encantador enemigo suyo.
Ya lo iba a hacer don Quijote, cuando el otro escudero se acercó
gritando que no lo hiciera. Repetía que el que tenía a sus pies no era
otro que el bachiller Sansón Carrasco.
Pero lo más sorprendente era que ya no tenía la descomunal nariz.
¡Sin ella, Sancho descubrió que era igualito que su vecino Tomé
¡Cecial!
En éstas, despertó el Caballero de los Espejos.
Don Quijote le hizo jurar que su Dulcinea era mucho más bella
que Casildea y que además iría a presentarse como vencido a los pies
de su dama.
Todo lo juró el de los Espejos. Incluso reconoció que el que había
vencido en el pasado no era don Quijote de la Mancha, sino uno que
se le parecía; del mismo modo que él se parecía al bachiller Sansón
Carrasco.
Sancho había aprovechado para hablar con Tomé Cecial, y sus
respuestas confirmaban que era verdaderamente su vecino. Sin
embargo, no acabó de creerlo. ¡Tal era la fuerza de la palabra de su
señor y la de sus encantadores!
Y el vencido caballero y su escudero sin narices se fueron.
La historia dice que en este caso no habían intervenido los
encantadores.
El Caballero de los Espejos era realmente Sansón Carrasco, y su
escudero, Tomé Cecial.
El bachiller había ideado este truco. Pensaba vencer fácilmente a
don Quijote. Luego iba a ponerle como condición que volviera a su
pueblo y que no saliera de su casa en dos años. Sabía que don Quijote
cumpliría su promesa por no faltar a las leyes de la caballería. Y con
tanto tiempo, olvidaría su oficio de caballero andante.
Pero no sucedió como pensaba el bachiller. ¡Y si no, que le
pregunten a sus costillas!
Respuesta:
no se porque soy novato y no se de eso