La legitimidad política se asienta en las ideas de orden y de justicia. Sin embargo, somos conscientes de la tenacidad con la que lo jurídico, en lugar de acoger a la justicia, sirve para ocultar situaciones de injusticia que se perpetúan, se metamorfosean, se naturalizan. Por ello, este trabajo intenta vincular una serie de consideraciones sobre la idea de justicia que surgen en la escena filosófica contemporánea, donde se da cuenta de su dimensión trascendente respecto de los poderes fácticos y, con ello, apunta a solventar un tipo de reflexión sobre las políticas públicas basadas en los derechos humanos.
Political legitimacy rests on the idea of order and justice. But we are all aware of the tenacity with which the legal, rather than sheltering justice serves to conceal situations of injustice that is perpetuated, metamorphosed and naturalized. So the paper tries to join a series of considerations about the idea of justice that arise in contemporaneous philosophy, where it is taken into account its transcendent dimension in contrast with worldly powers and thus, it points to hold a kind of reflection on the public policies based on human rights.
Key words: justice, messianism, Latin American philosophy, human rights, reproductive rationality.
INTRODUCCIÓN
Vivimos en sociedades donde se apela todo el tiempo a una legitimidad política en nombre ya sea del orden, ya sea del sistema jurídico. Sin embargo, somos conscientes de la tenacidad con la que lo jurídico, en lugar de acoger a la justicia, sirve para ocultar situaciones de injusticia que se perpetúan, se metamorfosean, se naturalizan. Los sectores más vulnerables de la sociedad, mediante una variedad de formas expresivas —entre las que no hay que subestimar la canción, el chiste, el refrán y la conversación— dejan colar un manifiesto sentimiento de desaliento frente a lo que perciben como una especie de transmutación de los sentidos de la justicia, donde lo justo para ellos es lo injusto para el sistema, y viceversa. Paralelamente, no es nada infrecuente cierto tipo de reproche hacia las formas de protesta, con el argumento de que perturbar la paz social o cuestionar actos de los gobiernos son actitudes antidemocráticas o antisociales porque se apartan de las reglas del juego. Se trata de argumentos que se apropian de algún aspecto de la idea de reciprocidad, base de la idea de justicia, pero en su parcialidad, hacen sucumbir a ésta en una total tergiversación.
Volver a debatir los significados de la justicia y de lo justo parece ser un destino de la filosofía, como si estuviese siempre a las puertas del célebre diálogo de Sócrates y los sofistas en La República de Platón; parece ser una tarea interminable, o mejor, inconcluyente, ya que ninguna de las soluciones teóricas del derecho o de la filosofía alcanza a estabilizar la polémica sobre lo justo. Aunque, hay que recordarlo, quizá la respuesta a esta aparente paradoja sea que la justicia funciona más allá de las cabezas filosóficas, que se instala en el lenguaje real y en las relaciones sociales reales sin dar cuenta de dónde procede su normatividad.
En lo que sigue intentaremos, sin embargo, vincular una serie de consideraciones sobre la idea de justicia que vemos insistentemente en la escena filosófica contemporánea, pero no para quedarnos en el debate teórico, sino para aplicar tales consideraciones a una reflexión sobre las políticas de derechos humanos en un momento como el actual, en el que en nombre de los imperativos económicos o políticos se subestiman los derechos de las personas reales y en cambio se los muestra como un aspecto más, cuando no un obstáculo, en el diseño de las políticas públicas.
LA IDEA DE JUSTICIA
¿De dónde procede la idea de justicia?, ¿acaso puede nombrarse un órgano donde se aloja el concepto, o el sentimiento, o la conciencia sobre lo justo y lo injusto? Si creemos a Aristóteles, los humanos —a diferencia de los demás animales— tenemos la posibilidad de percibir lo justo y lo injusto y comunicarlo mediante el lenguaje: la puesta en común de tales percepciones es lo que nos convierte en animales políticos.1 Pero, tal como lo han reflejado los debates inconducentes sobre la "intuición moral", no se puede precisar la sede de tales capacidades. Tampoco la fórmula de Aristóteles nos da un criterio de justicia, sino tan sólo la brutal advertencia acerca de su condición: se trata de una virtud que es la base de la sociabilidad, sin la cual el hombre se convierte en una máquina "perversa y feroz".2
Respuesta:
Resumen
La legitimidad política se asienta en las ideas de orden y de justicia. Sin embargo, somos conscientes de la tenacidad con la que lo jurídico, en lugar de acoger a la justicia, sirve para ocultar situaciones de injusticia que se perpetúan, se metamorfosean, se naturalizan. Por ello, este trabajo intenta vincular una serie de consideraciones sobre la idea de justicia que surgen en la escena filosófica contemporánea, donde se da cuenta de su dimensión trascendente respecto de los poderes fácticos y, con ello, apunta a solventar un tipo de reflexión sobre las políticas públicas basadas en los derechos humanos.
Palabras clave: justicia, mesianismo, filosofía latinoamericana, derechos humanos, racionalidad reproductiva.
Abstract
Political legitimacy rests on the idea of order and justice. But we are all aware of the tenacity with which the legal, rather than sheltering justice serves to conceal situations of injustice that is perpetuated, metamorphosed and naturalized. So the paper tries to join a series of considerations about the idea of justice that arise in contemporaneous philosophy, where it is taken into account its transcendent dimension in contrast with worldly powers and thus, it points to hold a kind of reflection on the public policies based on human rights.
Key words: justice, messianism, Latin American philosophy, human rights, reproductive rationality.
INTRODUCCIÓN
Vivimos en sociedades donde se apela todo el tiempo a una legitimidad política en nombre ya sea del orden, ya sea del sistema jurídico. Sin embargo, somos conscientes de la tenacidad con la que lo jurídico, en lugar de acoger a la justicia, sirve para ocultar situaciones de injusticia que se perpetúan, se metamorfosean, se naturalizan. Los sectores más vulnerables de la sociedad, mediante una variedad de formas expresivas —entre las que no hay que subestimar la canción, el chiste, el refrán y la conversación— dejan colar un manifiesto sentimiento de desaliento frente a lo que perciben como una especie de transmutación de los sentidos de la justicia, donde lo justo para ellos es lo injusto para el sistema, y viceversa. Paralelamente, no es nada infrecuente cierto tipo de reproche hacia las formas de protesta, con el argumento de que perturbar la paz social o cuestionar actos de los gobiernos son actitudes antidemocráticas o antisociales porque se apartan de las reglas del juego. Se trata de argumentos que se apropian de algún aspecto de la idea de reciprocidad, base de la idea de justicia, pero en su parcialidad, hacen sucumbir a ésta en una total tergiversación.
Volver a debatir los significados de la justicia y de lo justo parece ser un destino de la filosofía, como si estuviese siempre a las puertas del célebre diálogo de Sócrates y los sofistas en La República de Platón; parece ser una tarea interminable, o mejor, inconcluyente, ya que ninguna de las soluciones teóricas del derecho o de la filosofía alcanza a estabilizar la polémica sobre lo justo. Aunque, hay que recordarlo, quizá la respuesta a esta aparente paradoja sea que la justicia funciona más allá de las cabezas filosóficas, que se instala en el lenguaje real y en las relaciones sociales reales sin dar cuenta de dónde procede su normatividad.
En lo que sigue intentaremos, sin embargo, vincular una serie de consideraciones sobre la idea de justicia que vemos insistentemente en la escena filosófica contemporánea, pero no para quedarnos en el debate teórico, sino para aplicar tales consideraciones a una reflexión sobre las políticas de derechos humanos en un momento como el actual, en el que en nombre de los imperativos económicos o políticos se subestiman los derechos de las personas reales y en cambio se los muestra como un aspecto más, cuando no un obstáculo, en el diseño de las políticas públicas.
LA IDEA DE JUSTICIA
¿De dónde procede la idea de justicia?, ¿acaso puede nombrarse un órgano donde se aloja el concepto, o el sentimiento, o la conciencia sobre lo justo y lo injusto? Si creemos a Aristóteles, los humanos —a diferencia de los demás animales— tenemos la posibilidad de percibir lo justo y lo injusto y comunicarlo mediante el lenguaje: la puesta en común de tales percepciones es lo que nos convierte en animales políticos.1 Pero, tal como lo han reflejado los debates inconducentes sobre la "intuición moral", no se puede precisar la sede de tales capacidades. Tampoco la fórmula de Aristóteles nos da un criterio de justicia, sino tan sólo la brutal advertencia acerca de su condición: se trata de una virtud que es la base de la sociabilidad, sin la cual el hombre se convierte en una máquina "perversa y feroz".2
Explicación:
eso es