Ayer por la mañana iba paseando a mi perro, este iba con desespero por las calles de la acera, ya que él amaba salir. Decidí sentarme en las sillas que habían en una pequeña plazuela, mientras mi perro olía las yerbas que crecían en esas áreas verdes. Ví el cielo y estaba nublado, iba a llover. Llamé a mi mascota para irnos antes que la lluvia nos atrapase. Al ponerle la correa, me percato de un detalle en su pequeño collar. En el yacia una pequeña mariquita, era hermosa. Por lo personal, yo amo las cosas pequeñas y esta no es la excepción. Quise apoyar la yema de mi dedo a un milímetro de ella para que pueda subir, tenía cuidado porque debía ayudarla. Parece que la asusté, porque al hacer aquella acción, dio vuelo a los grandes árboles que inundaban la plaza. No pude verla más.
Después de eso solo volví a casa. Descubrí que me gustó mucho ese momento, así que ahora me encuentro yendo de nuevo a esa plazuela, para sentir la frescura del día, y si hay suerte, encontrar una pequeña mariquita.
Ayer por la mañana iba paseando a mi perro, este iba con desespero por las calles de la acera, ya que él amaba salir. Decidí sentarme en las sillas que habían en una pequeña plazuela, mientras mi perro olía las yerbas que crecían en esas áreas verdes. Ví el cielo y estaba nublado, iba a llover. Llamé a mi mascota para irnos antes que la lluvia nos atrapase. Al ponerle la correa, me percato de un detalle en su pequeño collar. En el yacia una pequeña mariquita, era hermosa. Por lo personal, yo amo las cosas pequeñas y esta no es la excepción. Quise apoyar la yema de mi dedo a un milímetro de ella para que pueda subir, tenía cuidado porque debía ayudarla. Parece que la asusté, porque al hacer aquella acción, dio vuelo a los grandes árboles que inundaban la plaza. No pude verla más.
Después de eso solo volví a casa. Descubrí que me gustó mucho ese momento, así que ahora me encuentro yendo de nuevo a esa plazuela, para sentir la frescura del día, y si hay suerte, encontrar una pequeña mariquita.