redacta un texto de opinion ( reseña , carta al director , columna de opinion dando cuenta de tu vision sobre el desarroyo de la ciencia y el conocimiento
La crisis social que enfrenta Chile actualmente nos presenta un gran desafío para todos los científicos y científicas y nos plantea una serie de interrogantes: ¿Cómo hacer ciencia con impacto real en las comunidades y en conjunto con las comunidades? ¿Qué quiere el país de nosotros? ¿Realmente nos debemos preocupar por el presupuesto para la ciencia en estos momentos en que se requieren más recursos para problemáticas más urgentes que demanda la ciudadanía como salud, educación, desarrollo social, pensiones, transporte entre las más relevantes? Por mucho tiempo, desde distintas universidades y centros de investigación hemos reclamado mayores recursos e instrumentos que permitan ejecutar ciencia de calidad en Chile.
Históricamente, los diferentes gobiernos de turno invierten bajo el 0,4% del PIB en ciencia y tecnología lo que implica un quehacer precario de la investigación científica, concentrándose principalmente en las grandes universidades de la capital del país, resolviendo problemáticas urbanas, creando nuevos instrumentos o tecnologías asociadas solo a algunas disciplinas científicas más que a otras, priorizando la innovación tecnológica por sobre la innovación social.
Todas las instituciones vivimos preocupadas por las altas exigencias que nos imponen los diversos mecanismos de calidad y de distribución de fondos que definen a través de expertos cuál es la ciencia, temáticas y el desarrollo que necesita Chile. Justamente, y en gran parte, el quehacer científico es un reflejo de la crisis social que vivimos, y la irracional competencia que se da entre instituciones por acaparar los exiguos recursos y por lograr la ansiada meta de las publicaciones indexadas y los FONDECYT necesarios para cumplir claustros de postgrados o recibir mayor aporte fiscal que nos permita mantener un círculo de productividad que nos acredite como avanzadas en investigación y permita que cada vez nos acerquemos a la complejidad.
Pero, estos mecanismos e indicadores tan precisos y objetivos en entregar una imagen del impacto en la investigación, innovación y vinculación que permiten avanzar en los ranking internacionales y en el nivel de citación de las publicaciones, han adolecido de un elemento clave, el impacto hacia la gente, demostrar cómo los hallazgos científicos mejoran la vida de las comunidades, permiten el cuidado de la naturaleza y medio ambiente, entregan insumos para derribar las inequidades, fomentan una sociedad más inclusiva y abierta al cambio.
Cómo nos cuesta definir indicadores que apunten a la colaboración entre disciplinas e instituciones, que las temáticas de investigación nazcan de la realidad de las comunidades, que no solo valoremos la labor del científico por el avance en el factor de impacto, si no por el cambio que generó su trabajo de investigación en políticas públicas o en la mejora de procedimientos clínicos, educativos o laborales entre otros. Cómo nos dificulta trabajar en equipo entre universidades y entre investigadores, desconfiamos y tenemos miedo del otro a que nos supere, a que nos quite la idea, a que avance más en la carrera científica, a que adjudique un fondo y supere al maestro. Qué difícil es reconocer el valor de cada disciplina científica en nuestro país, muchas veces esto se demuestra con los comentarios que los mismos investigadores hacen de sus pares “adjudicó ese proyecto porque en esa área es más fácil publicar”, tenemos lamentablemente arraigado en nuestro ADN este pensamiento individualista y centrado en el producto de nosotros mismos más que en la colaboración y en la visión humilde de analizar nuestros trabajos científicos y evaluar hasta que punto, los años que llevamos haciendo ciencia han impactado en la gente.
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La crisis social que enfrenta Chile actualmente nos presenta un gran desafío para todos los científicos y científicas y nos plantea una serie de interrogantes: ¿Cómo hacer ciencia con impacto real en las comunidades y en conjunto con las comunidades? ¿Qué quiere el país de nosotros? ¿Realmente nos debemos preocupar por el presupuesto para la ciencia en estos momentos en que se requieren más recursos para problemáticas más urgentes que demanda la ciudadanía como salud, educación, desarrollo social, pensiones, transporte entre las más relevantes? Por mucho tiempo, desde distintas universidades y centros de investigación hemos reclamado mayores recursos e instrumentos que permitan ejecutar ciencia de calidad en Chile.
Históricamente, los diferentes gobiernos de turno invierten bajo el 0,4% del PIB en ciencia y tecnología lo que implica un quehacer precario de la investigación científica, concentrándose principalmente en las grandes universidades de la capital del país, resolviendo problemáticas urbanas, creando nuevos instrumentos o tecnologías asociadas solo a algunas disciplinas científicas más que a otras, priorizando la innovación tecnológica por sobre la innovación social.
Todas las instituciones vivimos preocupadas por las altas exigencias que nos imponen los diversos mecanismos de calidad y de distribución de fondos que definen a través de expertos cuál es la ciencia, temáticas y el desarrollo que necesita Chile. Justamente, y en gran parte, el quehacer científico es un reflejo de la crisis social que vivimos, y la irracional competencia que se da entre instituciones por acaparar los exiguos recursos y por lograr la ansiada meta de las publicaciones indexadas y los FONDECYT necesarios para cumplir claustros de postgrados o recibir mayor aporte fiscal que nos permita mantener un círculo de productividad que nos acredite como avanzadas en investigación y permita que cada vez nos acerquemos a la complejidad.
Pero, estos mecanismos e indicadores tan precisos y objetivos en entregar una imagen del impacto en la investigación, innovación y vinculación que permiten avanzar en los ranking internacionales y en el nivel de citación de las publicaciones, han adolecido de un elemento clave, el impacto hacia la gente, demostrar cómo los hallazgos científicos mejoran la vida de las comunidades, permiten el cuidado de la naturaleza y medio ambiente, entregan insumos para derribar las inequidades, fomentan una sociedad más inclusiva y abierta al cambio.
Cómo nos cuesta definir indicadores que apunten a la colaboración entre disciplinas e instituciones, que las temáticas de investigación nazcan de la realidad de las comunidades, que no solo valoremos la labor del científico por el avance en el factor de impacto, si no por el cambio que generó su trabajo de investigación en políticas públicas o en la mejora de procedimientos clínicos, educativos o laborales entre otros. Cómo nos dificulta trabajar en equipo entre universidades y entre investigadores, desconfiamos y tenemos miedo del otro a que nos supere, a que nos quite la idea, a que avance más en la carrera científica, a que adjudique un fondo y supere al maestro. Qué difícil es reconocer el valor de cada disciplina científica en nuestro país, muchas veces esto se demuestra con los comentarios que los mismos investigadores hacen de sus pares “adjudicó ese proyecto porque en esa área es más fácil publicar”, tenemos lamentablemente arraigado en nuestro ADN este pensamiento individualista y centrado en el producto de nosotros mismos más que en la colaboración y en la visión humilde de analizar nuestros trabajos científicos y evaluar hasta que punto, los años que llevamos haciendo ciencia han impactado en la gente.