La producción final agraria de la Comunidad Autónoma Andaluza posee la siguiente distribución sectorial: agrícola (79,05 por 100), ganadera (17,35 por 100) y forestal (2,4 por 100). Estos datos nos permiten indicar que la producción ganadera representa el 21,9 por 100 de la producción final agrícola andaluza. En España este porcentaje está próximo al 50 por 100, lo que pone de manifiesto que en Andalucía las producciones agrícolas tienen más importancia económica que en el contexto nacional.
En la provincia de Jaén la aportación de la producción ganadera es del 15,1 por 100, inferior a la medida andaluza, hallándose por debajo de Málaga, Sevilla y Granada y ligeramente por encima de Cádiz, Huelva y Córdoba; muy descolgada, en lo que respecta a la producción ganadera, se encuentra Almería, dada la importancia de los cultivos hortícolas extratempranos, que han sido el origen de su recuperación económica.
La orientación agraria de la provincia de Jaén ha tenido, desde siempre, como principal objetivo la producción de aceite o, lo que es lo mismo, el cultivo principal ha sido el del olivar. Este extremo ha llegado, en los últimos años, a límites máximos, dada la proliferación de nuevas plantaciones (con una alta tecnificación del cultivo) que se han situado sobre terrenos que, hasta fechas recientes, habían sido cerealistas —en todos los casos— y sobre aquellos que configuraron áreas de pastos para la ganadería provincial, situados en zonas de escaso suelo, marcadas pendientes y, en consecuencia, fuertemente proclives a la erosión.
De lo señalado se desprende que:
Ha disminuido la superficie pastable, por el cambio del destino productivo de las tierras.
La ganadería ha visto disminuida su área de explotación y ha sido relegada a zonas menos productivas.
Se ha reducido la cantidad de aprovechamientos, como es el caso de las rastrojeras, que en el momento actual son insignificantes.
La producción ganadera se ha hecho más dependiente de recursos alimenticios ajenos a la explotación, lo que supone una elevación de costes y una menor libertad económica.
La carga ganadera (peso vivo/Ha) es mayor, al haberse mantenido los censos de las especies explotadas en régimen extensivo. Ello conduce al sobrepastoreo y lleva, inexorablemente, al incremento de la erosión.
Se ha producido una nueva separación entre ganadería intensiva y extensiva.
Se han delimitado marcadamente las áreas de explotación ganadera extensiva, reduciéndose en gran medida a zonas de montaña.
No han surgido nuevas extensiones donde se haya desarrollado la ganadería intensiva, sino que los incrementos censales se han centrado en las ya existentes, motivando un efecto negativo en lo que a condiciones ambientales se refiere; agravando la situación de las evacuaciones de residuos y excretas y las molestias a la población humana; dificultando, por esa alta concentración ganadera, la lucha en caso de aparición de enfermedades, incrementando el microbismo en las explotaciones; ocasionando, inexcusablemente, una disminución de la rentabilidad de las mismas, al elevarse los coeficientes de transformación, etc.
Por otra parte, las distintas producciones agrarias se encuentran, en gran medida, sometidas a los criterios fundacionales de la UE: abastecer el mercado comunitario de alimentos, evitar excedentes y asegurar la renta de los agricultores y ganaderos mediante la concesión de ayudas o primas que posibiliten la consecución de los objetivos señalados. Las correspondientes OCM ganaderas han contribuido a alcanzar los expresados objetivos y, además, han puesto en marcha determinadas actuaciones. Éstas han paliado efectos negativos sobre las explotaciones en momentos de recesión del consumo (como consecuencia de la aparición de enfermedades, como la encefalopatía espongeiforme bovina o “síndrome de las vacas locas”) o de dificultades en el comercio (como sucede tras la presentación de focos de peste porcina clásica). Asimismo, sin la percepción de las correspondientes primas, la gravísima sequía habida en años precedentes hubiese tenido, sin duda, una influencia letal para muchas explotaciones de rumiantes que, en su mayor parte, no hubieran podido mantenerse.
Por todo ello, podemos afirmar que las actuaciones efectuadas por las OCM de 1992 han sido favorables y que la asignación-contingentación de los derechos (número de animales que tienen opción a prima por ganadero) está haciendo posible censos muy estables en las ganaderías de rumiantes.
Respuesta:
La producción final agraria de la Comunidad Autónoma Andaluza posee la siguiente distribución sectorial: agrícola (79,05 por 100), ganadera (17,35 por 100) y forestal (2,4 por 100). Estos datos nos permiten indicar que la producción ganadera representa el 21,9 por 100 de la producción final agrícola andaluza. En España este porcentaje está próximo al 50 por 100, lo que pone de manifiesto que en Andalucía las producciones agrícolas tienen más importancia económica que en el contexto nacional.
En la provincia de Jaén la aportación de la producción ganadera es del 15,1 por 100, inferior a la medida andaluza, hallándose por debajo de Málaga, Sevilla y Granada y ligeramente por encima de Cádiz, Huelva y Córdoba; muy descolgada, en lo que respecta a la producción ganadera, se encuentra Almería, dada la importancia de los cultivos hortícolas extratempranos, que han sido el origen de su recuperación económica.
La orientación agraria de la provincia de Jaén ha tenido, desde siempre, como principal objetivo la producción de aceite o, lo que es lo mismo, el cultivo principal ha sido el del olivar. Este extremo ha llegado, en los últimos años, a límites máximos, dada la proliferación de nuevas plantaciones (con una alta tecnificación del cultivo) que se han situado sobre terrenos que, hasta fechas recientes, habían sido cerealistas —en todos los casos— y sobre aquellos que configuraron áreas de pastos para la ganadería provincial, situados en zonas de escaso suelo, marcadas pendientes y, en consecuencia, fuertemente proclives a la erosión.
De lo señalado se desprende que:
Ha disminuido la superficie pastable, por el cambio del destino productivo de las tierras.
La ganadería ha visto disminuida su área de explotación y ha sido relegada a zonas menos productivas.
Se ha reducido la cantidad de aprovechamientos, como es el caso de las rastrojeras, que en el momento actual son insignificantes.
La producción ganadera se ha hecho más dependiente de recursos alimenticios ajenos a la explotación, lo que supone una elevación de costes y una menor libertad económica.
La carga ganadera (peso vivo/Ha) es mayor, al haberse mantenido los censos de las especies explotadas en régimen extensivo. Ello conduce al sobrepastoreo y lleva, inexorablemente, al incremento de la erosión.
Se ha producido una nueva separación entre ganadería intensiva y extensiva.
Se han delimitado marcadamente las áreas de explotación ganadera extensiva, reduciéndose en gran medida a zonas de montaña.
No han surgido nuevas extensiones donde se haya desarrollado la ganadería intensiva, sino que los incrementos censales se han centrado en las ya existentes, motivando un efecto negativo en lo que a condiciones ambientales se refiere; agravando la situación de las evacuaciones de residuos y excretas y las molestias a la población humana; dificultando, por esa alta concentración ganadera, la lucha en caso de aparición de enfermedades, incrementando el microbismo en las explotaciones; ocasionando, inexcusablemente, una disminución de la rentabilidad de las mismas, al elevarse los coeficientes de transformación, etc.
Por otra parte, las distintas producciones agrarias se encuentran, en gran medida, sometidas a los criterios fundacionales de la UE: abastecer el mercado comunitario de alimentos, evitar excedentes y asegurar la renta de los agricultores y ganaderos mediante la concesión de ayudas o primas que posibiliten la consecución de los objetivos señalados. Las correspondientes OCM ganaderas han contribuido a alcanzar los expresados objetivos y, además, han puesto en marcha determinadas actuaciones. Éstas han paliado efectos negativos sobre las explotaciones en momentos de recesión del consumo (como consecuencia de la aparición de enfermedades, como la encefalopatía espongeiforme bovina o “síndrome de las vacas locas”) o de dificultades en el comercio (como sucede tras la presentación de focos de peste porcina clásica). Asimismo, sin la percepción de las correspondientes primas, la gravísima sequía habida en años precedentes hubiese tenido, sin duda, una influencia letal para muchas explotaciones de rumiantes que, en su mayor parte, no hubieran podido mantenerse.
Por todo ello, podemos afirmar que las actuaciones efectuadas por las OCM de 1992 han sido favorables y que la asignación-contingentación de los derechos (número de animales que tienen opción a prima por ganadero) está haciendo posible censos muy estables en las ganaderías de rumiantes.
Explicación: Espero te ayude :3