Rasselas era el cuarto hijo del gran emperador en cuyos dominios comienza su curso el Padre de las Aguas, que bondadosamente derrama arroyos de abundancia y esparce por medio mundo las cosechas de Egipto.
Según una costumbre que ha pasado de generación en generación entre los monarcas de la zona tórrida, Rasselas fue recluido en un palacio privado con los demás hijos e hijas de la realeza abisinia, hasta que el orden de sucesión lo llamara a ocupar el trono.
El lugar destinado por la sabiduría o por la norma antigua para la residencia de los príncipes abisinios era un espacioso valle en el reino de Amhara, rodeado por todos lados de montañas, cuyas cimas se cernían sobre la parte central. La única vía por la que se podía acceder a aquel valle era una caverna que se extendía bajo una roca, acerca de la cual siempre se había discutido si era obra de la naturaleza o del esfuerzo humano. Su salida quedaba oculta por un denso bosque, y la entrada al valle se cerraba con portones de hierro, forjados por artífices de la antigüedad, tan macizos que ningún hombre podía abrirlos o cerrarlos sin ayuda de algún mecanismo.
De las laderas de las montañas descendían arroyos que llenaban el valle de verdor y fertilidad y formaban en su centro un lago, habitado por peces de todas las especies y frecuentado por cuanta ave la naturaleza ha enseñado a mojar sus alas. El lago vertía sus aguas sobrantes en una corriente que se introducía por una oscura grieta de la montaña en el costado norte, para luego caer con un estruendoso ruido de precipicio en precipicio hasta que dejaba de escucharse.
Las laderas de las montañas estaban cubiertas de árboles, y las orillas de los arroyos adornadas con variedad de flores. Cada soplo de viento arrancaba aromas de las rocas, y cada mes caían frutos al suelo. Todos los animales que pastan o escarban entre los arbustos, tanto los salvajes como los domésticos, recorrían aquel extendido cerco, a salvo de las bestias de presa, gracias a las montañas que los confinaban. Por un lado, se veían rebaños y manadas alimentándose de los pastos, por el otro, bestias de caza retozando por las llanuras; el ágil cabrito saltaba por las rocas, el sutil mono jugueteaba entre los árboles, y el solemne elefante reposaba a la sombra. Toda la variedad del mundo estaba allí reunida; se habían juntado las bendiciones de la naturaleza, y sus males estaban excluidos. […]
Samuel Johnson. Tomado de La historia de Rasselas, príncipe de Abisinia. Alcaldía Mayor de Bogotá, Libro al viento. 2011.
En el relato, la presencia de portones de hierro a la entrada de la caverna, hacen del valle un lugar
asequible.
confortable.
inexpugnable.
vulnerable.
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