La matemática se apoya en un lenguaje simbólico formal, la notación matemática, que sigue una serie de convenciones propias. Los símbolos representan un concepto, una relación una operación, o una fórmula matemática según ciertas reglas. Estos símbolos no deben considerarse abreviaturas, sino entidades con valor propio y autónomo.Algunos principios básicos son..... (no los puedo representar en esta página)
La matemática se apoya en un lenguaje simbólico formal, la notación matemática, que sigue una serie de convenciones propias. Los símbolos representan un concepto, una relación una operación, o una fórmula matemática según ciertas reglas. Estos símbolos no deben considerarse abreviaturas, sino entidades con valor propio y autónomo.Algunos principios básicos son..... (no los puedo representar en esta página)
Resumen:
Se estudian, en este artículo, formas de diseñar el espacio literario desde la perspectiva
del “lugar” y del “movimiento en el lugar” en escritores con fuertes vínculos con, por lo menos, dos
tradiciones. Es posible afirmar que cada tradición –y dentro de ellas, cada período histórico–
consolida un modo de representación del espacio y, con eso, refleja una visión de mundo particular.
La expectativa es encontrar nuevas formas de inteligibilidad de la cultura a partir de los problemas de
figuración. Los tres autores estudiados son latinoamericanos: José María Arguedas es peruano y
considerado un escritor bicultural, siendo como fue ligado tanto a las culturas indígenas de su región
(aymará y quechua) como a lo que de más moderno presentaba la literatura de América Hispánica
en las décadas de 1950 y 1960 (el realismo mágico y el testimonio narrativo); Graciliano Ramos es
comúnmente asociado a la tradición literaria brasileña en lo que ésta tiene de occidental y moderna,
pero muestra fuertes vínculos con el interior del nordeste brasileño, lo que le presta un perfil ligado a
dos aspectos determinantes de la cultura brasileña; Juan José Saer es argentino y ligado, por un
lado, a la tradición argentina de los siglos XIX y XX, y, por otro, conectado, por las circunstancias de
su exilio (1968 hasta su muerte, en 2005) a Francia y a la cultura europea. De José Maria Arguedas
se privilegia aquí su cuento “La agonía de Rasu-Ñiti”; de Graciliano Ramos su novela
Vidas secas;
de Juan José Saer, su novela
El limonero real. Los tres textos apuntan, asimismo, a la constitución
de un espacio rural, de resistencia cultural tanto a la tecnocracia del espacio urbano como al espacio
convencionalizado del paraíso irredento al cual se relacionan, con base en ideologías de dominio, los
territorios con herencias coloniales. Un espacio que no tiene una representación consolidada, que
parece convocar a descifrar un tipo de código encriptado, a la manera de origen pero que exige
también el trabajo de observar y de dar nombre a lo que está creándose al ritmo de la mirada y del
movimiento.