Tras haberse adueñado de Italia hasta el extremo meridional, Roma intentó también apoderarse también de Sicilia, entrando así en conflicto con Cartago, en el norte de África, que era entonces la mayor potencia marítima y comercial del mediterráneo occidental. El año 264 a.C comenzó con una serie de tres guerras sangrientas y enconadas, llamadas “Guerras Púnicas”.
Primera Guerra Púnica
La primera Guerra Púnica (264-241 a.C.) se debió a la rivalidad política y económica entre los dos poderes. Se inició cuando un grupo de soldados mercenarios (mamertinos) de Campania cercados en la ciudad siciliana de Messina (Mesina), solicitaron ayuda a Roma y Cartago contra Hierón II de Siracusa. Cartago ya controlaba parte de Sicilia; los romanos respondieron a esa petición con la intención de expulsar a los cartagineses de la isla. Después de construir su primera gran flota, los romanos derrotaron a los cartagineses en la batalla de Milai (260 a.C.), cerca de la costa norte de Sicilia, pero no consiguieron ocupar la isla. En el 256 a.C. el ejército romano bajo el mando de Marco Atilio Régulo estableció una base en el norte de África, pero al año siguiente el ejército cartaginés le capturó. Durante los trece años siguientes la guerra se desarrolló en gran parte en el mar, alrededor de Sicilia. El conflicto terminó con una batalla naval en el 241 a.C., en la que los romanos tomaron Sicilia; en el 237 a.C. conquistaron Cerdeña y Córcega, hasta entonces en manos cartaginesas.
Segunda Guerra Púnica
Amílcar Barca, que dirigió a los derrotados en el 241 a.C., dedicó el resto de su vida a fortalecer el poder cartaginés en Hispania, para compensar la pérdida de Sicilia. Su hijo Aníbal tomó el mando del ejército cartaginés en esa región en el 221 a.C., y en el 219 a.C. atacó y capturó Sagunto, una ciudad hispánica aliada de Roma. Ello desencadenó la segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.). En la primavera del año 218 a.C. Aníbal marchó con un gran ejército, formado por escuadrones de elefantes, a través de Hispania y la Galia, cruzó los Alpes y atacó a los romanos en Italia antes de que estuvieran preparados para la guerra, consolidando una buena posición en el norte del país, al tiempo que Hispania pasaba a ser una parte importante del teatro de operaciones. Hacia el 216 a.C. había obtenido dos importantes victorias, en el lago Trasimeno y en la ciudad de Cannas, llegando al sur de Italia. A pesar de sus peticiones, Cartago le envió insuficientes refuerzos hasta el 207 a.C., cuando su hermano Asdrúbal salió de Hispania con un ejército para unirse a él. Asdrúbal cruzó los Alpes, pero en una batalla en el río Metauro, en el norte de Italia, fue derrotado. Mientras tanto, el general romano Publio Cornelio Escipión, conocido como Escipión el Africano, había derrotado a los cartagineses en Hispania, tras arribar en el 218 a.C. a Emporion (Ampurias); y en el 204 a.C. desembarcó en el norte de África. Los cartagineses llamaron a Aníbal para defenderse contra Escipión, pero fue derrotado, al mando de un ejército de reclutas desentrenados, por el general romano en la batalla de Zama en el 202 a.C.
Tercera Guerra Púnica
Sin embargo, en el siglo II a.C., Cartago continuó comerciando, y, aunque era una potencia menor, su resurgimiento acabó por irritar a Roma. En el 153 a.C., los discursos del censor Catón el Viejo, quien persistía en demandar Delenda est Carthago (“Cartago debe ser destruida”), incitaron aún más a los romanos contra los cartagineses. Una violación, sin importancia, del anterior tratado por parte de Cartago, dio a los romanos el pretexto para empezar la tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.). Bajo el mando de Publio Cornelio Escipión Emiliano, capturaron la ciudad de Cartago, la arrasaron y vendieron a los habitantes sobrevivientes como esclavos. El poder de Roma adquirió desde entonces unas características nuevas, fundamentadas todas ellas en el hecho de que pasaba a ser absoluta dominadora del Mediterráneo occidental.
Tras haberse adueñado de Italia hasta el extremo meridional, Roma intentó también apoderarse también de Sicilia, entrando así en conflicto con Cartago, en el norte de África, que era entonces la mayor potencia marítima y comercial del mediterráneo occidental. El año 264 a.C comenzó con una serie de tres guerras sangrientas y enconadas, llamadas “Guerras Púnicas”.
Primera Guerra Púnica
La primera Guerra Púnica (264-241 a.C.) se debió a la rivalidad política y económica entre los dos poderes. Se inició cuando un grupo de soldados mercenarios (mamertinos) de Campania cercados en la ciudad siciliana de Messina (Mesina), solicitaron ayuda a Roma y Cartago contra Hierón II de Siracusa. Cartago ya controlaba parte de Sicilia; los romanos respondieron a esa petición con la intención de expulsar a los cartagineses de la isla. Después de construir su primera gran flota, los romanos derrotaron a los cartagineses en la batalla de Milai (260 a.C.), cerca de la costa norte de Sicilia, pero no consiguieron ocupar la isla. En el 256 a.C. el ejército romano bajo el mando de Marco Atilio Régulo estableció una base en el norte de África, pero al año siguiente el ejército cartaginés le capturó. Durante los trece años siguientes la guerra se desarrolló en gran parte en el mar, alrededor de Sicilia. El conflicto terminó con una batalla naval en el 241 a.C., en la que los romanos tomaron Sicilia; en el 237 a.C. conquistaron Cerdeña y Córcega, hasta entonces en manos cartaginesas.
Segunda Guerra Púnica
Amílcar Barca, que dirigió a los derrotados en el 241 a.C., dedicó el resto de su vida a fortalecer el poder cartaginés en Hispania, para compensar la pérdida de Sicilia. Su hijo Aníbal tomó el mando del ejército cartaginés en esa región en el 221 a.C., y en el 219 a.C. atacó y capturó Sagunto, una ciudad hispánica aliada de Roma. Ello desencadenó la segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.). En la primavera del año 218 a.C. Aníbal marchó con un gran ejército, formado por escuadrones de elefantes, a través de Hispania y la Galia, cruzó los Alpes y atacó a los romanos en Italia antes de que estuvieran preparados para la guerra, consolidando una buena posición en el norte del país, al tiempo que Hispania pasaba a ser una parte importante del teatro de operaciones. Hacia el 216 a.C. había obtenido dos importantes victorias, en el lago Trasimeno y en la ciudad de Cannas, llegando al sur de Italia. A pesar de sus peticiones, Cartago le envió insuficientes refuerzos hasta el 207 a.C., cuando su hermano Asdrúbal salió de Hispania con un ejército para unirse a él. Asdrúbal cruzó los Alpes, pero en una batalla en el río Metauro, en el norte de Italia, fue derrotado. Mientras tanto, el general romano Publio Cornelio Escipión, conocido como Escipión el Africano, había derrotado a los cartagineses en Hispania, tras arribar en el 218 a.C. a Emporion (Ampurias); y en el 204 a.C. desembarcó en el norte de África. Los cartagineses llamaron a Aníbal para defenderse contra Escipión, pero fue derrotado, al mando de un ejército de reclutas desentrenados, por el general romano en la batalla de Zama en el 202 a.C.
Tercera Guerra Púnica
Sin embargo, en el siglo II a.C., Cartago continuó comerciando, y, aunque era una potencia menor, su resurgimiento acabó por irritar a Roma. En el 153 a.C., los discursos del censor Catón el Viejo, quien persistía en demandar Delenda est Carthago (“Cartago debe ser destruida”), incitaron aún más a los romanos contra los cartagineses. Una violación, sin importancia, del anterior tratado por parte de Cartago, dio a los romanos el pretexto para empezar la tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.). Bajo el mando de Publio Cornelio Escipión Emiliano, capturaron la ciudad de Cartago, la arrasaron y vendieron a los habitantes sobrevivientes como esclavos. El poder de Roma adquirió desde entonces unas características nuevas, fundamentadas todas ellas en el hecho de que pasaba a ser absoluta dominadora del Mediterráneo occidental.