Tradicionalmente desde Hipócrates hasta Pasteur, las visiones de la medicina antigua era que las enfermedades provenían de adentro del cuerpo debido a un desequilibrio de humores, en vez de ser creadas por microorganismos que se expandían entre personas a través del aire o material contaminado.2
El Átharva Vedá es el primer texto antiguo que menciona a la medicina. El texto identifica las causas de la enfermedad como agentes causales vivos[cita requerida] como el iatudhānia, el kimīdi, el krimi y el durṇama. El texto explica cómo matarlos con una variedad de hierbas a fin de contrarrestar la enfermedad (véase XIX.34.9).
Una de las primeras referencias occidentales a esta hipótesis aparece en De agricultura de Marcus Terentius Varro (publicado en el 36 a. C.) donde hay una advertencia sobre encontrar una granja en la proximidad de las ciénagas:
...y porque hay criadas ciertas criaturas diminutas que no pueden verse con los ojos, que flotan en el aire y entran en el cuerpo a través de la boca y la nariz y allí causan graves enfermedades.4
En el Canon de medicina (1020), Abū Alī ibn Sīnā (Avicena) expuso que la secreción corporal está contaminada por cuerpos terrenales exteriores sucios antes de estar infectado.5 También descubrió la naturaleza contagiosa de la tuberculosis y otras enfermedades infecciosas, e introdujo la cuarentena como una manera de limitar la propagación de enfermedades contagiosas.6
Cuando la peste bubónica de la Peste Negra llegó a al-Ándalus en el siglo XIV, Ibn Jatima supuso que las enfermedades infecciosas eran causadas por «cuerpos diminutos» que entraban en el cuerpo humano y causaban la enfermedad. Otro médico andaluz del siglo XIV, Ibn al-Jatib, escribió un tratado llamado De la peste, en donde afirma:5
La existencia de contagio es conocida por la experiencia, la investigación, la evidencia de los sentidos e informes fidedignos. Estos hechos constituyen un argumento de peso. El hecho de la infección se vuelve claro al investigador que nota cómo aquel que establece contacto con el afligido coge la enfermedad, mientras que aquel que no está en contacto permanece sano, y cómo la transmisión es afectada a través de prendas, vasijas y pendientes.
Girolamo Fracastoro en 1546 fue el primero en sostener una hipótesis más o menos precisa de que las enfermedades epidémicas estaban causadas por agentes vivos, los cuales se podían transmitir por contacto de objetos contaminados o incluso el aire.2
Tradicionalmente desde Hipócrates hasta Pasteur, las visiones de la medicina antigua era que las enfermedades provenían de adentro del cuerpo debido a un desequilibrio de humores, en vez de ser creadas por microorganismos que se expandían entre personas a través del aire o material contaminado.2
El Átharva Vedá es el primer texto antiguo que menciona a la medicina. El texto identifica las causas de la enfermedad como agentes causales vivos[cita requerida] como el iatudhānia, el kimīdi, el krimi y el durṇama. El texto explica cómo matarlos con una variedad de hierbas a fin de contrarrestar la enfermedad (véase XIX.34.9).
Una de las primeras referencias occidentales a esta hipótesis aparece en De agricultura de Marcus Terentius Varro (publicado en el 36 a. C.) donde hay una advertencia sobre encontrar una granja en la proximidad de las ciénagas:
...y porque hay criadas ciertas criaturas diminutas que no pueden verse con los ojos, que flotan en el aire y entran en el cuerpo a través de la boca y la nariz y allí causan graves enfermedades.4
En el Canon de medicina (1020), Abū Alī ibn Sīnā (Avicena) expuso que la secreción corporal está contaminada por cuerpos terrenales exteriores sucios antes de estar infectado.5 También descubrió la naturaleza contagiosa de la tuberculosis y otras enfermedades infecciosas, e introdujo la cuarentena como una manera de limitar la propagación de enfermedades contagiosas.6
Cuando la peste bubónica de la Peste Negra llegó a al-Ándalus en el siglo XIV, Ibn Jatima supuso que las enfermedades infecciosas eran causadas por «cuerpos diminutos» que entraban en el cuerpo humano y causaban la enfermedad. Otro médico andaluz del siglo XIV, Ibn al-Jatib, escribió un tratado llamado De la peste, en donde afirma:5
La existencia de contagio es conocida por la experiencia, la investigación, la evidencia de los sentidos e informes fidedignos. Estos hechos constituyen un argumento de peso. El hecho de la infección se vuelve claro al investigador que nota cómo aquel que establece contacto con el afligido coge la enfermedad, mientras que aquel que no está en contacto permanece sano, y cómo la transmisión es afectada a través de prendas, vasijas y pendientes.
Girolamo Fracastoro en 1546 fue el primero en sostener una hipótesis más o menos precisa de que las enfermedades epidémicas estaban causadas por agentes vivos, los cuales se podían transmitir por contacto de objetos contaminados o incluso el aire.2