es una moralejaque advierte sobre las consecuencias de confiar en aquellos que se acercan a nosotros con adulaciones y halagos, pero que, en realidad, guardan oscuras intenciones.
La frase, como tal, proviene de la fábula el “Zorro y el Cuervo” de Félix María Samaniego, y se basa en una fábula de Esopo.
es una moralejaque advierte sobre las consecuencias de confiar en aquellos que se acercan a nosotros con adulaciones y halagos, pero que, en realidad, guardan oscuras intenciones.
La frase, como tal, proviene de la fábula el “Zorro y el Cuervo” de Félix María Samaniego, y se basa en una fábula de Esopo.