1 Luchar contra el capitalismo, twitteando desde un iPhone
Si navegas en las redes sociales verás cientos de ejemplos como este. Personas que luchan contra una causa desde sus casas sin mover un pelo por ello. Decir que nos importa la desnutrición infantil en África, cuando le negamos el pan al niño que pasa pidiendo por casa, eso sí que es tener doble moral.
Compartir una imagen de Jesús en Facebook, cuando no nos encontramos con él a solas en la oración, es otro ejemplo. O luchar contra el capitalismo y las grandes corporaciones, cuando todo lo que consumes y compras viene de las multinacionales que tanto detestas.
2 Juzgar a los políticos por corruptos, pero evadir impuestos
Solemos criticar siempre a quienes están en el poder. Ellos son el eje del mal de un país, al parecer. Pero ¿por casa cómo andamos? Quienes están en el poder son tan solo un reflejo de la sociedad.
Si quieres un país libre de corrupción, paga tus impuestos, o deja de realizar trucos y chantajes para pagar menos de lo que debes. Nuestros hijos nos ven que tratamos de mentirosos a los políticos, pero les enseñamos a mentir cuando nuestro vecino llama al teléfono y le decimos “dile que papá no está”.
3 Aceptar los piropos de un compañero apuesto, pero tomar como acoso los de un hombre feo
Tal vez pase desapercibido, pero muchas veces juzgamos el coqueteo a través de su aspecto físico y de nuestras preferencias personales. Es decir, cuando un compañero de trabajo que es verdaderamente apuesto nos dice algún piropo todos los días, nos sonrojamos y lo aceptamos.
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Pero cuando el halago viene de un compañero de trabajo cuyo aspecto no nos gusta para nada, lo tomaremos como acoso, o simplemente nos sentiremos fastidiadas. Esto es, sencillamente, otro ejemplo de doble moral.
4 Regañar a tus hijos por usar el celular, cuando tú lo tienes todo el tiempo en la mano
“Basta de celular por hoy”, le dije a mi hija ayer. “Entonces tú, mamá, también lo dejarás, ¿no?”, me respondió. A veces los padres pretendemos educar a nuestros hijos con las palabras, siendo que las mismas solo convencen, pero es el ejemplo el que verdaderamente educa.
1 Luchar contra el capitalismo, twitteando desde un iPhone
Si navegas en las redes sociales verás cientos de ejemplos como este. Personas que luchan contra una causa desde sus casas sin mover un pelo por ello. Decir que nos importa la desnutrición infantil en África, cuando le negamos el pan al niño que pasa pidiendo por casa, eso sí que es tener doble moral.
Compartir una imagen de Jesús en Facebook, cuando no nos encontramos con él a solas en la oración, es otro ejemplo. O luchar contra el capitalismo y las grandes corporaciones, cuando todo lo que consumes y compras viene de las multinacionales que tanto detestas.
2 Juzgar a los políticos por corruptos, pero evadir impuestos
Solemos criticar siempre a quienes están en el poder. Ellos son el eje del mal de un país, al parecer. Pero ¿por casa cómo andamos? Quienes están en el poder son tan solo un reflejo de la sociedad.
Si quieres un país libre de corrupción, paga tus impuestos, o deja de realizar trucos y chantajes para pagar menos de lo que debes. Nuestros hijos nos ven que tratamos de mentirosos a los políticos, pero les enseñamos a mentir cuando nuestro vecino llama al teléfono y le decimos “dile que papá no está”.
3 Aceptar los piropos de un compañero apuesto, pero tomar como acoso los de un hombre feo
Tal vez pase desapercibido, pero muchas veces juzgamos el coqueteo a través de su aspecto físico y de nuestras preferencias personales. Es decir, cuando un compañero de trabajo que es verdaderamente apuesto nos dice algún piropo todos los días, nos sonrojamos y lo aceptamos.
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Pero cuando el halago viene de un compañero de trabajo cuyo aspecto no nos gusta para nada, lo tomaremos como acoso, o simplemente nos sentiremos fastidiadas. Esto es, sencillamente, otro ejemplo de doble moral.
4 Regañar a tus hijos por usar el celular, cuando tú lo tienes todo el tiempo en la mano
“Basta de celular por hoy”, le dije a mi hija ayer. “Entonces tú, mamá, también lo dejarás, ¿no?”, me respondió. A veces los padres pretendemos educar a nuestros hijos con las palabras, siendo que las mismas solo convencen, pero es el ejemplo el que verdaderamente educa.