eliud200705
Rossini nació en Pésaro, hijo de Giuseppe, apodado "El vivaz", cornista de oficio, y de Anna Guidarini, cantante en los teatros locales. Tocando en la banda municipal a los seis años, Rossini mostró un extraordinario genio musical desde la más temprana edad y estudió música con su padre. Aprendió a tocar la espineta con el vinatero Giuseppe Prinetti; posteriormente estudió con el canónigo Giuseppe Malerbi, en cuya biblioteca leyó las partituras de grandes compositores del pasado. En Bolonia tuvo por primer profesor a Angelo Tesei e ingresó en el prestigioso Liceo Musical, bajo la tutela del sacerdote Stanislao Mattei. Ganó un premio por una cantata que compuso a los dieciséis años de edad.
Como clavecinista acompañante en teatros, Rossini fue llamado para componer una ópera breve en 1810 y, dado el éxito que logró, siguió componiendo, particularmente en Venecia y en Milán, con éxitos sonados en la mayor parte de los casos (su séptima ópera conquistó La Scala con cincuenta y tres funciones iniciales) y repentinos fracasos, pero afianzándose como el primer compositor de su tiempo, a pesar de no contar siquiera veinticinco años de edad. En esos momentos, Rossini llevó a la perfección musical el género bufo. Tuvo la ventaja de contar, ya en esta primera etapa, con grandes cantantes, en quienes pensaba al momento de desarrollar la melodía de los personajes, considerando las posibilidades de sus voces. Algunos de ellos eran Marietta Marcolini, Filipo Galli y Paolo Rosich.
En 1815 fue contratado por el sagaz empresario Domenico Barbaija para componer en Nápoles los teatros que administraba él con subvención gubernamental, el Teatro de San Carlos y el Teatro Del Fondo, en donde produjo óperas serias de inmenso valor para las voces más imponentes puesto que en la compañía de Barbaia se encontraban las más grandes luminarias del tiempo como Manuel García, Isabella Colbran (quien sería luego esposa de Rossini), Giovanni Rubini y otros. Mientras tanto, Rossini también recorre Italia, y creó óperas de todos los géneros (serio, semiserio, bufo), cuya influencia fue absoluta para todos los compositores posteriores y aun contemporáneos, y representó las ya creadas, que contenían melodías que se convertían en hitos inmediatos y permanentes.
En 1816 estrenó, en el Teatro Argentina de Roma y con argumento de Cesare Sterbini, una de las más famosas obras del repertorio operístico: El barbero de Sevilla. Basada en la trilogía literaria del barón francés Pierre-Augustin de Beaumarchais, cuya segunda parte, Las bodas de Fígaro, fue musicalizada por W. A. Mozart, fue durante sus primeras representaciones un fracaso. Posteriormente, Giuseppe Verdi y otros compositores la alabarían efusivamente, y alcanzaría una inmensa fama. Previamente puesta en música por el respetado compositor tarantino Giovanni Paisiello, el Barbero, como muchas otras óperas de Rossini, borró del cartel permanentemente las obras de grandes compositores como Nicola Antonio Zingarelli, Saverio Mercadante, Simon Mayr, Ferdinando Paër, Mosca, Carlo Coccia y el propio Paisiello.
Caricatura de Rossini en la portada de Le Hanneton, 1867. Algunas de las obras de Rossini, conservador por naturaleza pero innovador por sus enormes dimensiones creadoras, sientan las bases del Romanticismo desarrollado por los compositores sucesores .
En 1823 presentó su última ópera en Italia, Semíramis, y se trasladó a Francia (desde donde viajaría en 1824 a Londres en una exitosa gira que le produjo reconocimientos extraordinarios y jugosos estipendios); en París compuso una ópera que celebraba la coronación de Carlos X de Francia, y también su última ópera bufa, además de reelaborar otras dos obras italianas, y en 1829 Guillermo Tell, que supuso su definitiva consagración.
Curiosamente, ésta sería su última ópera, aun cuando le quedaban cuatro decenas de años de vida por delante. Sigue siendo un misterio por qué dejó Rossini de componer óperas tras Guillermo Tell; son muchas las teorías que tratan de dar respuesta a este interrogante, desde el hastío hasta la falta de necesidad, dada la riqueza que ya había acumulado, pasando por abundantes dificultades de salud (gonorrea y ciclos maníaco-depresivos), o quizá porque las circunstancias políticas así lo determinaron. Sin embargo, aunque no volvió a componer otra ópera, no abandonó el mundo musical, y se hizo cargo de la dirección del Théâtre-Italien y del Liceo de Bolonia y siguió componiendo muchísimas obras breves (sin dejar a un lado su otra gran pasión, la gastronomía), así como varias obras religiosas y profanas notabilísimas.
Había contraído nupcias con la cantante española Isabella Colbran en Castenaso, en 1822, pero se separaron legalmente en 1837, y entonces él se fue a vivir con Olympe Pélissier, con quien se casó en 1846, una vez que murió Isabella en 1845.
Como clavecinista acompañante en teatros, Rossini fue llamado para componer una ópera breve en 1810 y, dado el éxito que logró, siguió componiendo, particularmente en Venecia y en Milán, con éxitos sonados en la mayor parte de los casos (su séptima ópera conquistó La Scala con cincuenta y tres funciones iniciales) y repentinos fracasos, pero afianzándose como el primer compositor de su tiempo, a pesar de no contar siquiera veinticinco años de edad. En esos momentos, Rossini llevó a la perfección musical el género bufo. Tuvo la ventaja de contar, ya en esta primera etapa, con grandes cantantes, en quienes pensaba al momento de desarrollar la melodía de los personajes, considerando las posibilidades de sus voces. Algunos de ellos eran Marietta Marcolini, Filipo Galli y Paolo Rosich.
En 1815 fue contratado por el sagaz empresario Domenico Barbaija para componer en Nápoles los teatros que administraba él con subvención gubernamental, el Teatro de San Carlos y el Teatro Del Fondo, en donde produjo óperas serias de inmenso valor para las voces más imponentes puesto que en la compañía de Barbaia se encontraban las más grandes luminarias del tiempo como Manuel García, Isabella Colbran (quien sería luego esposa de Rossini), Giovanni Rubini y otros. Mientras tanto, Rossini también recorre Italia, y creó óperas de todos los géneros (serio, semiserio, bufo), cuya influencia fue absoluta para todos los compositores posteriores y aun contemporáneos, y representó las ya creadas, que contenían melodías que se convertían en hitos inmediatos y permanentes.
En 1816 estrenó, en el Teatro Argentina de Roma y con argumento de Cesare Sterbini, una de las más famosas obras del repertorio operístico: El barbero de Sevilla. Basada en la trilogía literaria del barón francés Pierre-Augustin de Beaumarchais, cuya segunda parte, Las bodas de Fígaro, fue musicalizada por W. A. Mozart, fue durante sus primeras representaciones un fracaso. Posteriormente, Giuseppe Verdi y otros compositores la alabarían efusivamente, y alcanzaría una inmensa fama. Previamente puesta en música por el respetado compositor tarantino Giovanni Paisiello, el Barbero, como muchas otras óperas de Rossini, borró del cartel permanentemente las obras de grandes compositores como Nicola Antonio Zingarelli, Saverio Mercadante, Simon Mayr, Ferdinando Paër, Mosca, Carlo Coccia y el propio Paisiello.
Caricatura de Rossini en la portada de Le Hanneton, 1867. Algunas de las obras de Rossini, conservador por naturaleza pero innovador por sus enormes dimensiones creadoras, sientan las bases del Romanticismo desarrollado por los compositores sucesores
.
En 1823 presentó su última ópera en Italia, Semíramis, y se trasladó a Francia (desde donde viajaría en 1824 a Londres en una exitosa gira que le produjo reconocimientos extraordinarios y jugosos estipendios); en París compuso una ópera que celebraba la coronación de Carlos X de Francia, y también su última ópera bufa, además de reelaborar otras dos obras italianas, y en 1829 Guillermo Tell, que supuso su definitiva consagración.
Curiosamente, ésta sería su última ópera, aun cuando le quedaban cuatro decenas de años de vida por delante. Sigue siendo un misterio por qué dejó Rossini de componer óperas tras Guillermo Tell; son muchas las teorías que tratan de dar respuesta a este interrogante, desde el hastío hasta la falta de necesidad, dada la riqueza que ya había acumulado, pasando por abundantes dificultades de salud (gonorrea y ciclos maníaco-depresivos), o quizá porque las circunstancias políticas así lo determinaron. Sin embargo, aunque no volvió a componer otra ópera, no abandonó el mundo musical, y se hizo cargo de la dirección del Théâtre-Italien y del Liceo de Bolonia y siguió componiendo muchísimas obras breves (sin dejar a un lado su otra gran pasión, la gastronomía), así como varias obras religiosas y profanas notabilísimas.
Había contraído nupcias con la cantante española Isabella Colbran en Castenaso, en 1822, pero se separaron legalmente en 1837, y entonces él se fue a vivir con Olympe Pélissier, con quien se casó en 1846, una vez que murió Isabella en 1845.