Cuando murió en la guillotina, el 16 de octubre de 1793 (nueve meses después que su marido, Luis XVI, tuviera el mismo fin), había sido denigrada como una mujer frívola, egoísta e inmoral, cuyo fastuoso estilo de vida había agravado la desigualdad económica de Francia.
No obstante y para ser honestos, María Antonieta no fue una santa. Creía que la monarquía borbónica francesa fue establecida por Dios, y por ello no aceptaba la idea de que la realeza fuera igual que sus súbditos; además, empolvaba sus pelucas con harina cuando muchos franceses no tenían pan.
Maria Antonieta
Cuando murió en la guillotina, el 16 de octubre de 1793 (nueve meses después que su marido, Luis XVI, tuviera el mismo fin), había sido denigrada como una mujer frívola, egoísta e inmoral, cuyo fastuoso estilo de vida había agravado la desigualdad económica de Francia.
No obstante y para ser honestos, María Antonieta no fue una santa. Creía que la monarquía borbónica francesa fue establecida por Dios, y por ello no aceptaba la idea de que la realeza fuera igual que sus súbditos; además, empolvaba sus pelucas con harina cuando muchos franceses no tenían pan.