Tengo la impresión de que quienes comentan o teorizan sobre la evolución del álbum narrativo, por lo general, no se detienen en los componentes que responden al género o a los subgéneros narrativos stricto sensu. Leo artículos que aclaran, a menudo, que el libro es narrativo en su esquema literario, pero el comentarista, el crítico o el estudioso no se detiene en considerar el modo en que lo es. En general, con los álbumes narrativos, es como si el análisis detenido de las interacciones entre imagen y texto ya fuese suficiente a la hora de comentar el libro, y no hubiera, entonces, mayor necesidad de andar especificando las correspondencias de género narrativo que el álbum puede llegar a comportar.
En los álbumes narrativos, así lo pienso, no estaría mal deslizar comentarios en esa dirección, pues también el ojo puede detenerse, y mirar, y leer mejor, si va prevenido sobre esas correspondencias. A mí, por ejemplo, que en el comentario de un álbum se diga que hay elementos del género de terror, o cierto aire del género de la bildungsroman (género de aprendizaje y de formación), o componentes típicos de la picaresca, o la tensión de un western, o que es de carácter epistolar, o que se asemeja al género de relato psicológico de autoayuda emocional, etcétera: todo ello me aporta elementos para la lectura, y lo entiendo como una clave muy oportuna que enriquece la interpretación del significado global del libro, así como sus detalles más ricos, o los más pobres.
Pienso que hay álbumes narrativos para los que ese tipo de comentario puede ser clave a la hora de pensar en la significación global, y para evaluar la interacción entre texto, imagen y gráfica que ofrece el álbum en su construcción. En ese sentido, no sabría cómo hablar de un libro como “Tres portugueses bajo un paraguas (sin contar el muerto)” si no me detuviese en las claves de género del policial clásico.
Respuesta:
Tengo la impresión de que quienes comentan o teorizan sobre la evolución del álbum narrativo, por lo general, no se detienen en los componentes que responden al género o a los subgéneros narrativos stricto sensu. Leo artículos que aclaran, a menudo, que el libro es narrativo en su esquema literario, pero el comentarista, el crítico o el estudioso no se detiene en considerar el modo en que lo es. En general, con los álbumes narrativos, es como si el análisis detenido de las interacciones entre imagen y texto ya fuese suficiente a la hora de comentar el libro, y no hubiera, entonces, mayor necesidad de andar especificando las correspondencias de género narrativo que el álbum puede llegar a comportar.
En los álbumes narrativos, así lo pienso, no estaría mal deslizar comentarios en esa dirección, pues también el ojo puede detenerse, y mirar, y leer mejor, si va prevenido sobre esas correspondencias. A mí, por ejemplo, que en el comentario de un álbum se diga que hay elementos del género de terror, o cierto aire del género de la bildungsroman (género de aprendizaje y de formación), o componentes típicos de la picaresca, o la tensión de un western, o que es de carácter epistolar, o que se asemeja al género de relato psicológico de autoayuda emocional, etcétera: todo ello me aporta elementos para la lectura, y lo entiendo como una clave muy oportuna que enriquece la interpretación del significado global del libro, así como sus detalles más ricos, o los más pobres.
Pienso que hay álbumes narrativos para los que ese tipo de comentario puede ser clave a la hora de pensar en la significación global, y para evaluar la interacción entre texto, imagen y gráfica que ofrece el álbum en su construcción. En ese sentido, no sabría cómo hablar de un libro como “Tres portugueses bajo un paraguas (sin contar el muerto)” si no me detuviese en las claves de género del policial clásico.