La cuestión de la identidad humana dista de estar clara: se trata de una pregunta abrupta y límite frente a la que los filósofos se han quedado muy frecuentemente boquiabiertos y que, tal vez por eso, se ha convertido en tema favorito de sociólogos. Conocer con absoluta precisión nuestra identidad sería saber más de lo que le es dado saber a un ser humano: viajamos a lomos de misterios y vamos hacia lo desconocido; en el camino, hacia lo que llamamos nuestra madurez creemos llegar a saber quiénes somos, pero nunca podemos estar ciertos del todo porque nos sabemos, en general, invitados a una representación a la que no habíamos solicitado previamente nuestra presencia, y que se acabará, según una de las pocas cosas de que estamos ciertos, en un momento que nos es desconocido.
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Resumen:
La cuestión de la identidad humana dista de estar clara: se trata de una pregunta abrupta y límite frente a la que los filósofos se han quedado muy frecuentemente boquiabiertos y que, tal vez por eso, se ha convertido en tema favorito de sociólogos. Conocer con absoluta precisión nuestra identidad sería saber más de lo que le es dado saber a un ser humano: viajamos a lomos de misterios y vamos hacia lo desconocido; en el camino, hacia lo que llamamos nuestra madurez creemos llegar a saber quiénes somos, pero nunca podemos estar ciertos del todo porque nos sabemos, en general, invitados a una representación a la que no habíamos solicitado previamente nuestra presencia, y que se acabará, según una de las pocas cosas de que estamos ciertos, en un momento que nos es desconocido.