- Participando, antes que nada, de la celebración eucarística, la cual es verdaderamente, para todo bautizado, el corazón del domingo. “Sin domingo no podemos vivir”: así proclamó uno de los cristianos que sufrió el martirio bajo Diocleciano en el siglo IV, precisamente porque no quiso renunciar a celebrar la Eucaristía dominical.
- Y también mediante la oración, las obras de caridad y la abstención del trabajo.
- Participando, antes que nada, de la celebración eucarística, la cual es verdaderamente, para todo bautizado, el corazón del domingo. “Sin domingo no podemos vivir”: así proclamó uno de los cristianos que sufrió el martirio bajo Diocleciano en el siglo IV, precisamente porque no quiso renunciar a celebrar la Eucaristía dominical.
- Y también mediante la oración, las obras de caridad y la abstención del trabajo.