Ludovico Pío, hijo de Carlomagno, reinó cerca de treinta años (814 al 840); pero pronto después de su muerte se entablaron entre sus tres hijos luchas furibundas que se terminaron con la paz de Verdún (843), quedando el imperio dividido para siempre.
A pesar de sus esfuerzos y su empeño, Carlomagno no logró dotar a su Imperio de una organización política que pudiera subsistir x sí misma a las amenazas que se cernían sobre él. Toda la organización del Imperio descansaba sobre una condición necesaria: LA FIDELIDAD DE LOS NOBLES AL EMPERADOR y Rey de los Francos y de los lombardos. Todo ello en un contexto económico y social en el cual los condados se volvían cada vez más autónomos: en principio, como resultaba muy costoso mantener a un guerrero a caballo con todo su equipamiento, sólo los grandes propietarios podían permitírselo y los restantes hombres libres no tenían otra alternativa que encomendarse a un señor como vasallos.
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Ludovico Pío, hijo de Carlomagno, reinó cerca de treinta años (814 al 840); pero pronto después de su muerte se entablaron entre sus tres hijos luchas furibundas que se terminaron con la paz de Verdún (843), quedando el imperio dividido para siempre.
A pesar de sus esfuerzos y su empeño, Carlomagno no logró dotar a su Imperio de una organización política que pudiera subsistir x sí misma a las amenazas que se cernían sobre él. Toda la organización del Imperio descansaba sobre una condición necesaria: LA FIDELIDAD DE LOS NOBLES AL EMPERADOR y Rey de los Francos y de los lombardos. Todo ello en un contexto económico y social en el cual los condados se volvían cada vez más autónomos: en principio, como resultaba muy costoso mantener a un guerrero a caballo con todo su equipamiento, sólo los grandes propietarios podían permitírselo y los restantes hombres libres no tenían otra alternativa que encomendarse a un señor como vasallos.