Profesor Investigador Titular C. Área de Investigación en Ciencias Clínicas Departamento de Atención a la Salud, Universidad Autónoma Metropolitana.
No se ha terminado de desterrar la magia del ámbito del conocimiento y de la racionalidad del hombre. Es más, la ciencia ha conservado el respeto de los hombres, no por ser ciencia, sino por magia. Porque los teléfonos suenan y hacen posible la comunicación, porque los focos encienden y las naves viajan al espacio hay confianza en la ciencia. Como ciencia ha emigrado a un limbo en el que el pensamiento del hombre común no le puede seguir. No deja de sorprender que la ciencia haya recorrido un camino escabroso para aterrizar en un sistema dominado por la estadística y la probabilidad. El hombre, en busca del verdadero rostro de la realidad, se topa con dificultades de índole diversa. La ciencia depende de lo observado y del observador; el conocimiento de la naturaleza, desde los enfoques empíricos, es sólo la síntesis de lo que el investigador logra ver en ella. Por otra parte, hay una barrera infranqueable de la certidumbre, como lo expresa la ley de la indeterminación. Además, la naturaleza tiene una especie de máscara, construida con las dos nociones típicas del paisaje horizontal y de las proyecciones verticales; la estadística, ciencia de las regularidades y de los hechos indistintos e indiferentes, paisaje horizontal y la probabilidad, medida o escala de lo excepcional, único, paisaje vertical. En el paisaje horizontal se transmite la tradición, mientras en el vertical se renueva; en el horizontal se investiga el cómo, se trata de especialistas que pueden lograr avances de la ciencia en corto, pero nada más. Su panorama no se extiende arriba de sus ojos, mientras en el vertical del por qué se hace progresar la ciencia a grandes saltos, logrando nuevas visiones de conjunto, tratando de abarcar espacios más amplios del saber. Esta clase de intentos ambiciosos es riesgosa y expuesta a la frustración, pero si se logran sintetizar los conocimientos parciales con nuevos enfoques teóricos de carácter revolucionario, la ciencia avanza en poco tiempo lo que no había logrado en cien o más años. Baste señalar como ejemplos las teorías de Plank, Einstein y Heisenberg en física, la introducción de la psicología y del estudio de las emociones del hombre a la ciencia, la teoría bacteriana de la enfermedad, el conocimiento de las vacunas y más recientemente el conocimiento del genoma humano.
Volviendo al campo de las ciencias del hombre, en particular de los procesos de adquisición del conocimiento, el investigador se topa con grandes dificultades para organizar la explicación causal. Se adhiere a ciertos procedimientos como la explicación por reducción psicofisiológica, por reducción fisicalista, por reducción organicista, por modelos analógicos abstractos, etc. La neurociencia cognitiva y las nuevas tecnologías de imagen desarrolladas para la medicina y la investigación biomédica apuntan en este sentido. Hay una cierta reminiscencia del ámbito mágico al considerar el método científico; una clase de fe en los detalles del método, en la validación de los instrumentos de investigación, en la necesidad de contar con grupos control en los que no se manipulen las variables a estudiar, aun en la propia estadística, al margen del contexto teórico, considerando válidas ciertas asociaciones que pueden ser espurias. Los modernos se ufanan de haber superado las cerrazones que sufrieron Galileo y otros, pero no se dan cuenta de la fuerza con que actúan hoy, en sí mismos, en los hombres de ciencia.
Aún no contamos con datos que sustenten un despegue vertical en el campo de las ciencias clínicas; tampoco se trata de cuestionar la aplicación del método científico en la clínica y en las ciencias del hombre. Simplemente se pretende discutir la relativización de los métodos.
Explicación:
¡ESPERO QUE TE AYUDE!
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jimenareyes1209
amigo eso y lo habia visto antes pero gracias
Respuesta: ¡HOLA!
Profesor Investigador Titular C. Área de Investigación en Ciencias Clínicas Departamento de Atención a la Salud, Universidad Autónoma Metropolitana.
No se ha terminado de desterrar la magia del ámbito del conocimiento y de la racionalidad del hombre. Es más, la ciencia ha conservado el respeto de los hombres, no por ser ciencia, sino por magia. Porque los teléfonos suenan y hacen posible la comunicación, porque los focos encienden y las naves viajan al espacio hay confianza en la ciencia. Como ciencia ha emigrado a un limbo en el que el pensamiento del hombre común no le puede seguir. No deja de sorprender que la ciencia haya recorrido un camino escabroso para aterrizar en un sistema dominado por la estadística y la probabilidad. El hombre, en busca del verdadero rostro de la realidad, se topa con dificultades de índole diversa. La ciencia depende de lo observado y del observador; el conocimiento de la naturaleza, desde los enfoques empíricos, es sólo la síntesis de lo que el investigador logra ver en ella. Por otra parte, hay una barrera infranqueable de la certidumbre, como lo expresa la ley de la indeterminación. Además, la naturaleza tiene una especie de máscara, construida con las dos nociones típicas del paisaje horizontal y de las proyecciones verticales; la estadística, ciencia de las regularidades y de los hechos indistintos e indiferentes, paisaje horizontal y la probabilidad, medida o escala de lo excepcional, único, paisaje vertical. En el paisaje horizontal se transmite la tradición, mientras en el vertical se renueva; en el horizontal se investiga el cómo, se trata de especialistas que pueden lograr avances de la ciencia en corto, pero nada más. Su panorama no se extiende arriba de sus ojos, mientras en el vertical del por qué se hace progresar la ciencia a grandes saltos, logrando nuevas visiones de conjunto, tratando de abarcar espacios más amplios del saber. Esta clase de intentos ambiciosos es riesgosa y expuesta a la frustración, pero si se logran sintetizar los conocimientos parciales con nuevos enfoques teóricos de carácter revolucionario, la ciencia avanza en poco tiempo lo que no había logrado en cien o más años. Baste señalar como ejemplos las teorías de Plank, Einstein y Heisenberg en física, la introducción de la psicología y del estudio de las emociones del hombre a la ciencia, la teoría bacteriana de la enfermedad, el conocimiento de las vacunas y más recientemente el conocimiento del genoma humano.
Volviendo al campo de las ciencias del hombre, en particular de los procesos de adquisición del conocimiento, el investigador se topa con grandes dificultades para organizar la explicación causal. Se adhiere a ciertos procedimientos como la explicación por reducción psicofisiológica, por reducción fisicalista, por reducción organicista, por modelos analógicos abstractos, etc. La neurociencia cognitiva y las nuevas tecnologías de imagen desarrolladas para la medicina y la investigación biomédica apuntan en este sentido. Hay una cierta reminiscencia del ámbito mágico al considerar el método científico; una clase de fe en los detalles del método, en la validación de los instrumentos de investigación, en la necesidad de contar con grupos control en los que no se manipulen las variables a estudiar, aun en la propia estadística, al margen del contexto teórico, considerando válidas ciertas asociaciones que pueden ser espurias. Los modernos se ufanan de haber superado las cerrazones que sufrieron Galileo y otros, pero no se dan cuenta de la fuerza con que actúan hoy, en sí mismos, en los hombres de ciencia.
Aún no contamos con datos que sustenten un despegue vertical en el campo de las ciencias clínicas; tampoco se trata de cuestionar la aplicación del método científico en la clínica y en las ciencias del hombre. Simplemente se pretende discutir la relativización de los métodos.
Explicación:
¡ESPERO QUE TE AYUDE!