El hombre enfrenta los retos que impone la escasez de recursos agrupándose en sociedades, cada vez más grandes, de tal forma de alcanzar mayores niveles de eficiencia en el uso de los escasos recursos, a través de la especialización y las economías de escala. Esto plantea la necesidad de adoptar algún sistema de organización y coordinación de decisiones y esfuerzos de tal forma de optimizar el empleo de los recursos. En términos dicotómicos considérese los sistemas extremos de libre mercado y el de planificación central. Es claro que, a pesar de la crisis actual, se tiene un amplio consenso en la gran superioridad del primero respecto del segundo. ¿En qué descansa la fortaleza del sistema de libre mercado?
El libre mercado deja a cada entidad que resuelva su propio problema de optimización de uso de los recursos a los cuales tenga acceso. Cómo puede esto garantizar que a nivel global se llegue a una solución eficiente para la sociedad. Cómo la suma de óptimos locales podría llevar a un óptimo global. Más aún, si se tiene en cuenta que los seres humanos son por naturaleza egoistas, ambiciosos y codiciosos. ¿No será más sensato un sistema de planificación central que busque de optimizar el sistema global, esto es que contemple el bosque y no el árbol? En dónde está la fortaleza del mercado.
La fortaleza del mercado está en lo que Adam Smith llamó “la mano invisible” del mercado. ¿Cómo funciona esta mano invisible? El libre mercado trata de recompensar a cada quién según su contribución para con la sociedad, esto es, en teoría, la producción se reparte de acuerdo a la contribución de cada quién en la generación de esta producción. De esta forma, para tener un mayor acceso a bienes y servicios, cada individuo debe de buscar, sin saberlo, de maximizar su contribución para con la sociedad. Esto es, se alinea el objetivo individual con el objetivo social, canaliza la ambición y codicia de los individuos hacia la generación de valor para la sociedad. Cada individuo buscando de maximizar su bienestar termina contribuyendo con la sociedad. No es que el taxista salga a prestar servicios porque esté preocupado por cómo se va a movilizar la gente, sale por generar ingresos para si mismo, sin importarle el resto, pero el mercado orienta este comportamiento hacia el servicio para con la sociedad. El taxista saldrá a prestar servicios a la hora en que pueda encontrar más clientes, persiguiendo sus propios intereses.
Esto explica automatismos poderosos del mercado. Así, un individuo que sale a trabajar se detiene previamente en el puesto de periódicos y adquiere uno, sin haber coordinado previamente con el dueño del puesto para que este tenga el diario de su elección, a la hora en que lo desea, entra a una cafetería en que encuentra el café de su elección sin necesidad de aviso anticipado, posteriormente encuentra un taxi sin haber coordinado previamente con el taxista, etc. De esta forma se explica cómo ciertos futbolistas y cantantes de rock pueden ganar millones y un médico del seguro social del Perú, que salva vidas, una cantidad de sobrevivencia. ¿A cuánta gente hace feliz el futbolista los fines de semana, después de haber laborado intensamente durante la semana?, el médico salvará la vida de un individuo durante esa semana, haciendo feliz a su paciente y su círculo cercano, pero no a millones de personas, cuyo único entretenimiento es, al término de una semana de arduo trabajo, encender el televisor y ver fútbol. En todo caso cada consumidor voluntariamente decide a quién se debe recompensar cuando entrega unidades monetarias en lo que adquiere.
La magia del mercado está en esta alineación del objetivo particular con el social, reconociendo la naturaleza humana caracterizada por el egoismo, la codicia y la ambición. No existe nada más social que un empresario pensando las 24 horas del día qué desea la gente.
El hombre enfrenta los retos que impone la escasez de recursos agrupándose en sociedades, cada vez más grandes, de tal forma de alcanzar mayores niveles de eficiencia en el uso de los escasos recursos, a través de la especialización y las economías de escala. Esto plantea la necesidad de adoptar algún sistema de organización y coordinación de decisiones y esfuerzos de tal forma de optimizar el empleo de los recursos. En términos dicotómicos considérese los sistemas extremos de libre mercado y el de planificación central. Es claro que, a pesar de la crisis actual, se tiene un amplio consenso en la gran superioridad del primero respecto del segundo. ¿En qué descansa la fortaleza del sistema de libre mercado?
El libre mercado deja a cada entidad que resuelva su propio problema de optimización de uso de los recursos a los cuales tenga acceso. Cómo puede esto garantizar que a nivel global se llegue a una solución eficiente para la sociedad. Cómo la suma de óptimos locales podría llevar a un óptimo global. Más aún, si se tiene en cuenta que los seres humanos son por naturaleza egoistas, ambiciosos y codiciosos. ¿No será más sensato un sistema de planificación central que busque de optimizar el sistema global, esto es que contemple el bosque y no el árbol? En dónde está la fortaleza del mercado.
La fortaleza del mercado está en lo que Adam Smith llamó “la mano invisible” del mercado. ¿Cómo funciona esta mano invisible? El libre mercado trata de recompensar a cada quién según su contribución para con la sociedad, esto es, en teoría, la producción se reparte de acuerdo a la contribución de cada quién en la generación de esta producción. De esta forma, para tener un mayor acceso a bienes y servicios, cada individuo debe de buscar, sin saberlo, de maximizar su contribución para con la sociedad. Esto es, se alinea el objetivo individual con el objetivo social, canaliza la ambición y codicia de los individuos hacia la generación de valor para la sociedad. Cada individuo buscando de maximizar su bienestar termina contribuyendo con la sociedad. No es que el taxista salga a prestar servicios porque esté preocupado por cómo se va a movilizar la gente, sale por generar ingresos para si mismo, sin importarle el resto, pero el mercado orienta este comportamiento hacia el servicio para con la sociedad. El taxista saldrá a prestar servicios a la hora en que pueda encontrar más clientes, persiguiendo sus propios intereses.
Esto explica automatismos poderosos del mercado. Así, un individuo que sale a trabajar se detiene previamente en el puesto de periódicos y adquiere uno, sin haber coordinado previamente con el dueño del puesto para que este tenga el diario de su elección, a la hora en que lo desea, entra a una cafetería en que encuentra el café de su elección sin necesidad de aviso anticipado, posteriormente encuentra un taxi sin haber coordinado previamente con el taxista, etc. De esta forma se explica cómo ciertos futbolistas y cantantes de rock pueden ganar millones y un médico del seguro social del Perú, que salva vidas, una cantidad de sobrevivencia. ¿A cuánta gente hace feliz el futbolista los fines de semana, después de haber laborado intensamente durante la semana?, el médico salvará la vida de un individuo durante esa semana, haciendo feliz a su paciente y su círculo cercano, pero no a millones de personas, cuyo único entretenimiento es, al término de una semana de arduo trabajo, encender el televisor y ver fútbol. En todo caso cada consumidor voluntariamente decide a quién se debe recompensar cuando entrega unidades monetarias en lo que adquiere.
La magia del mercado está en esta alineación del objetivo particular con el social, reconociendo la naturaleza humana caracterizada por el egoismo, la codicia y la ambición. No existe nada más social que un empresario pensando las 24 horas del día qué desea la gente.