El problema de la causalidad universal está planteado y resuelto por los filósofos neoplatónicos de la Antigüedad Tardía a partir del principio de acuerdo con el cual todo ente extrae el propio origen a partir de un principio superior y trascendente: el Uno. Sin embargo, sobre esta línea unitaria, tal principio explica arquitecturas de lo real que no se sobreponen. En el fragmento de una Epístola a Macedonio, conservado en el Anthologion de Juan Estobeo (I 5. 17 pp. 80. 10–81–6 W.), Jámblico retoma literalmente la proposición de Plotino de que "todos los seres son seres en virtud del uno" (tratado 9, 1. 1), pero la somete a la exigencia de una jerarquía de lo divino y de lo sensible, extraña al pensamiento plotiniano. En efecto, la usa para describir la modalidad con base en la cual se constituyen los grados de realidad que son propios de su sistema, desde la primera forma de ser —llamada "aquello que es en modo primario"— hasta el destino, a través de los principios de las clases de los seres universales —las "causas totales"— y las causas naturales. A cada uno de estos niveles, la unidad participada se coloca en el origen de la serie ontológica que deriva de ella y constituye su fundamento. Ella se coloca, además, como fundamento de las causas mismas: les confiere su poder eficiente, les proporciona el modelo de la relación que ellas instauran con cuanto precede y las modalidades que regulan sus recíprocas correspondencias. En última instancia, tal paradigma es funcional para una definición del destino como orden anterior a las cosas ordenadas; un orden uno, simple y superior.
El problema de la causalidad universal está planteado y resuelto por los filósofos neoplatónicos de la Antigüedad Tardía a partir del principio de acuerdo con el cual todo ente extrae el propio origen a partir de un principio superior y trascendente: el Uno. Sin embargo, sobre esta línea unitaria, tal principio explica arquitecturas de lo real que no se sobreponen. En el fragmento de una Epístola a Macedonio, conservado en el Anthologion de Juan Estobeo (I 5. 17 pp. 80. 10–81–6 W.), Jámblico retoma literalmente la proposición de Plotino de que "todos los seres son seres en virtud del uno" (tratado 9, 1. 1), pero la somete a la exigencia de una jerarquía de lo divino y de lo sensible, extraña al pensamiento plotiniano. En efecto, la usa para describir la modalidad con base en la cual se constituyen los grados de realidad que son propios de su sistema, desde la primera forma de ser —llamada "aquello que es en modo primario"— hasta el destino, a través de los principios de las clases de los seres universales —las "causas totales"— y las causas naturales. A cada uno de estos niveles, la unidad participada se coloca en el origen de la serie ontológica que deriva de ella y constituye su fundamento. Ella se coloca, además, como fundamento de las causas mismas: les confiere su poder eficiente, les proporciona el modelo de la relación que ellas instauran con cuanto precede y las modalidades que regulan sus recíprocas correspondencias. En última instancia, tal paradigma es funcional para una definición del destino como orden anterior a las cosas ordenadas; un orden uno, simple y superior.