Villacañas no esconde su drama. En la misma entrada a esta pequeña ciudad de poco más de 10.000 habitantes situada en la profundidad de la provincia de Toledo, el visitante se encuentra de bruces con su realidad. Una larga y recta carretera flanqueada durante centenares de metros por incontables naves industriales que muestran lo que debería ser una intensa actividad económica. Pero esta visión engaña, es el pasado. Las naves están en su mayor parte desiertas. Muy pocas mantienen a duras penas un halo de vida, pero otras muchas, la mayoría, están vacías, prácticamente abandonadas. Son el testigo silencioso de otra época, no muy lejana, de cuando Villacañas era una referencia y producía centenares de miles de puertas. Las que necesitaba el ‘boom’ del ladrillo para equipar los miles de pisos que se construyeron durante los años de la burbuja inmobiliaria a lo largo y ancho del país.
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Villacañas no esconde su drama. En la misma entrada a esta pequeña ciudad de poco más de 10.000 habitantes situada en la profundidad de la provincia de Toledo, el visitante se encuentra de bruces con su realidad. Una larga y recta carretera flanqueada durante centenares de metros por incontables naves industriales que muestran lo que debería ser una intensa actividad económica. Pero esta visión engaña, es el pasado. Las naves están en su mayor parte desiertas. Muy pocas mantienen a duras penas un halo de vida, pero otras muchas, la mayoría, están vacías, prácticamente abandonadas. Son el testigo silencioso de otra época, no muy lejana, de cuando Villacañas era una referencia y producía centenares de miles de puertas. Las que necesitaba el ‘boom’ del ladrillo para equipar los miles de pisos que se construyeron durante los años de la burbuja inmobiliaria a lo largo y ancho del país.