La muerte del dictador Jorge Rafael Videla es un acontecimiento que despierta reacciones de diversa índole, la mayoría de las cuales apuntan a evocar a uno de los personajes más nefastos de la historia argentina, responsable de ejecutar el siniestro plan que sumió al país en la más oscura de sus noches. Sin soslayar la opinión de los grupos -afortunadamente minoritarios-. que reivindican su accionar, quiero referirme a los personajes que a través de las redes sociales e, incluso, desde ciertas tribunas periodísticas, comparan los tiempos dictatoriales con los actuales, intentando trazar lineas de similitud entre un gobierno impuesto a costa de represión y muerte y otro refrendado por el aval democrático de las urnas, como el de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Para la mayoría de aquellos que pudieron sobrevivirla, la dictadura encabezada por el extinto genocida fue una pesadilla larga y sangrienta que no sólo costó la vida de más de 30 mil compatriotas, sino que terminó con la industria nacional, transformando una Nación destinada a ser el motor de latinoamérica, en un esqueleto raquítico que no pudo siquiera autoabastecerse de materias primas. Aún con una importante deuda social todavía sin saldar, la realidad del presente nos encuentra en un lugar bien distinto. Que Videla haya exhalado su último suspiro vital dentro del penal de Marcos Paz y no en una cómoda habitación de su departamento de Barrio Norte, evidencia que los crímenes de lesa humanidad ya no están impunes, como lo estuvieron durante buena parte del período democrático. Que los representantes sindicales puedan discutir la adecuación de sus salarios anualmente frente a los patrones bajo el arbitrio del Estado en paritarias, demuestra que los trabajadores volvieron a tener protagonismo en la discusión por la renta y la distribución del ingreso. Que los periodistas podamos expresar con absoluta libertad nuestras opiniones sin que eso ponga en peligro nuestras vidas -incluso para afirmar con desatino que vivimos en una dictadura- es la prueba fehaciente de que la persecución ideológica y la censura previa son solamente un triste recuerdo. Que los países de la región conciban una integración continental basada en el desarrollo de un mercado común y en la comunión de ideas basadas en aquel viejo precepto sanmartiniano y bolivariano de Patria Grande, y no en una multinacional del terror como fue el Plan Cóndor, también representa una diferencia sustancial.
Podría seguir enumerando una larga lista de hechos y situaciones que marcan distingos evidentes entre uno y otro período, pero me pregunto si no será una pérdida de tiempo. Porque los lectores para quienes increiblemente este momento político es similar a una dictadura, seguirán pensando lo mismo y descalificarán mi opinión aduciendo que soy un periodista "del regimen" porque trabajo a sueldo del "Goebbels" del kirchnerismo. Y aquellos que razonablemente encuentran estas y otras tantas diferencias que las transforman en dos etapas netamente contrapuestas, me sugerirán que no pierda tiempo y espacio en un medio tan importante intentando explicar algo que parece evidente.
Como sea, por suerte estamos a años luz de aquella oscuridad. Ojalá hayamos aprendido lo suficiente como para impedir que las voces de los que quieren confundirnos retrotrayéndonos al pasado, sean solo un eco lejano de un tiempo que ya nunca más volverá.
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creeperhero
Significa:VIVIR DESPUÉS DE ALGÚN ACTO POLÍTICO YA SEA APORTANDO ACTOS PRESIDENCIALES O PATRIMONIALES
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creeperhero
ESO ES MUCHO PORFAVOR HAS ALGO CORTO TUYO Y NO DE INTERNET
Kattyyma18
Que Te Importa Si Lo Saco del Internet ¡ZZz
creeperhero
perdóname si te ofendí es que no es intelectualmente seguro buscarlo asi facilmente tienes que decirlo de tus propias palabras PERDON
La muerte del dictador Jorge Rafael Videla es un acontecimiento que despierta reacciones de diversa índole, la mayoría de las cuales apuntan a evocar a uno de los personajes más nefastos de la historia argentina, responsable de ejecutar el siniestro plan que sumió al país en la más oscura de sus noches. Sin soslayar la opinión de los grupos -afortunadamente minoritarios-. que reivindican su accionar, quiero referirme a los personajes que a través de las redes sociales e, incluso, desde ciertas tribunas periodísticas, comparan los tiempos dictatoriales con los actuales, intentando trazar lineas de similitud entre un gobierno impuesto a costa de represión y muerte y otro refrendado por el aval democrático de las urnas, como el de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Para la mayoría de aquellos que pudieron sobrevivirla, la dictadura encabezada por el extinto genocida fue una pesadilla larga y sangrienta que no sólo costó la vida de más de 30 mil compatriotas, sino que terminó con la industria nacional, transformando una Nación destinada a ser el motor de latinoamérica, en un esqueleto raquítico que no pudo siquiera autoabastecerse de materias primas. Aún con una importante deuda social todavía sin saldar, la realidad del presente nos encuentra en un lugar bien distinto. Que Videla haya exhalado su último suspiro vital dentro del penal de Marcos Paz y no en una cómoda habitación de su departamento de Barrio Norte, evidencia que los crímenes de lesa humanidad ya no están impunes, como lo estuvieron durante buena parte del período democrático. Que los representantes sindicales puedan discutir la adecuación de sus salarios anualmente frente a los patrones bajo el arbitrio del Estado en paritarias, demuestra que los trabajadores volvieron a tener protagonismo en la discusión por la renta y la distribución del ingreso. Que los periodistas podamos expresar con absoluta libertad nuestras opiniones sin que eso ponga en peligro nuestras vidas -incluso para afirmar con desatino que vivimos en una dictadura- es la prueba fehaciente de que la persecución ideológica y la censura previa son solamente un triste recuerdo. Que los países de la región conciban una integración continental basada en el desarrollo de un mercado común y en la comunión de ideas basadas en aquel viejo precepto sanmartiniano y bolivariano de Patria Grande, y no en una multinacional del terror como fue el Plan Cóndor, también representa una diferencia sustancial.
Podría seguir enumerando una larga lista de hechos y situaciones que marcan distingos evidentes entre uno y otro período, pero me pregunto si no será una pérdida de tiempo. Porque los lectores para quienes increiblemente este momento político es similar a una dictadura, seguirán pensando lo mismo y descalificarán mi opinión aduciendo que soy un periodista "del regimen" porque trabajo a sueldo del "Goebbels" del kirchnerismo. Y aquellos que razonablemente encuentran estas y otras tantas diferencias que las transforman en dos etapas netamente contrapuestas, me sugerirán que no pierda tiempo y espacio en un medio tan importante intentando explicar algo que parece evidente.
Como sea, por suerte estamos a años luz de aquella oscuridad. Ojalá hayamos aprendido lo suficiente como para impedir que las voces de los que quieren confundirnos retrotrayéndonos al pasado, sean solo un eco lejano de un tiempo que ya nunca más volverá.