En el siglo V a C, cuando el historiador griego Heródoto viajó a Egipto en busca de información para su historia de las guerras médicas, se encontró frente a frente con un mundo sin parangón con el de Grecia.
Por un lado estaba el cambio de escala física: el inmenso río Nilo, el desierto, los grandes monumentos de la civilización faraónica... Por el otro, Heródoto quedó impactado por la profunda religiosidad y sabiduría de los sacerdotes y escribas de los templos de Sais y otras ciudades del Delta con los que conversó.
Egipto se le apareció entonces como un país con una historia y unas tradiciones de insondable antigüedad; tanto que, en su opinión, la propia cultura griega debería derivar de la egipcia en muchos aspectos.
Por ejemplo, la mitología: «Los nombres de casi todos los dioses han venido a Grecia procedentes también de Egipto», aseguraba el cronista jonio.
En el siglo V a C, cuando el historiador griego Heródoto viajó a Egipto en busca de información para su historia de las guerras médicas, se encontró frente a frente con un mundo sin parangón con el de Grecia.
Por un lado estaba el cambio de escala física: el inmenso río Nilo, el desierto, los grandes monumentos de la civilización faraónica... Por el otro, Heródoto quedó impactado por la profunda religiosidad y sabiduría de los sacerdotes y escribas de los templos de Sais y otras ciudades del Delta con los que conversó.
Egipto se le apareció entonces como un país con una historia y unas tradiciones de insondable antigüedad; tanto que, en su opinión, la propia cultura griega debería derivar de la egipcia en muchos aspectos.
Por ejemplo, la mitología: «Los nombres de casi todos los dioses han venido a Grecia procedentes también de Egipto», aseguraba el cronista jonio.