El proceso educativo, debe estar centrado en el alumno como actor principal en la búsqueda activa de respuestas fundamentadas, a sus propios conflictos y necesidades, poniendo en práctica así, el principio metodológico del aprendizaje en la acción. Naturalmente, que una metodología de este tipo, enriquece y dinamiza el proceso formativo (16).
La Educación Sexual no debe transformarse, sólo en la monótona tarea de dar sermones, consejos y advertencias sobre lo que debiera ser o hacerse en materia de sexo, sino también acerca de lo que es y se hace. Se cree ingenua o hipócritamente, que se educa a los niños y jóvenes ya sea idealizándoles exageradamente la realidad o hablándoles descarnadamente y con lenguaje vulgar.
Es el enfrentamiento a los aspectos conflictivos de la sexualidad, lo que resulta francamente educativo. De allí que la tarea primaria de la Educación Sexual Integral, sea la de capacitar a los jóvenes y también a los adultos, para que logren encontrar por sí mismos, las respuestas adecuadas a las situaciones conflictivas, a que la vida sexual real los enfrenta y de las que resultará, casi imposible sustraerse.
La Educación Sexual, no puede plantearse fuera del contexto de una educación integral del ser humano, es decir en todas sus dimensiones (biológica, psicosocial y afectiva). Dirigida a la persona humana como un todo que es indivisible, puesto que además de la estructura biofísica, tiene la dimensión de los afectos y sentimientos ((15,16)).
El hombre es un ser, que puede gobernarse por su inteligencia y voluntad; en quien el amor, representa uno de los impulsos más vitales, que le permite en un contexto de madurez libremente responsable, entregarse (darse) a otros seres de su propia condición humana. Para que esta capacidad de darse, pueda manifestarse en un individuo, es importante que desde pequeño reciba afecto, cariño, amor, de quienes están en contacto con él/ella, como así mismo que aprenda a dar y a compartir. Esto le facilitará la integración social y por consiguiente le posibilitará el ejercicio de su sexualidad, en un contexto de afecto y servicio. Por esto es necesario, que desde un punto de vista educativo se les aporten a niños/as y jóvenes la información y argumentos necesarios que les permita una postura personal definida y fundamentada, que los capacite para discriminar con voluntad e inteligencia, entre lo que la realidad sociocultural le ofrece y lo que su formación, principios y valores le indiquen. Que su comportamiento sea producto de sus convicciones y que estas a su vez sean consecuencia de una reflexión crítica y profunda.
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El proceso educativo, debe estar centrado en el alumno como actor principal en la búsqueda activa de respuestas fundamentadas, a sus propios conflictos y necesidades, poniendo en práctica así, el principio metodológico del aprendizaje en la acción. Naturalmente, que una metodología de este tipo, enriquece y dinamiza el proceso formativo (16).
La Educación Sexual no debe transformarse, sólo en la monótona tarea de dar sermones, consejos y advertencias sobre lo que debiera ser o hacerse en materia de sexo, sino también acerca de lo que es y se hace. Se cree ingenua o hipócritamente, que se educa a los niños y jóvenes ya sea idealizándoles exageradamente la realidad o hablándoles descarnadamente y con lenguaje vulgar.
Es el enfrentamiento a los aspectos conflictivos de la sexualidad, lo que resulta francamente educativo. De allí que la tarea primaria de la Educación Sexual Integral, sea la de capacitar a los jóvenes y también a los adultos, para que logren encontrar por sí mismos, las respuestas adecuadas a las situaciones conflictivas, a que la vida sexual real los enfrenta y de las que resultará, casi imposible sustraerse.
La Educación Sexual, no puede plantearse fuera del contexto de una educación integral del ser humano, es decir en todas sus dimensiones (biológica, psicosocial y afectiva). Dirigida a la persona humana como un todo que es indivisible, puesto que además de la estructura biofísica, tiene la dimensión de los afectos y sentimientos ((15,16)).
El hombre es un ser, que puede gobernarse por su inteligencia y voluntad; en quien el amor, representa uno de los impulsos más vitales, que le permite en un contexto de madurez libremente responsable, entregarse (darse) a otros seres de su propia condición humana. Para que esta capacidad de darse, pueda manifestarse en un individuo, es importante que desde pequeño reciba afecto, cariño, amor, de quienes están en contacto con él/ella, como así mismo que aprenda a dar y a compartir. Esto le facilitará la integración social y por consiguiente le posibilitará el ejercicio de su sexualidad, en un contexto de afecto y servicio. Por esto es necesario, que desde un punto de vista educativo se les aporten a niños/as y jóvenes la información y argumentos necesarios que les permita una postura personal definida y fundamentada, que los capacite para discriminar con voluntad e inteligencia, entre lo que la realidad sociocultural le ofrece y lo que su formación, principios y valores le indiquen. Que su comportamiento sea producto de sus convicciones y que estas a su vez sean consecuencia de una reflexión crítica y profunda.