liska07
Está claro que muchos de los descubrimientos científicos no son fruto de una inspiración surgida de un sueño o de un momento de relajación sino de un proceso lógico y racional digno de nuestra cartesiana educación. No obstante a veces es así y la historia está llena de ejemplos. Aquí presento algunos, sin animo de sacar conclusiones generales de ningún tipo. Sólo quiero ilustrar la importancia que de hecho tiene “la otra cara” de nuestro pensamiento. cuando en medio de una acalorada discusión, parecía imposible salir del punto muerto, Einstein decía tranquilamente en su pintoresco Inglés: “I will a little tink” (es decir, I will think a little: pensaré en ello un poco), pues no sabía pronunciar la th. Luego, en medio del silencio que se hacía de repente, caminaba lentamente de un lado para otro de la habitación o dando vueltas, sin dejar en ningún momento de jugar con un rizo de la cabeza. Su rostro adquiría una expresión somnolienta, lejana y pensativa. no se adivinaba ninguna señal de nerviosismo (relajación para entrar en un estado meditativo), ninguna huella de su intensa concentración ni de la apasionada discusión de un poco antes. Sólo reflejaba una tranquila comunión interior: era Einstein trabajando en su punto culminante. Pasaban varios minutos. Y luego, de repente, aterrizaba de nuevo, con una sonrisa en la boca y una respuesta al problema, pero sin mencionar para nada el razonamiento
cuando en medio de una acalorada discusión, parecía imposible salir del punto muerto, Einstein decía tranquilamente en su pintoresco Inglés: “I will a little tink” (es decir, I will think a little: pensaré en ello un poco), pues no sabía pronunciar la th. Luego, en medio del silencio que se hacía de repente, caminaba lentamente de un lado para otro de la habitación o dando vueltas, sin dejar en ningún momento de jugar con un rizo de la cabeza. Su rostro adquiría una expresión somnolienta, lejana y pensativa. no se adivinaba ninguna señal de nerviosismo (relajación para entrar en un estado meditativo), ninguna huella de su intensa concentración ni de la apasionada discusión de un poco antes. Sólo reflejaba una tranquila comunión interior: era Einstein trabajando en su punto culminante. Pasaban varios minutos. Y luego, de repente, aterrizaba de nuevo, con una sonrisa en la boca y una respuesta al problema, pero sin mencionar para nada el razonamiento