La expansión musulmana o la expansión del islam comenzó en la península arábiga al suroeste de Asia y Oceanía. Es la denominación que suele darse a las conquistas militares o las reformas de comercio de la civilización árabe musulmana en las que caerían el Imperio sasánida, el norte de África, y la Península Ibérica, incluyendo partes del Imperio bizantino.1 También está incluida en esta denominación el influjo de los comerciantes en el Magreb y en África, y las misiones hechas en Filipinas.
Este período empezó desde el año 624, cuando Mahoma organizó en Medina una comunidad de soldados que pronto se volvió lo bastante fuerte para unificar toda la península arábiga.2 Tras la muerte de Mahoma en el 632, el islam tuvo una expansión sorprendentemente rápida durante alrededor de un siglo, favorecido en primera instancia por la debilidad del Imperio bizantino,2 y ocupó todo el norte de África, Irán, la parte meridional del Asia Central, el oeste del subcontinente indio, España y el sur de Francia. Esta primera etapa concluyó con varias derrotas, como la batalla de Poitiers (732) y otras frente a los bizantinos e hindúes, y con la disolución del Califato Omeya.3
Durante los siglos siguientes, el islam logró varios avances en otros frentes, como en el resto de Asia Central, en Asia Menor, en el sur de Italia, en Europa oriental, en el Sudeste asiático y en el África subsahariana. Sin embargo, todos estos avances fueron producidos por distintos Estados independientes unos de otros. Mientras estos avances se producían, el islam era obligado a retroceder en Europa occidental, especialmente por la llamada Reconquista española. En el último tercio del siglo XVI, un último Estado musulmán con pretensiones universales, el Imperio Otomano, alcanzó su máxima expansión.4
La expansión musulmana o la expansión del islam comenzó en la península arábiga al suroeste de Asia y Oceanía. Es la denominación que suele darse a las conquistas militares o las reformas de comercio de la civilización árabe musulmana en las que caerían el Imperio sasánida, el norte de África, y la Península Ibérica, incluyendo partes del Imperio bizantino.1 También está incluida en esta denominación el influjo de los comerciantes en el Magreb y en África, y las misiones hechas en Filipinas.
Este período empezó desde el año 624, cuando Mahoma organizó en Medina una comunidad de soldados que pronto se volvió lo bastante fuerte para unificar toda la península arábiga.2 Tras la muerte de Mahoma en el 632, el islam tuvo una expansión sorprendentemente rápida durante alrededor de un siglo, favorecido en primera instancia por la debilidad del Imperio bizantino,2 y ocupó todo el norte de África, Irán, la parte meridional del Asia Central, el oeste del subcontinente indio, España y el sur de Francia. Esta primera etapa concluyó con varias derrotas, como la batalla de Poitiers (732) y otras frente a los bizantinos e hindúes, y con la disolución del Califato Omeya.3
Durante los siglos siguientes, el islam logró varios avances en otros frentes, como en el resto de Asia Central, en Asia Menor, en el sur de Italia, en Europa oriental, en el Sudeste asiático y en el África subsahariana. Sin embargo, todos estos avances fueron producidos por distintos Estados independientes unos de otros. Mientras estos avances se producían, el islam era obligado a retroceder en Europa occidental, especialmente por la llamada Reconquista española. En el último tercio del siglo XVI, un último Estado musulmán con pretensiones universales, el Imperio Otomano, alcanzó su máxima expansión.4