Que quiere decir a santiago ya mahoma todo se vuelve invocar- el cantar del mio cid
ALEJ96
La frase "A Santiago y a Mahoma todo se vuelve invocar" forma parte del poema del Mío Cid, en uno de sus versos y su significado se ha interpretado fuera del contexto del poema y del verso mismo que contiene la frase antes referida; atribuyéndole a su contenido lo que aparentemente quiere decir, así: *Cuando la guerra entre moros y cristianos, en España, más allá de reconocerse en el campo de batalla, por los símbolos y vestimenta que portaba cada bando, definitivamente se identificaban por el grito o la invocación que cada soldado hacía al entrar en la confrontación, puesto que los cristianos gritaban el nombre de "Santiago", invocando al apostol, para su protección y atribución de una eventual victoria, y los moros gritaban "Mahoma", invocando el nombre del profeta, con el mismo fin, pedir su intercesión en la batalla, para el logro favorable de la victoria, a su favor y en su nombre. Y esta interpretación se corresponde con otras partes o versos del mismo poema, ya que en esos otros versos se describe cómo entraron al campo de batalla, los 300 soldados bajo el mando de Don Rodrígo Díaz, el Cid Campeador, y cómo quedó el campo de batalla luego de la lucha y muerte de 1300 moros, a manos de los cristianos; que en cada pasada cada soldado cristiano, mataba a un moro, por tanto iban sumando, 300 en la embestida inicial, 300 en la vuelta, y así hasta sumar la cantidad de 1300 muertos, en las filas moras. Las banderas, pendones y la vestimenta, independientemente de su color, estaban teñidas de rojo, por la sangre derramada, así que solo eran reconocibles o identificables por la invocación de los nombres de Santiago o de Mahoma que hubiesen hecho según el bando al cual pertenecía cada uno de los caídos; de allí que el poeta escribiese que "todo se vuelve invocar" ya que gracias al nombre de quien invocasen en cada asalto, era que podían distinguirse, si eran moros o cristianos, porque no solo los caídos estaban teñidos de sangre, los soldados que aún permanecían vivos y en la lucha (fueran moros o cristianos), también estaban manchados de un mismo color: el de la sangre, propia o ajena que les cubría sus pendones (banderas), mallas y ropaje. Se transcribe el texto de la parte del poema del Mío Cid, donde aparece el verso analizado, a fin de que se compruebe lo acertado o no de esta interpretación: "Embrazaron los escudos delante del corazón: las lanzas ponen en ristre envueltas en su pendón; todos inclinan las caras por encima del arzón y arrancan contra los moros con muy bravo corazón. A grandes voces decía el que en buena hora nació: "¡Heridlos, mis caballeros, por amor del Creador, aquí está el Cid, Don Rodrigo Diaz el Campeador!". Todos caen sobre aquel grupo donde Bermúdez se entró Éranse trescientas lanzas, cada cual con su pendón. Cada guerrero del Cid a un enemigo mató, al revolver para atrás otros tantos muertos son. Allí vierais tantas lanzas, todas subir y bajar, allí vierais tanta adarga romper y agujerear, las mallas de las lorigas allí vierais quebrantar y tantos pendones blancos que rojos de sangre están y tantos buenos caballos que sin sus jinetes van. A Santiago y a Mahoma todo se vuelve invocar. Por aquel campo caídos, en un poco de lugar de moros muertos había unos mil trescientos ya".
*Cuando la guerra entre moros y cristianos, en España, más allá de reconocerse en el campo de batalla, por los símbolos y vestimenta que portaba cada bando, definitivamente se identificaban por el grito o la invocación que cada soldado hacía al entrar en la confrontación, puesto que los cristianos gritaban el nombre de "Santiago", invocando al apostol, para su protección y atribución de una eventual victoria, y los moros gritaban "Mahoma", invocando el nombre del profeta, con el mismo fin, pedir su intercesión en la batalla, para el logro favorable de la victoria, a su favor y en su nombre.
Y esta interpretación se corresponde con otras partes o versos del mismo poema, ya que en esos otros versos se describe cómo entraron al campo de batalla, los 300 soldados bajo el mando de Don Rodrígo Díaz, el Cid Campeador, y cómo quedó el campo de batalla luego de la lucha y muerte de 1300 moros, a manos de los cristianos; que en cada pasada cada soldado cristiano, mataba a un moro, por tanto iban sumando, 300 en la embestida inicial, 300 en la vuelta, y así hasta sumar la cantidad de 1300 muertos, en las filas moras. Las banderas, pendones y la vestimenta, independientemente de su color, estaban teñidas de rojo, por la sangre derramada, así que solo eran reconocibles o identificables por la invocación de los nombres de Santiago o de Mahoma que hubiesen hecho según el bando al cual pertenecía cada uno de los caídos; de allí que el poeta escribiese que "todo se vuelve invocar" ya que gracias al nombre de quien invocasen en cada asalto, era que podían distinguirse, si eran moros o cristianos, porque no solo los caídos estaban teñidos de sangre, los soldados que aún permanecían vivos y en la lucha (fueran moros o cristianos), también estaban manchados de un mismo color: el de la sangre, propia o ajena que les cubría sus pendones (banderas), mallas y ropaje.
Se transcribe el texto de la parte del poema del Mío Cid, donde aparece el verso analizado, a fin de que se compruebe lo acertado o no de esta interpretación:
"Embrazaron los escudos delante del corazón:
las lanzas ponen en ristre envueltas en su pendón;
todos inclinan las caras por encima del arzón
y arrancan contra los moros con muy bravo corazón.
A grandes voces decía el que en buena hora nació:
"¡Heridlos, mis caballeros, por amor del Creador,
aquí está el Cid, Don Rodrigo Diaz el Campeador!".
Todos caen sobre aquel grupo donde Bermúdez se entró
Éranse trescientas lanzas, cada cual con su pendón.
Cada guerrero del Cid a un enemigo mató,
al revolver para atrás otros tantos muertos son.
Allí vierais tantas lanzas, todas subir y bajar,
allí vierais tanta adarga romper y agujerear,
las mallas de las lorigas allí vierais quebrantar
y tantos pendones blancos que rojos de sangre están
y tantos buenos caballos que sin sus jinetes van.
A Santiago y a Mahoma todo se vuelve invocar.
Por aquel campo caídos, en un poco de lugar
de moros muertos había unos mil trescientos ya".