Durante el siglo XIX, el ideario pelucón o conservador hegemonizó la política nacional y fue parte fundamental del sistema político que favoreció profundos cambios políticos y sociales. Desde las primeras disputas por dominar y liderar el proceso independentista, pasando por la construcción de la república, los ensayos constitucionales y los posteriores conflictos al interior de la elite, las ideas conservadoras encontraron su lugar, primero, como parte de la facción que gobernó el país entre 1830 y 1861, y luego, a través de alianzas políticas.
Si bien en la primera parte del siglo XIX las facciones políticas no se organizaron en estructuras partidistas complejas, hacia fines de la década de 1840 y durante toda la década de 1850 aparecieron las principales colectividades políticas. La primera de estas fue el Partido Liberal, que ejerció una fuerte oposición al gobierno autoritario de Manuel Montt. Posteriormente, debido a fuertes rencillas internas del peluconismo gobernante, un importante grupo de ex simpatizantes de Montt decidió alejarse del gobierno y ser parte de la oposición. Este alejamiento tuvo diversas causas: las diferencias respecto al proceso de separación entre la Iglesia y el Estado, el exacerbado presidencialismo, los conflictos judiciales entre el clero y el Estado como la "cuestión del sacristán", y la imposición de Antonio Varas como posible candidato y sucesor de Montt.
Todo lo anterior dio como resultado la división del peluconismo en dos facciones: el Partido Nacional o Monttvarista fundado en 1857 y partidario del gobierno, y el Partido Conservador, fundado ese mismo año para representar a Iglesia católica chilena, a los conservadores radicales o ultramontanos y a los liberales moderados o conservadores "regalistas". Esta división, sumada a la revolución de 1859, que dio como resultado la fundación del Partido Radical, debilitó al gobierno y permitió el surgimiento de la fusión liberal-conservadora, que llevó a la presidencia a José Joaquín Pérez (1800-1889), quien abrió el camino para las reformas constitucionales exigidas por la mayoría del espectro político y la tendiente laicización del Estado chileno.
Entre las décadas de 1860 y 1880, el Partido Conservador tuvo una relación fluctuante con el resto de partidos y mantuvo sus conflictos internos debido a las "dos almas del partido", la ultramontana encabezada por la oligarquía eclesiástica y la liberal moderada, dirigida por la facción más joven del partido. La ruptura definitiva de la fusión liberal-conservadora se dio tras la promulgación de las leyes laicas durante el gobierno de Domingo Santa María (1825-1889). Sin embargo, en las primeras décadas del siglo XX hubo acercamientos entre ambos partidos gracias a los mecanismos de consenso imperantes bajo la republica parlamentarista.
En las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX hubo un cambio importante al interior del Partido Conservador debido a su análisis de la realidad nacional, lo que llevó al partido a apoyar iniciativas de carácter caritativo, de asistencialismo estatal y privado, y de intervención electoral y ampliación de la democracia para los sectores populares, esto, a través de diversos mecanismos de intervención social. Hacia 1920, el Partido Conservador adoptó la doctrina de la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, que inicio el proceso de conformación de la doctrina socialcristiana, con la cual el partido profundizó su contacto con la clase trabajadora, el campesinado y los sectores populares.
La crisis política, social y económica ocurrida durante el gobierno de Arturo Alessandri Palma y la posterior debacle del sistema parlamentarista tras la Constitución de 1925, dividió nuevamente al Partido Conservador. Esto dio origen a la Falange Nacional que adoptó los preceptos de la ampliación democrática, el corporativismo y la defensa de los derechos sociales, mientras que el sector más moderado se mantuvo firme por la defensa del parlamentarismo. Finalmente, en la década de 1930, el partido ya se había divido en la Falange, el Partido Conservador Social Cristiano y el Partido Conservador Tradicionalista, dando por concluido el ciclo de vida política del Partido Conservador unificado como tal.
Respuesta:
Durante el siglo XIX, el ideario pelucón o conservador hegemonizó la política nacional y fue parte fundamental del sistema político que favoreció profundos cambios políticos y sociales. Desde las primeras disputas por dominar y liderar el proceso independentista, pasando por la construcción de la república, los ensayos constitucionales y los posteriores conflictos al interior de la elite, las ideas conservadoras encontraron su lugar, primero, como parte de la facción que gobernó el país entre 1830 y 1861, y luego, a través de alianzas políticas.
Si bien en la primera parte del siglo XIX las facciones políticas no se organizaron en estructuras partidistas complejas, hacia fines de la década de 1840 y durante toda la década de 1850 aparecieron las principales colectividades políticas. La primera de estas fue el Partido Liberal, que ejerció una fuerte oposición al gobierno autoritario de Manuel Montt. Posteriormente, debido a fuertes rencillas internas del peluconismo gobernante, un importante grupo de ex simpatizantes de Montt decidió alejarse del gobierno y ser parte de la oposición. Este alejamiento tuvo diversas causas: las diferencias respecto al proceso de separación entre la Iglesia y el Estado, el exacerbado presidencialismo, los conflictos judiciales entre el clero y el Estado como la "cuestión del sacristán", y la imposición de Antonio Varas como posible candidato y sucesor de Montt.
Todo lo anterior dio como resultado la división del peluconismo en dos facciones: el Partido Nacional o Monttvarista fundado en 1857 y partidario del gobierno, y el Partido Conservador, fundado ese mismo año para representar a Iglesia católica chilena, a los conservadores radicales o ultramontanos y a los liberales moderados o conservadores "regalistas". Esta división, sumada a la revolución de 1859, que dio como resultado la fundación del Partido Radical, debilitó al gobierno y permitió el surgimiento de la fusión liberal-conservadora, que llevó a la presidencia a José Joaquín Pérez (1800-1889), quien abrió el camino para las reformas constitucionales exigidas por la mayoría del espectro político y la tendiente laicización del Estado chileno.
Entre las décadas de 1860 y 1880, el Partido Conservador tuvo una relación fluctuante con el resto de partidos y mantuvo sus conflictos internos debido a las "dos almas del partido", la ultramontana encabezada por la oligarquía eclesiástica y la liberal moderada, dirigida por la facción más joven del partido. La ruptura definitiva de la fusión liberal-conservadora se dio tras la promulgación de las leyes laicas durante el gobierno de Domingo Santa María (1825-1889). Sin embargo, en las primeras décadas del siglo XX hubo acercamientos entre ambos partidos gracias a los mecanismos de consenso imperantes bajo la republica parlamentarista.
En las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX hubo un cambio importante al interior del Partido Conservador debido a su análisis de la realidad nacional, lo que llevó al partido a apoyar iniciativas de carácter caritativo, de asistencialismo estatal y privado, y de intervención electoral y ampliación de la democracia para los sectores populares, esto, a través de diversos mecanismos de intervención social. Hacia 1920, el Partido Conservador adoptó la doctrina de la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, que inicio el proceso de conformación de la doctrina socialcristiana, con la cual el partido profundizó su contacto con la clase trabajadora, el campesinado y los sectores populares.
La crisis política, social y económica ocurrida durante el gobierno de Arturo Alessandri Palma y la posterior debacle del sistema parlamentarista tras la Constitución de 1925, dividió nuevamente al Partido Conservador. Esto dio origen a la Falange Nacional que adoptó los preceptos de la ampliación democrática, el corporativismo y la defensa de los derechos sociales, mientras que el sector más moderado se mantuvo firme por la defensa del parlamentarismo. Finalmente, en la década de 1930, el partido ya se había divido en la Falange, el Partido Conservador Social Cristiano y el Partido Conservador Tradicionalista, dando por concluido el ciclo de vida política del Partido Conservador unificado como tal.
Explicación:
CORONITA PLIS AMIGO