En historiografía el concepto se utiliza de distintas formas, entre otras causas, por las diferentes concepciones de quién es el protagonista de la Historia (el sujeto histórico).
Para la interpretación providencialista, el tiempo histórico es un paréntesis en la eternidad, origen y destino del hombre.
Si el hombre es el verdadero protagonista de la historia, la escala temporal de la vida humana pasa a ser la decisiva, pero puede ser superada por la duración de las instituciones, que la superan.
La determinación de la causa de los hechos históricos puede reducirse a una explicación determinista y monocausal o hacerse más compleja (multicausal y relativista), lo que suele responder a un mayor grado de acercamiento a la realidad, aunque dificulta la construcción del modelo explicativo (y si se convierte en demasiado compleja termina siendo poco o nada útil -como lo sería un mapa que reprodujera a escala 1:1 el territorio cartografiado, con lo que coincidiría en extensión con él-). Está por ver si la complejidad de los sistemas históricos será reducible a cuantificación, como en última instancia es la pretensión de la historia cuantitativa, mediante herramientas interpretativas sofisticadas (futuros avances de la informática o la teoría del caos).
La terminología usual (sobre todo en la historia económica y social y para el estudio de las causas de revoluciones y revueltas) distingue causas lejanas, profundas o estructurales (las económicas y sociales) y causas próximas o desencadenantes (los fenómenos más evidentes, de naturaleza política, evenemencial o incluso azarosa). Otra terminología utiliza, con parecido sentido, los términos precondiciones y precipitantes.[1]
En historiografía el concepto se utiliza de distintas formas, entre otras causas, por las diferentes concepciones de quién es el protagonista de la Historia (el sujeto histórico).
Para la interpretación providencialista, el tiempo histórico es un paréntesis en la eternidad, origen y destino del hombre.
Si el hombre es el verdadero protagonista de la historia, la escala temporal de la vida humana pasa a ser la decisiva, pero puede ser superada por la duración de las instituciones, que la superan.
La determinación de la causa de los hechos históricos puede reducirse a una explicación determinista y monocausal o hacerse más compleja (multicausal y relativista), lo que suele responder a un mayor grado de acercamiento a la realidad, aunque dificulta la construcción del modelo explicativo (y si se convierte en demasiado compleja termina siendo poco o nada útil -como lo sería un mapa que reprodujera a escala 1:1 el territorio cartografiado, con lo que coincidiría en extensión con él-). Está por ver si la complejidad de los sistemas históricos será reducible a cuantificación, como en última instancia es la pretensión de la historia cuantitativa, mediante herramientas interpretativas sofisticadas (futuros avances de la informática o la teoría del caos).
La terminología usual (sobre todo en la historia económica y social y para el estudio de las causas de revoluciones y revueltas) distingue causas lejanas, profundas o estructurales (las económicas y sociales) y causas próximas o desencadenantes (los fenómenos más evidentes, de naturaleza política, evenemencial o incluso azarosa). Otra terminología utiliza, con parecido sentido, los términos precondiciones y precipitantes.[1]
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