¿Qué podemos hacer, como familia, para escuchar al Espíritu Santo y dejar que Él guie nuestras decisiones y acciones? ¿Para que Él sea el Maestro de nuestras vidas? Lo dialogamos y escribimos:
El fortalecimiento de las familias es nuestro deber sagrado como padres, hijos, parientes, líderes, maestros y miembros individuales de la Iglesia.
La importancia de fortalecer en forma espiritual a las familias se enseña claramente en las Escrituras. Nuestro padre Adán y nuestra madre Eva enseñaron el Evangelio a sus hijos e hijas. El Señor aceptó los sacrificios de Abel, quien lo amaba; Caín, por otra parte, “amó a Satanás más que a Dios” y cometió serios pecados. Adán y Eva “se lamentaban ante el Señor por causa de Caín y sus hermanos”, pero nunca dejaron de enseñar el Evangelio a sus hijos (véase Moisés 5:12, 18, 20, 27; 6: 1, 58).
Debemos entender que cada uno de nuestros hijos viene con variados dones y talentos; algunos, como Abel, parecen haber recibido los dones de la fe al nacer. Otros luchan con cada decisión que toman. Como padres, nunca debemos permitir que las búsquedas o las luchas de nuestros hijos nos hagan ceder o perder la fe en el Señor.
Alma, hijo, mientras le “agobiaba este tormento … [y le] atribulaba el recuerdo de [sus] muchos pecados”, recordó haber escuchado a SU padre enseñar sobre la venida de “Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo” (Alma 36:17). Las palabras de su padre le guiaron hacia la conversión. De la misma manera, nuestros hijos recordarán nuestras enseñanzas y testimonio.
Los 2.000 soldados jóvenes del ejército de Helamán testificaron que sus justas madres les habían enseñado de manera poderosa principios del Evangelio (véase Alma 56:47—48).
En una época de gran búsqueda espiritual, Enós dijo: “… las palabras que frecuentemente había oído a mi padre hablar, en cuanto a la vida eterna … penetraron en mi corazón profundamente’’ (Enós 1:3).
En Doctrina y Convenios el Señor dice que los padres deben enseñar a sus hijos “a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos, al llegar a la edad de ocho años …
“Y también enseñarán a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor” (D. y C. 68:25, 28).
Respuesta:
El fortalecimiento de las familias es nuestro deber sagrado como padres, hijos, parientes, líderes, maestros y miembros individuales de la Iglesia.
La importancia de fortalecer en forma espiritual a las familias se enseña claramente en las Escrituras. Nuestro padre Adán y nuestra madre Eva enseñaron el Evangelio a sus hijos e hijas. El Señor aceptó los sacrificios de Abel, quien lo amaba; Caín, por otra parte, “amó a Satanás más que a Dios” y cometió serios pecados. Adán y Eva “se lamentaban ante el Señor por causa de Caín y sus hermanos”, pero nunca dejaron de enseñar el Evangelio a sus hijos (véase Moisés 5:12, 18, 20, 27; 6: 1, 58).
Debemos entender que cada uno de nuestros hijos viene con variados dones y talentos; algunos, como Abel, parecen haber recibido los dones de la fe al nacer. Otros luchan con cada decisión que toman. Como padres, nunca debemos permitir que las búsquedas o las luchas de nuestros hijos nos hagan ceder o perder la fe en el Señor.
Alma, hijo, mientras le “agobiaba este tormento … [y le] atribulaba el recuerdo de [sus] muchos pecados”, recordó haber escuchado a SU padre enseñar sobre la venida de “Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo” (Alma 36:17). Las palabras de su padre le guiaron hacia la conversión. De la misma manera, nuestros hijos recordarán nuestras enseñanzas y testimonio.
Los 2.000 soldados jóvenes del ejército de Helamán testificaron que sus justas madres les habían enseñado de manera poderosa principios del Evangelio (véase Alma 56:47—48).
En una época de gran búsqueda espiritual, Enós dijo: “… las palabras que frecuentemente había oído a mi padre hablar, en cuanto a la vida eterna … penetraron en mi corazón profundamente’’ (Enós 1:3).
En Doctrina y Convenios el Señor dice que los padres deben enseñar a sus hijos “a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos, al llegar a la edad de ocho años …
“Y también enseñarán a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor” (D. y C. 68:25, 28).
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Respuesta:
orar y pedirle que el borre nuestros pecados y asi poder seguirlo y orar todos los dias para tratar de no caer en tentacion
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