En la década de los 80 varios países latinoamericanos, México, Argentina, Venezuela, Brasil y Perú, experimentaron una crisis de deuda con características similares a la que hoy sufrimos en Europa. También entonces, se llamó a la crisis económica resultante, la peor crisis desde la Gran Depresión. De lo que aconteció entonces y de las soluciones que se adoptaron se pueden extraer lecciones para la crisis financiera actual.
Primero los paralelismos. La crisis de deuda latinoamericana se gestó durante los años 70 como consecuencia de tres factores económicos: un exceso de ahorro en países exportadores (de petróleo en aquel entonces) que se canalizaba hacia países con elevado nivel de crecimiento en América Latina. Unos bajos tipos de interés reales (negativos durante algunos años) que empujaban a esos países Latinoamericanos a endeudarse fuertemente. Una expectativa de que Latinoamérica continuaría creciendo a ritmos elevados durante las siguientes décadas. Así, entre 1970 y 1978 la deuda total viva en América Latina subió a un ritmo vertiginoso del 24% anual y ésta se triplicó durante los tres años siguientes, hasta 1982, año en el que cambió el contexto económico y saltaron todas las alarmas. Cuando el contexto económico cambió, en gran parte debido a los shocks del petróleo y la apreciación del dólar, la fragilidad de la situación se vio exacerbada por tres elementos que también recuerdan a la crisis financiera actual. Primero, la mayor parte de los créditos concedidos a los países latinoamericanos lo eran a tipo de interés variable. Segundo, estaban expresados en una moneda que estos países no controlaban (el dólar), y tercero esos créditos exponían a bancos internacionales (norteamericanos en su mayoría) a las consecuencias del desastre financiero.
¿Cuál fue el camino que se siguió para salir de la crisis? Existe un acuerdo generalizado que la crisis de deuda latinoamericana empieza a cerrase con los acuerdos del Plan Brady en 1989. Es decir, se tardaron siete años hasta que no se alcanzó el consenso internacional necesario para adoptar las medidas adecuadas. Siete años es un período largo de tiempo, muy superior al de otro tipo de crisis económicas. Durante estos siete años, la comunidad económica internacional pasó de considerar el problema como uno de liquidez a otro de solvencia. Cuando esto quedó claro, el plan de propuestas se modificó para focalizar la atención en conseguir la sostenibilidad financiera de los gobiernos de los países Latinoamericanos afectados por la crisis de deuda. Recordemos que más del 80% de la deuda contraída era deuda soberana. La consecución de ese grado de sostenibilidad no se dio tanto por el lado de reducir directamente la deuda sino más bien por el lado de incrementar el denominador de la ecuación, el producto interior bruto. Aunque hubo quitas importantes, el volumen total de deuda subió durante los años posteriores a 1982 debido sobre todo a un repunte de los tipos de interés (recordemos que gran parte de los créditos eran a tipo de interés variable). En segundo lugar, se tardó varios años en conseguir que los bancos internacionales (sobre todo norteamericanos) expuestos a esos activos tóxicos (deuda soberana Latinoamericana) estuviese en situación de poder afrontar quitas importantes.
¿Recorreremos en Europa este mismo camino, con seis o siete años de incertidumbre, o las lecciones extraídas de las experiencias del pasado servirán para acortar el período de ajuste?
En la década de los 80 varios países latinoamericanos, México, Argentina, Venezuela, Brasil y Perú, experimentaron una crisis de deuda con características similares a la que hoy sufrimos en Europa. También entonces, se llamó a la crisis económica resultante, la peor crisis desde la Gran Depresión. De lo que aconteció entonces y de las soluciones que se adoptaron se pueden extraer lecciones para la crisis financiera actual.
Primero los paralelismos. La crisis de deuda latinoamericana se gestó durante los años 70 como consecuencia de tres factores económicos: un exceso de ahorro en países exportadores (de petróleo en aquel entonces) que se canalizaba hacia países con elevado nivel de crecimiento en América Latina. Unos bajos tipos de interés reales (negativos durante algunos años) que empujaban a esos países Latinoamericanos a endeudarse fuertemente. Una expectativa de que Latinoamérica continuaría creciendo a ritmos elevados durante las siguientes décadas. Así, entre 1970 y 1978 la deuda total viva en América Latina subió a un ritmo vertiginoso del 24% anual y ésta se triplicó durante los tres años siguientes, hasta 1982, año en el que cambió el contexto económico y saltaron todas las alarmas. Cuando el contexto económico cambió, en gran parte debido a los shocks del petróleo y la apreciación del dólar, la fragilidad de la situación se vio exacerbada por tres elementos que también recuerdan a la crisis financiera actual. Primero, la mayor parte de los créditos concedidos a los países latinoamericanos lo eran a tipo de interés variable. Segundo, estaban expresados en una moneda que estos países no controlaban (el dólar), y tercero esos créditos exponían a bancos internacionales (norteamericanos en su mayoría) a las consecuencias del desastre financiero.
¿Cuál fue el camino que se siguió para salir de la crisis? Existe un acuerdo generalizado que la crisis de deuda latinoamericana empieza a cerrase con los acuerdos del Plan Brady en 1989. Es decir, se tardaron siete años hasta que no se alcanzó el consenso internacional necesario para adoptar las medidas adecuadas. Siete años es un período largo de tiempo, muy superior al de otro tipo de crisis económicas. Durante estos siete años, la comunidad económica internacional pasó de considerar el problema como uno de liquidez a otro de solvencia. Cuando esto quedó claro, el plan de propuestas se modificó para focalizar la atención en conseguir la sostenibilidad financiera de los gobiernos de los países Latinoamericanos afectados por la crisis de deuda. Recordemos que más del 80% de la deuda contraída era deuda soberana. La consecución de ese grado de sostenibilidad no se dio tanto por el lado de reducir directamente la deuda sino más bien por el lado de incrementar el denominador de la ecuación, el producto interior bruto. Aunque hubo quitas importantes, el volumen total de deuda subió durante los años posteriores a 1982 debido sobre todo a un repunte de los tipos de interés (recordemos que gran parte de los créditos eran a tipo de interés variable). En segundo lugar, se tardó varios años en conseguir que los bancos internacionales (sobre todo norteamericanos) expuestos a esos activos tóxicos (deuda soberana Latinoamericana) estuviese en situación de poder afrontar quitas importantes.
¿Recorreremos en Europa este mismo camino, con seis o siete años de incertidumbre, o las lecciones extraídas de las experiencias del pasado servirán para acortar el período de ajuste?