El 27 de junio de 1823, cuando llevaba una carta de Sucre para Narciso de la Colina, el pescador fue descubierto -se dice que a raíz que alguien lo delató- y capturado en la calle de Acequia Alta.
Sometido a indescriptibles torturas por el brigadier Ramón Rodil, gobernador de la capital, se negó a revelar los nombres de los comprometidos en las comunicaciones.
Ante su resolución, dos días después, el 29 de junio, fue fusilado en el callejón de Petateros, situado a un costado de la plaza de Armas de Lima, que hoy lleva el nombre del mártir.
Se cuenta que, antes de morir, se dirigió a sus captores diciendo:
"Si mil vidas tuviera, gustoso las daría por mi patria."
En mérito a su ejemplar conducta, José Olaya es honrado hasta hoy como patrono del arma de Comunicaciones del Ejército.
Captura de José Olaya
El 27 de junio de 1823, cuando llevaba una carta de Sucre para Narciso de la Colina, el pescador fue descubierto -se dice que a raíz que alguien lo delató- y capturado en la calle de Acequia Alta.
Sometido a indescriptibles torturas por el brigadier Ramón Rodil, gobernador de la capital, se negó a revelar los nombres de los comprometidos en las comunicaciones.
Ante su resolución, dos días después, el 29 de junio, fue fusilado en el callejón de Petateros, situado a un costado de la plaza de Armas de Lima, que hoy lleva el nombre del mártir.
Se cuenta que, antes de morir, se dirigió a sus captores diciendo:
"Si mil vidas tuviera, gustoso las daría por mi patria."
En mérito a su ejemplar conducta, José Olaya es honrado hasta hoy como patrono del arma de Comunicaciones del Ejército.