En las décadas posteriores a la Independencia, la nueva administración republicana tomó cuerpo lentamente, consolidándose en la década de 1830 con el triunfo del bando conservador y el asentamiento del aparato burocrático del Estado. El nuevo orden, consagrado en la Constitución de 1833 e impulsado por el enérgico ministro Diego Portales, tuvo como base económica la actividad minera de exportación, la que llegó a convertirse en la más dinámica de la economía nacional. Las exportaciones de plata y cobre aseguraron un flujo de ingresos al Estado y sirvieron como medio de pago para las crecientes importaciones; a la vez que generaron una importante acumulación de capital en la burguesía minera, mercantil y financiera. Por lo demás, la actividad minera introdujo relaciones laborales de corte capitalista en una sociedad de características fuertemente estamentales.
Con antecedentes que se remontan al siglo XVIII, la minería del cobre y la plata cobró un ímpetu nuevo con el descubrimiento de los yacimientos de plata de Agua Amarga y Arqueros, en la primera y segunda década del siglo XIX, respectivamente. Aunque ambos minerales proporcionaron un importante ingreso a los primeros gobiernos republicanos, no fue sino hasta la década siguiente que comenzó un largo período de auge que duraría por más de tres décadas. En 1832, el cateador Juan Godoy descubrió, 50 km. al sur de Copiapó, el mineral de plata de Chañarcillo, cuya extraordinaria riqueza atrajo a miles de aventureros y generó importantes fortunas. El auge de la producción de plata en la provincia de Atacama convirtió a Copiapó en una importante plaza comercial y de servicios para un vasto hinterland minero, papel que potenció la inauguración de la línea ferroviaria en 1851 entre aquella ciudad y Caldera, puerto de salida para las exportaciones mineras. Esta línea férrea fue financiada íntegramente con capitales regionales, lo que muestra el dinamismo alcanzado por la actividad minera en la provincia. La minería de la plata mantuvo sus niveles de producción con el descubrimiento del yacimiento de Tres Puntas en 1848, aunque desde mediados de la década siguiente comenzó a dar señales de agotamiento. En 1870, el descubrimiento y explotación por capitales chilenos del mineral de Caracoles, situado en territorio boliviano, dio un último impulso a la minería de la plata.
En las décadas posteriores a la Independencia, la nueva administración republicana tomó cuerpo lentamente, consolidándose en la década de 1830 con el triunfo del bando conservador y el asentamiento del aparato burocrático del Estado. El nuevo orden, consagrado en la Constitución de 1833 e impulsado por el enérgico ministro Diego Portales, tuvo como base económica la actividad minera de exportación, la que llegó a convertirse en la más dinámica de la economía nacional. Las exportaciones de plata y cobre aseguraron un flujo de ingresos al Estado y sirvieron como medio de pago para las crecientes importaciones; a la vez que generaron una importante acumulación de capital en la burguesía minera, mercantil y financiera. Por lo demás, la actividad minera introdujo relaciones laborales de corte capitalista en una sociedad de características fuertemente estamentales.
Con antecedentes que se remontan al siglo XVIII, la minería del cobre y la plata cobró un ímpetu nuevo con el descubrimiento de los yacimientos de plata de Agua Amarga y Arqueros, en la primera y segunda década del siglo XIX, respectivamente. Aunque ambos minerales proporcionaron un importante ingreso a los primeros gobiernos republicanos, no fue sino hasta la década siguiente que comenzó un largo período de auge que duraría por más de tres décadas. En 1832, el cateador Juan Godoy descubrió, 50 km. al sur de Copiapó, el mineral de plata de Chañarcillo, cuya extraordinaria riqueza atrajo a miles de aventureros y generó importantes fortunas. El auge de la producción de plata en la provincia de Atacama convirtió a Copiapó en una importante plaza comercial y de servicios para un vasto hinterland minero, papel que potenció la inauguración de la línea ferroviaria en 1851 entre aquella ciudad y Caldera, puerto de salida para las exportaciones mineras. Esta línea férrea fue financiada íntegramente con capitales regionales, lo que muestra el dinamismo alcanzado por la actividad minera en la provincia. La minería de la plata mantuvo sus niveles de producción con el descubrimiento del yacimiento de Tres Puntas en 1848, aunque desde mediados de la década siguiente comenzó a dar señales de agotamiento. En 1870, el descubrimiento y explotación por capitales chilenos del mineral de Caracoles, situado en territorio boliviano, dio un último impulso a la minería de la plata.
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