Lucía, Rafa y Lito viven con su mamá a orillas del río que tiene unas piedras silenciosas, sin canto. Y allí, en esas orillas, transcurre la vida, con sus tristezas y con sus alegrías, con la risa y el dolor, con injusticias pero también con sueños e ilusiones que les permitirán pensar que algo mejor tiene que pasar. Y pasará.
Mientras duermen las piedras es una novela escrita por María Cristina Ramos, publicada por Edelvives en 2011 dentro de su colección Alandar.
La novela aborda la problemática de la pobreza y todo lo que ésta conlleva, y también las formas de hacerle frente y sobreponerse a situaciones duras.
Este abordaje, si bien posee una mirada social, está planteado desde una mirada especialmente estética en donde los recursos literarios exigen del lector una entrega al texto, a la lectura, a la música propia de las palabras. Nos encontramos con un lenguaje especialmente trabajado y enriquecido en el que se destaca la apelación a la belleza.
La narración está compuesta por la voz de una niña llamada Lucía, voz a través de la cual nos llegan otras voces: la de sus hermanos, la de su mamá, la de la abuela, la de la maestra.
Lidia Blanco (1) sostiene que “la producción de María Cristina Ramos tiene como rasgo fundamental la recreación de la voz y el pensamiento de la infancia” . Lucía, la protagonista, nos cuenta un período de su vida en el cual ella, su familia y su entorno comunitario vivencian diferentes situaciones que les van sucediendo: pérdidas, carencias, tristezas, alegrías, temores, sueños, proyectos, deseos, injusticias como el desempleo y también un corte de luz que deja a oscuras su comunidad.
Esta niña que vive con su mamá y sus hermanos en una casita muy humilde a orillas del río habla desde la ternura y desde el aprendizaje de vida que en ella dejan las palabras, construyendo así su propia historia para entender lo que le pasa y también, comprender su entorno.
Carlos Silveyra (2) señala que “se podría decir que María Cristina Ramos dibuja con la palabra”. Esta característica de su obra está muy presente en este libro. Lucía narra y pinta con las palabras la naturaleza que tiene tan cercana, también dibuja con ellas su barrio y sus sentimientos y afectos.
La mamá me había dicho que el pelo crecía si uno se peinaba bien cada mañana y se lo lavaba con agua de lluvia. El río venía de la cordillera y yo pensaba que era mejor, porque el agua de la nieve es de un cielo todavía más alto que el de la lluvia.
Retomando a Lidia Blanco (3), también agrega que la autora “minuciosa en la elección de la palabra poética, enlaza con hilos sutiles la espontaneidad del habla cotidiana de los niños con la profundidad de su decir poético que levanta vuelo y construye escenarios fantásticos en espacios poco visitados por los habitantes de las grandes ciudades”.
Teníamos un patio grande que llegaba hasta la orilla del río, y en el patio, el sauce era como un cielo verde para comer sombra. Más allá estaba la arena para enterrarse y desenterrarse; después las piedras, las fantásticas piedras con las que rodábamos hasta el agua.
Por otra parte, Pilar Muñoz Lascano (4) señala en relación a este libro y Azul la cordillera “que hablan ya desde el título de un estado poético, ese ‘estar en poesía’ del que habla y que defiende Laura Devetach”.
En una conferencia (5) dada por Devetach junto a Lidia Blanco en 2004, la autora hace referencia a ese “estar en poesía”. Ella dice:
“hablo del espacio poético como aquel lugar o tiempo en que a uno se le despierta la capacidad, entre otras cosas, de ver lo obvio, y de ponerlo en palabras armoniosas o eficaces. Y aún sin palabras, en el espacio poético se recupera la capacidad de tejer vínculos y de recuperar el diálogo poético, que no es el diálogo duro, oficial, pautado, que a veces la vida cotidiana nos impone”.
Más adelante cita a Johannes Baujer quien decía “aprender a no quedarnos insensibles ante lo que nos parece obvio. Debemos hacernos sencillos e ingenuos, decía él. Preguntar conciente y expresamente cuanto creímos ya sabido y conocido, y cambiar los grandes billetes de la comprensión consagrada por humildes moneditas. Sólo así podemos llegar a la esencia de las cosas”.
Así comprende Lucía su mundo externo e interno, también sus hermanos, la mamá, la abuela quienes permanentemente están en poesía y se asoman a la vida desde sus propias miradas y sentires poéticos.
Respuesta:
Lucía, Rafa y Lito viven con su mamá a orillas del río que tiene unas piedras silenciosas, sin canto. Y allí, en esas orillas, transcurre la vida, con sus tristezas y con sus alegrías, con la risa y el dolor, con injusticias pero también con sueños e ilusiones que les permitirán pensar que algo mejor tiene que pasar. Y pasará.
Mientras duermen las piedras es una novela escrita por María Cristina Ramos, publicada por Edelvives en 2011 dentro de su colección Alandar.
La novela aborda la problemática de la pobreza y todo lo que ésta conlleva, y también las formas de hacerle frente y sobreponerse a situaciones duras.
Este abordaje, si bien posee una mirada social, está planteado desde una mirada especialmente estética en donde los recursos literarios exigen del lector una entrega al texto, a la lectura, a la música propia de las palabras. Nos encontramos con un lenguaje especialmente trabajado y enriquecido en el que se destaca la apelación a la belleza.
La narración está compuesta por la voz de una niña llamada Lucía, voz a través de la cual nos llegan otras voces: la de sus hermanos, la de su mamá, la de la abuela, la de la maestra.
Lidia Blanco (1) sostiene que “la producción de María Cristina Ramos tiene como rasgo fundamental la recreación de la voz y el pensamiento de la infancia” . Lucía, la protagonista, nos cuenta un período de su vida en el cual ella, su familia y su entorno comunitario vivencian diferentes situaciones que les van sucediendo: pérdidas, carencias, tristezas, alegrías, temores, sueños, proyectos, deseos, injusticias como el desempleo y también un corte de luz que deja a oscuras su comunidad.
Esta niña que vive con su mamá y sus hermanos en una casita muy humilde a orillas del río habla desde la ternura y desde el aprendizaje de vida que en ella dejan las palabras, construyendo así su propia historia para entender lo que le pasa y también, comprender su entorno.
Carlos Silveyra (2) señala que “se podría decir que María Cristina Ramos dibuja con la palabra”. Esta característica de su obra está muy presente en este libro. Lucía narra y pinta con las palabras la naturaleza que tiene tan cercana, también dibuja con ellas su barrio y sus sentimientos y afectos.
La mamá me había dicho que el pelo crecía si uno se peinaba bien cada mañana y se lo lavaba con agua de lluvia. El río venía de la cordillera y yo pensaba que era mejor, porque el agua de la nieve es de un cielo todavía más alto que el de la lluvia.
Retomando a Lidia Blanco (3), también agrega que la autora “minuciosa en la elección de la palabra poética, enlaza con hilos sutiles la espontaneidad del habla cotidiana de los niños con la profundidad de su decir poético que levanta vuelo y construye escenarios fantásticos en espacios poco visitados por los habitantes de las grandes ciudades”.
Teníamos un patio grande que llegaba hasta la orilla del río, y en el patio, el sauce era como un cielo verde para comer sombra. Más allá estaba la arena para enterrarse y desenterrarse; después las piedras, las fantásticas piedras con las que rodábamos hasta el agua.
Por otra parte, Pilar Muñoz Lascano (4) señala en relación a este libro y Azul la cordillera “que hablan ya desde el título de un estado poético, ese ‘estar en poesía’ del que habla y que defiende Laura Devetach”.
En una conferencia (5) dada por Devetach junto a Lidia Blanco en 2004, la autora hace referencia a ese “estar en poesía”. Ella dice:
“hablo del espacio poético como aquel lugar o tiempo en que a uno se le despierta la capacidad, entre otras cosas, de ver lo obvio, y de ponerlo en palabras armoniosas o eficaces. Y aún sin palabras, en el espacio poético se recupera la capacidad de tejer vínculos y de recuperar el diálogo poético, que no es el diálogo duro, oficial, pautado, que a veces la vida cotidiana nos impone”.
Más adelante cita a Johannes Baujer quien decía “aprender a no quedarnos insensibles ante lo que nos parece obvio. Debemos hacernos sencillos e ingenuos, decía él. Preguntar conciente y expresamente cuanto creímos ya sabido y conocido, y cambiar los grandes billetes de la comprensión consagrada por humildes moneditas. Sólo así podemos llegar a la esencia de las cosas”.
Así comprende Lucía su mundo externo e interno, también sus hermanos, la mamá, la abuela quienes permanentemente están en poesía y se asoman a la vida desde sus propias miradas y sentires poéticos.
Empezamos a sentir los días mucho texto xd
Explicación: