Las palabras que Jesús pronuncia en la Sinagoga de Nazaret nos provocan un fuerte impacto. Jesús dice “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”. Jesús se refería a una profecía de Isaías que había leído justo antes. En él lo anunciado por el profeta se hacía presente y, no sólo para aquel momento, sino para siempre. Al decir “Hoy” Jesús también estaba diciendo “se cumplen en mí”.
Yo lo entiendo así porque de otra manera no comprendo el estupor de todos los que le escuchaban. Y nos dice el Evangelio que “todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca”.
A menudo se han entendido las enseñanzas de la Iglesia como algo referido al futuro; un consuelo de una realidad que se nos dará más adelante y, por lo mismo, como insuficiente para el momento presente. Se ha entendido que la fe abstraía al hombre de la realidad. El Evangelio de hoy nos ayuda a resituarnos.
El “Hoy” de que Jesús nos habla nos coloca en la situación de entregarnos totalmente a Él, porque en su persona está la salvación y el sentido de nuestra vida. Cuando nos unimos a Él cada día tiene plenitud, porque participamos totalmente de su amor. En eso consiste el cristianismo: en estar con Jesucristo.
El Evangelio nos muestra también la actitud de quienes rechazan esa posibilidad. Se resisten a reconocer que puede pasar algo totalmente nuevo en sus vidas. Señaló el papa Francisco en su homilía de clausura en Panamá el pasado domingo: “Y no son pocas las veces que actuamos como los vecinos de Nazaret, que preferimos un Dios a la distancia: lindo, bueno, generoso, bien dibujadito, pero distante, y sobre todo un Dios que no incomode, un Dios domesticado. Porque un Dios cercano y cotidiano, amigo y hermano nos pide aprender de cercanías, de cotidianeidad y sobre todo de fraternidad. Él no quiso tener una manifestación angelical o espectacular, sino que quiso regalarnos un rostro hermano y amigo, concreto, familiar. Dios es real porque el amor es real, Dios es concreto porque el amor es concreto.”
De hecho, aceptar lo que Jesús dice significa recibirlo a Él. Jesús no sólo está hablando como un profeta, al igual que Isaías, sino que vincula el texto del Antiguo Testamento a su persona. El lenguaje no es abstracto ni tampoco indeterminado lo que se promete. Ahora todo se hace presente en una persona que está ante sus ojos.
Nosotros estamos en la misma situación. Se nos hace presente un Hoy que podemos recibir o rechazar. Decía también el Papa: “Es amor concreto, de hoy, cercano, real; es alegría festiva que nace al optar y participar en la pesca milagrosa de la esperanza y la caridad, la solidaridad y la fraternidad frente a tanta mirada paralizada y paralizante por los miedos y la exclusión, la especulación y la manipulación. Hermanos: El Señor y su misión no son un “mientras tanto” en nuestra vida, un algo pasajero, no son solo una Jornada Mundial de la Juventud son nuestra vida de hoy y caminando.” Se refería a los jóvenes, pero lo podemos aplicar a todos.
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emocionalmentecorona
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HOLA ESPERO QUE TE SIRVA ✨
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Las palabras que Jesús pronuncia en la Sinagoga de Nazaret nos provocan un fuerte impacto. Jesús dice “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”. Jesús se refería a una profecía de Isaías que había leído justo antes. En él lo anunciado por el profeta se hacía presente y, no sólo para aquel momento, sino para siempre. Al decir “Hoy” Jesús también estaba diciendo “se cumplen en mí”.
Yo lo entiendo así porque de otra manera no comprendo el estupor de todos los que le escuchaban. Y nos dice el Evangelio que “todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca”.
A menudo se han entendido las enseñanzas de la Iglesia como algo referido al futuro; un consuelo de una realidad que se nos dará más adelante y, por lo mismo, como insuficiente para el momento presente. Se ha entendido que la fe abstraía al hombre de la realidad. El Evangelio de hoy nos ayuda a resituarnos.
El “Hoy” de que Jesús nos habla nos coloca en la situación de entregarnos totalmente a Él, porque en su persona está la salvación y el sentido de nuestra vida. Cuando nos unimos a Él cada día tiene plenitud, porque participamos totalmente de su amor. En eso consiste el cristianismo: en estar con Jesucristo.
El Evangelio nos muestra también la actitud de quienes rechazan esa posibilidad. Se resisten a reconocer que puede pasar algo totalmente nuevo en sus vidas. Señaló el papa Francisco en su homilía de clausura en Panamá el pasado domingo: “Y no son pocas las veces que actuamos como los vecinos de Nazaret, que preferimos un Dios a la distancia: lindo, bueno, generoso, bien dibujadito, pero distante, y sobre todo un Dios que no incomode, un Dios domesticado. Porque un Dios cercano y cotidiano, amigo y hermano nos pide aprender de cercanías, de cotidianeidad y sobre todo de fraternidad. Él no quiso tener una manifestación angelical o espectacular, sino que quiso regalarnos un rostro hermano y amigo, concreto, familiar. Dios es real porque el amor es real, Dios es concreto porque el amor es concreto.”
De hecho, aceptar lo que Jesús dice significa recibirlo a Él. Jesús no sólo está hablando como un profeta, al igual que Isaías, sino que vincula el texto del Antiguo Testamento a su persona. El lenguaje no es abstracto ni tampoco indeterminado lo que se promete. Ahora todo se hace presente en una persona que está ante sus ojos.
Nosotros estamos en la misma situación. Se nos hace presente un Hoy que podemos recibir o rechazar. Decía también el Papa: “Es amor concreto, de hoy, cercano, real; es alegría festiva que nace al optar y participar en la pesca milagrosa de la esperanza y la caridad, la solidaridad y la fraternidad frente a tanta mirada paralizada y paralizante por los miedos y la exclusión, la especulación y la manipulación. Hermanos: El Señor y su misión no son un “mientras tanto” en nuestra vida, un algo pasajero, no son solo una Jornada Mundial de la Juventud son nuestra vida de hoy y caminando.” Se refería a los jóvenes, pero lo podemos aplicar a todos.