Desde la década de 1970, las principales economías capitalistas presentan una crisis de rentabilidad que motivó al capital internacional a buscar alternativas de rendimiento. Con el objetivo de maximizar las tasas de ganancia, entre otras medidas, se proponen reformas en los mercados laborales.
Esta estrategia se inicia en Estados Unidos y es rápidamente secundada por gobiernos latinoamericanos y por el Reino Unido. En Alemania este proceso tarda en imponerse unos años, debido principalmente a aspectos políticos, como la presencia de sindicatos laborales fuertemente organizados y la existencia de la extinta Unión Soviética, que ejercía un contrapoder real a la hegemonía estadunidense.
En ambos casos, la resistencia social a la que se enfrentaron los gobiernos que impusieron estas políticas fue feroz, y los conflictos durante las décadas de 1970 y 1980 del siglo pasado fueron recurrentes tanto en América Latina como en el Reino Unido y otras partes del mundo. Sin embargo, en los países de Europa continental estas políticas tardan en imponerse como paradigma dominante. Existen varias razones que justifican este rezago:
• El desarrollo económico de Europa después de la Segunda Guerra Mundial se basó en un crecimiento con un fuerte contenido social que permitiera estabilidad, conformando un "contrato social" entre el capital nacional, los trabajadores y sus líderes políticos.
• El "miedo" en Estados Unidos a la influencia que la extinta Unión Soviética pudiera tener sobre las amplias bases obreras de izquierdas europeas.
Desde la década de 1970, las principales economías capitalistas presentan una crisis de rentabilidad que motivó al capital internacional a buscar alternativas de rendimiento. Con el objetivo de maximizar las tasas de ganancia, entre otras medidas, se proponen reformas en los mercados laborales.
Esta estrategia se inicia en Estados Unidos y es rápidamente secundada por gobiernos latinoamericanos y por el Reino Unido. En Alemania este proceso tarda en imponerse unos años, debido principalmente a aspectos políticos, como la presencia de sindicatos laborales fuertemente organizados y la existencia de la extinta Unión Soviética, que ejercía un contrapoder real a la hegemonía estadunidense.
En ambos casos, la resistencia social a la que se enfrentaron los gobiernos que impusieron estas políticas fue feroz, y los conflictos durante las décadas de 1970 y 1980 del siglo pasado fueron recurrentes tanto en América Latina como en el Reino Unido y otras partes del mundo. Sin embargo, en los países de Europa continental estas políticas tardan en imponerse como paradigma dominante. Existen varias razones que justifican este rezago:
• El desarrollo económico de Europa después de la Segunda Guerra Mundial se basó en un crecimiento con un fuerte contenido social que permitiera estabilidad, conformando un "contrato social" entre el capital nacional, los trabajadores y sus líderes políticos.
• El "miedo" en Estados Unidos a la influencia que la extinta Unión Soviética pudiera tener sobre las amplias bases obreras de izquierdas europeas.