¿que importancia tienen la música y la cultura para sobrellevar la situación de la esclavitud? porfa ayuda!!
anahi001
Después de haber soportado tantos tormentos, poco a poco, conocedores de los alrededores, comienzan las fugas y las fundaciones de sus centros llamados Palenques en los cuales la música debió ser único consuelo y acicate diario. En sus ceremonias, lógicamente, tendrían que utilizarse sus ritmos o toques de tambor, sus lamentos o canciones, sus danzas o bailes. En momento dado estos grupos de negros, afianzados por sus creencias o retorna de fe en su raza, debieron causar enorme inquietud a quienes vivían de su esclavitud. Esto no sucedería solamente en Cartagena. Nos dice Carpentier: “La noche del 14 de agosto de 1791, se produce, en Santo Domingo, un gravísimo acontecimiento. Suenan los tambores del vodú en Bois Caiman. Bajo una lluvia torrencial, doscientos delegados de dotaciones de la Llanura del Norte, llamados por el iluminado Bouckman, beben la sangre tibia de un cerdo negro, jurarnentándose para la rebelión. Ocho días después volaba sobre las montañas la voz ronca de los grandes caracoles. Los esclavos desaparecían en las selvas, después de haber envenenado los aljibes. En febrero de 1793, la Convención Nacional Francesa abolía la esclavitud en las colonias”.
Relatos más aterradores se pueden presentar en relación con el negro en Cartagena. Jorge Palacios Preciado en el Manual de Historia de Colombia, (página 339) nos dice que El Cabildo de Cartagena, hacia 1570, dispuso penas severísimas:
“... Si al negro o negra que anduviese huido o ausente de sus amos, no se volviere y redujere al servicio de sus amos dentro de un mes después que se ausente, caiga e incurra de que al negro le sea cortado el miembro genital e supinos, lo cual cortado lo pongan en la picota de la ciudad, para que ello tomen ejemplo los negros y negras, la cual justicia se haga públicamente en el rollo, donde todos los vean, lo cual se ejecute por todo rigor...”. Y continúa: “Se establecieron castigos para los negros cimarrones, a quienes, sin necesidad de instruirles proceso alguno, se les podría castigar con 50 azotes si se ocultaban cuatro días; con 100 azotes si el negro huido se juntaba con otros fugitivos y, finalmente, si permanecía por más de seis meses en cimarronaje, se le aplicaría la pena de muerte, siendo ahorcado “hasta que mueran naturalmente”.
Con el mestizaje musical debieron principiar a escucharse y producirse ritmos y melodías que implicaban la rebelión, su búsqueda de libertad. Es célebre aquella canción que yo tuve oportunidad de escuchar al Negro Potes de la ciudad de Buenaventura y quien la interpretaba con hondo y conmovedor misticismo. El decía que se trataba del himno de rebelión famoso, ... “y aunque mi amo me mate a la mina no voy”... con músicas reminiscentes de las marchas fúnebres, aquellas pomposamente tristes, que podían integrar los más disímiles timbres de instrumentos como las trompetas, violines, bombos, flautas, clarinetes, etc. Ese sentido acompasado, el de hacer recaer el acento en el mismo tiempo, para producir fuerza a la resolución de marchar a la mina aunque se matara al esclavo. Es prácticamente una marcha fúnebre revolucionaria, lo cual podría ser el colmo de los extremos pero no en el caso de los esclavos.
Y nuevamente es en Cartagena la revolucionaría, ya que en el palenque de San Basilio principió a funcionar, a finales del siglo XVI, al sur de la ciudad, la más tenaz resistencia. Sin embargo, no creo que ese llamado himno revolucionario de los negros, “aunque mi amo me mate”, haya surgido en ese palenque porque la letra se refiere a la resistencia que hacían los negros para trabajar en las minas. Por esto, quizá sea un producto musical adoptado de los blancos, pero en la región del Pacífico. Yo lo escuché cantado místicamente, con inmenso fervor, al negro Teófilo Potes en la ciudad de Buenaventura. Pero es desde Cartagena de donde se contagian los esclavos, para formar sus palenques y organizar rebeliones en todos los centros que van a dar, a lo largo de la cordillera occidental, hasta el departamento del Cauca.
Otras músicas que pueden dar testimonio de sus rebeliones, seguramente se han perdido. Por el contrario, lo que se escucha ahora de los negros, es música relacionada con la religión católica, con sus costumbres sociales, con el contacto con la naturaleza, cantos a las aves, a los ríos, a los animales, pero nada que suene a himnos revolucionarios, cantos de protesta, etc. Este es un fenómeno interesante que podría indicar, que después de haber logrado la plena libertad, el negro se ha sentido feliz y ha olvidado tan tenebroso pasado, hasta el punto de haber borrado toda reminiscencia musical o poética en contra de sus terribles amos.
Claro está, hay que recordar constantemente que el folclor negro no está totalmente analizado, que no hay recopilaciones analizadas y que me fundo especialmente en las músicas recopiladas por los pocos interesados que hemos visitado, de vez en cuando, algunos centros importantes.
Relatos más aterradores se pueden presentar en relación con el negro en Cartagena. Jorge Palacios Preciado en el Manual de Historia de Colombia, (página 339) nos dice que El Cabildo de Cartagena, hacia 1570, dispuso penas severísimas:
“... Si al negro o negra que anduviese huido o ausente de sus amos, no se volviere y redujere al servicio de sus amos dentro de un mes después que se ausente, caiga e incurra de que al negro le sea cortado el miembro genital e supinos, lo cual cortado lo pongan en la picota de la ciudad, para que ello tomen ejemplo los negros y negras, la cual justicia se haga públicamente en el rollo, donde todos los vean, lo cual se ejecute por todo rigor...”. Y continúa: “Se establecieron castigos para los negros cimarrones, a quienes, sin necesidad de instruirles proceso alguno, se les podría castigar con 50 azotes si se ocultaban cuatro días; con 100 azotes si el negro huido se juntaba con otros fugitivos y, finalmente, si permanecía por más de seis meses en cimarronaje, se le aplicaría la pena de muerte, siendo ahorcado “hasta que mueran naturalmente”.
Con el mestizaje musical debieron principiar a escucharse y producirse ritmos y melodías que implicaban la rebelión, su búsqueda de libertad. Es célebre aquella canción que yo tuve oportunidad de escuchar al Negro Potes de la ciudad de Buenaventura y quien la interpretaba con hondo y conmovedor misticismo. El decía que se trataba del himno de rebelión famoso, ... “y aunque mi amo me mate a la mina no voy”... con músicas reminiscentes de las marchas fúnebres, aquellas pomposamente tristes, que podían integrar los más disímiles timbres de instrumentos como las trompetas, violines, bombos, flautas, clarinetes, etc. Ese sentido acompasado, el de hacer recaer el acento en el mismo tiempo, para producir fuerza a la resolución de marchar a la mina aunque se matara al esclavo. Es prácticamente una marcha fúnebre revolucionaria, lo cual podría ser el colmo de los extremos pero no en el caso de los esclavos.
Y nuevamente es en Cartagena la revolucionaría, ya que en el palenque de San Basilio principió a funcionar, a finales del siglo XVI, al sur de la ciudad, la más tenaz resistencia. Sin embargo, no creo que ese llamado himno revolucionario de los negros, “aunque mi amo me mate”, haya surgido en ese palenque porque la letra se refiere a la resistencia que hacían los negros para trabajar en las minas. Por esto, quizá sea un producto musical adoptado de los blancos, pero en la región del Pacífico. Yo lo escuché cantado místicamente, con inmenso fervor, al negro Teófilo Potes en la ciudad de Buenaventura. Pero es desde Cartagena de donde se contagian los esclavos, para formar sus palenques y organizar rebeliones en todos los centros que van a dar, a lo largo de la cordillera occidental, hasta el departamento del Cauca.
Otras músicas que pueden dar testimonio de sus rebeliones, seguramente se han perdido. Por el contrario, lo que se escucha ahora de los negros, es música relacionada con la religión católica, con sus costumbres sociales, con el contacto con la naturaleza, cantos a las aves, a los ríos, a los animales, pero nada que suene a himnos revolucionarios, cantos de protesta, etc. Este es un fenómeno interesante que podría indicar, que después de haber logrado la plena libertad, el negro se ha sentido feliz y ha olvidado tan tenebroso pasado, hasta el punto de haber borrado toda reminiscencia musical o poética en contra de sus terribles amos.
Claro está, hay que recordar constantemente que el folclor negro no está totalmente analizado, que no hay recopilaciones analizadas y que me fundo especialmente en las músicas recopiladas por los pocos interesados que hemos visitado, de vez en cuando, algunos centros importantes.