El Papa da a los creyentes la seguridad de pertenecer a la Iglesia cristiana, siempre que tengamos la misma fe que él. Como piedra angular de la iglesia, como pastor de todos los cristianos, su misión es confirmar las creencias de personas de todas las razas y naciones: por lo tanto, los cristianos debemos respetarla y obedecerla. Cuando esta actitud de lealtad y lealtad a su misión se convierte en halago y adoración personales, puede destruir el rostro de la iglesia.
El papado en Roma comienza en el 476, cuando tiene lugar la caída del imperio romano. El imperio de Occidente recibió su derrota final a manos de los bárbaros germanos y el imperio de Oriente, con capital en Constantinopla, paso a conocerse como imperio Bizantino. Entonces, Roma ya había dejado incluso de ser la capital del imperio Occidental varias décadas atrás. La última capital del imperio fue Rávena.
Sin embargo, la figura de los obispos seguía creciendo y ganando mucha importancia, al igual que el cristianismo. Y el obispo de Roma, el Papa, era el más importante. Aunque Roma pertenecía todavía al imperio Bizantino, la lejanía de Constantinopla, la llegada de los germanos y, posteriormente, de los lombardos, pronto la alejaron de su protección. Ese vacío de poder hizo que la única autoridad capaz de intervenir, el papa, supliera al gobierno de la ciudad que había sido hasta hace poco el centro del mundo.
Respuesta:
El Papa da a los creyentes la seguridad de pertenecer a la Iglesia cristiana, siempre que tengamos la misma fe que él. Como piedra angular de la iglesia, como pastor de todos los cristianos, su misión es confirmar las creencias de personas de todas las razas y naciones: por lo tanto, los cristianos debemos respetarla y obedecerla. Cuando esta actitud de lealtad y lealtad a su misión se convierte en halago y adoración personales, puede destruir el rostro de la iglesia.
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El papado en Roma comienza en el 476, cuando tiene lugar la caída del imperio romano. El imperio de Occidente recibió su derrota final a manos de los bárbaros germanos y el imperio de Oriente, con capital en Constantinopla, paso a conocerse como imperio Bizantino. Entonces, Roma ya había dejado incluso de ser la capital del imperio Occidental varias décadas atrás. La última capital del imperio fue Rávena.
Sin embargo, la figura de los obispos seguía creciendo y ganando mucha importancia, al igual que el cristianismo. Y el obispo de Roma, el Papa, era el más importante. Aunque Roma pertenecía todavía al imperio Bizantino, la lejanía de Constantinopla, la llegada de los germanos y, posteriormente, de los lombardos, pronto la alejaron de su protección. Ese vacío de poder hizo que la única autoridad capaz de intervenir, el papa, supliera al gobierno de la ciudad que había sido hasta hace poco el centro del mundo.