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Traducción textual de la Biblia Hebrea, un registro oficial de sus palabras, consonantes, vocales y acentos. Es dudoso si la palabra apunta al verbo en nuevo hebreo “pasar por debajo” o del verbo que significa “vincular”. La primera indicación se ve en Ezequiel 20,37; la última se debe al hecho de que en la Mishna, el significado principal es “tradición”. Nuestro principal testigo de la Masora es el texto real de manuscritos de la Biblia hebrea. Otros testigos son varias colecciones de Masoras y las numerosas notas marginales dispersas sobre los manuscritos hebreos. Los márgenes superior e inferior y el final del manuscrito contienen las Masoras menores tales como variantes. La mejor colección de Masora es la de Ginsburg, “La Masora compilada de los manuscritos organizados alfabética y léxicamente.” (3 vols. Londres, 1880-85).
Los libros sagrados eran para los judíos un registro y códice inspirado, un medio destinado por Dios para conservar la unidad política y religiosa, y fidelidad a la nación. Era imperativo para ellos mantener dichos libros intactos. Tan temprano como en el siglo I a.C. los copistas eran adiestrados y empleados para establecer el texto hebreo. Todos tenían un solo propósito: copiar, es decir, según el sentido literal de la Masora. Para reproducir su ejemplar perfectamente, transmitir la Masora—sólo ésta y más ninguna era la intención del copista oficial de la Biblia hebrea. Se eludía todo lo nuevo. Hay evidencia de que la Masora arreglaba pronunciaciones falsas siglos antes de la invención de los puntos tales como se ven hoy día en el texto masorético. A veces tales traducciones tempranas como la de Aquila, Teodoción, la Versión de los Setenta y el Peshitto dan evidencia precisamente de la misma pronunciación errónea como se halla en el texto hebreo puntuado de hoy día.
Los libros sagrados eran para los judíos un registro y códice inspirado, un medio destinado por Dios para conservar la unidad política y religiosa, y fidelidad a la nación. Era imperativo para ellos mantener dichos libros intactos. Tan temprano como en el siglo I a.C. los copistas eran adiestrados y empleados para establecer el texto hebreo. Todos tenían un solo propósito: copiar, es decir, según el sentido literal de la Masora. Para reproducir su ejemplar perfectamente, transmitir la Masora—sólo ésta y más ninguna era la intención del copista oficial de la Biblia hebrea. Se eludía todo lo nuevo. Hay evidencia de que la Masora arreglaba pronunciaciones falsas siglos antes de la invención de los puntos tales como se ven hoy día en el texto masorético. A veces tales traducciones tempranas como la de Aquila, Teodoción, la Versión de los Setenta y el Peshitto dan evidencia precisamente de la misma pronunciación errónea como se halla en el texto hebreo puntuado de hoy día.