La imagen de la mujer amada en la poesía española del Romanticismo
Marina Mayoral
Mi trabajo va a referirse no a la concepción de la mujer en el Romanticismo sino a la imagen física de la mujer amada que ha quedado plasmada en la poesía de los poetas románticos españoles.
El Romanticismo español es muy poco original en su representación de la mujer amada. Supone incluso un retroceso respecto a algunos hallazgos que se produjeron en el siglo XVIII. Desaparecen de los poemas amorosos la sensualidad que animaba la poesía de los dieciochescos y en ninguno de los poetas románticos se encuentran las referencias a los encantos femeninos que si no llegaban a individualizar al menos humanizaban los retratos de las hermosas mujeres que cruzan los poemas de Meléndez Valdés.
La amada romántica es bella y pura, o bella y malvada, o bella y estúpida. En cualquier caso el poeta no está interesado en dar detalles de su belleza sino que la pondera como algo que no necesita descripción. Del viejo modelo medieval de la bella dama de dorados cabellos y ojos claros, mantenido a lo largo del siglo de Oro, pervive el rasgo de la blancura de la tez, mientras que el cabello puede ser rubio o moreno, aunque con predominio del primero, y los ojos claros o negros, aunque los verdes siguen siendo los más admirados.
Las imágenes para representar la belleza de la amada, cuando la describen son las ya topiquísimas de la nieve, el jazmín o el mármol para la tez, el rubí o el clavel para los labios, las rosas para las mejillas y las estrellas para los ojos, con muy escasas variantes.
Mientras la amada se mantiene inaccesible, y por tanto pura, abundan las imágenes que exaltan su pureza y su carácter divino: el sustantivo «ángel» es el que más abundantemente se le aplica, seguido del de «virgen» así como el adjetivo «celestial». La mujer que ha vivido una pasión amorosa deja de ser objeto del deseo y es despreciada y denigrada1.
José de Espronceda
Si exceptuamos el canto II de El Diablo Mundo casi no tiene poemas de amor, aunque sí muchos versos sobre el amor. Lo que describe muy bien es la mujer ideal romántica, hecha de vagos reflejos evanescentes, de brillos fugaces: el rayo de la luna o el rayo del sol que muere o que nace en la aurora, que cruza el bosque umbrío o se refleja en las aguas de un río, el brillo de la estrella lejana, que el poeta cree ver flotando en las nubes lejanas o en las olas del mar como una nueva Venus:
Respuesta:
La imagen de la mujer amada en la poesía española del Romanticismo
Marina Mayoral
Mi trabajo va a referirse no a la concepción de la mujer en el Romanticismo sino a la imagen física de la mujer amada que ha quedado plasmada en la poesía de los poetas románticos españoles.
El Romanticismo español es muy poco original en su representación de la mujer amada. Supone incluso un retroceso respecto a algunos hallazgos que se produjeron en el siglo XVIII. Desaparecen de los poemas amorosos la sensualidad que animaba la poesía de los dieciochescos y en ninguno de los poetas románticos se encuentran las referencias a los encantos femeninos que si no llegaban a individualizar al menos humanizaban los retratos de las hermosas mujeres que cruzan los poemas de Meléndez Valdés.
La amada romántica es bella y pura, o bella y malvada, o bella y estúpida. En cualquier caso el poeta no está interesado en dar detalles de su belleza sino que la pondera como algo que no necesita descripción. Del viejo modelo medieval de la bella dama de dorados cabellos y ojos claros, mantenido a lo largo del siglo de Oro, pervive el rasgo de la blancura de la tez, mientras que el cabello puede ser rubio o moreno, aunque con predominio del primero, y los ojos claros o negros, aunque los verdes siguen siendo los más admirados.
Las imágenes para representar la belleza de la amada, cuando la describen son las ya topiquísimas de la nieve, el jazmín o el mármol para la tez, el rubí o el clavel para los labios, las rosas para las mejillas y las estrellas para los ojos, con muy escasas variantes.
Mientras la amada se mantiene inaccesible, y por tanto pura, abundan las imágenes que exaltan su pureza y su carácter divino: el sustantivo «ángel» es el que más abundantemente se le aplica, seguido del de «virgen» así como el adjetivo «celestial». La mujer que ha vivido una pasión amorosa deja de ser objeto del deseo y es despreciada y denigrada1.
José de Espronceda
Si exceptuamos el canto II de El Diablo Mundo casi no tiene poemas de amor, aunque sí muchos versos sobre el amor. Lo que describe muy bien es la mujer ideal romántica, hecha de vagos reflejos evanescentes, de brillos fugaces: el rayo de la luna o el rayo del sol que muere o que nace en la aurora, que cruza el bosque umbrío o se refleja en las aguas de un río, el brillo de la estrella lejana, que el poeta cree ver flotando en las nubes lejanas o en las olas del mar como una nueva Venus:
¡Una mujer! En el templado rayo
de la mágica luna se colora
del sol poniente al lánguido desmayo,
lejos entre las nubes se evapora;
sobre las cumbres que florece mayo
brilla fugaz al despuntar la aurora,
cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
juega en las aguas del sereno río.