No obstante, si aquello suele hacerse valer especialmente en.el plano de
la historia universal, ya no parece tan evidente, en el de los pueblos o naciones individuales, aunque no sólo grandes naciones, sino civilizaciones enteras han desaparecido, y, por el contrario, en el seno de una misma nación o civilización no se reconocerían como parte de la misma comunidad los hombres de otros .tiempos y los de los actuales. pero también de los que constituyen el punto de partida de involuciones,
regresiones, y .hasta de desapariciones del marco de la historia universal de las
naciones, las civilizaciones y los grupos individuales en general.
Los cambios históricos son como las articulaciones de la durée bergsoniana
que constituye la trama de la historia de la humanidad, puesto que son siempre los hombres los autores de la historia, aunque ésta haya cambiado sus
principios.
Por otra parte, la acción política plenaria tiene lugar en la historia, pues
es ella la que tiene por objeto sustituir un principio por el nuevo. La acción
política, sin embargo, constituye el elemento activo de la cosa estatal. Por eso
la historia, como reconstrucción de las articulaciones que constituyen el fun»
damento mismo de la historicidad, en sentido estricto, es historia política
—para Ortega esto era la historia, efectivamente—, o bien historia del Estado
—como para Hegel.
En esta perspectiva el cambio histórico adquiere un relieve especial como
categoría autónoma en cuanto es la que da forma a la unidad de la política y
la historia. Pero además, a través suyo, recupera la política su rango filosófico
como, parte de la ética. En efecto, la moral de la responsabilidad que Weber
concibiera profundamente en conflicto permanente con el absolutismo de
la convicción de origen religioso, pertenece, según su naturaleza, al plano
de la historia humana, dentro de cuyo marco alcanza su más alto dramatismo
en la acción política que polariza el cambio histórico, el cual, en el campo de
su influencia, significa ante todo una innovación que afecta a la concepción
del sentido de los actos humanos. -
En este primer trabajó más que otra cosa se intenta solamente llamar la
atención sobre esa categoría histórico-política distinguiéndola de otras afines,
así como acerca dé su posible alcance metodológico.SOBRE EL CAMBIO HISTÓRICO
cepciones notables. Las ideologías militantes ocupan el lugar del pensamiento,
limitándose a explicar, según puntos de partida irracionales, válidos sólo para
los fieles, los datos, que no son pensados, sino elevados así a categorías
teológicas.
Pero todo aténtico pensar es creador, porque el pensamiento es atributo exelusivo y excluyente del espíritu, de la vida propiamente humana. Pensar
equivale a humanizar la realidad y, por eso, vivir auténticamente es, como decía
Ortega, inventar, llevar a cabo una acción que pone al hombre ante algo
nuevo.
La carencia de un verdadero pensamiento político auténticamente orientador en el mundo se pone de relieve en el sistemático inconformismo de las
revoluciones introuvables que es la respuesta apolítica a aquella insatisfacción.
La acción política resuélvese en esa «eterna repetición de lo mismo» que «regula también la relación con el pasado» (2).
La acedia de los pensadores de Franckfurt, que no basta para paliarla
la desilusionada teología atea de la esperanza de un Bloch, cumple las profecías de los grandes pensadores del pasado siglo temerosos en verdad, de las
tendencias que percibían en las sociedades de su tiempo. El Estado habría
llegado a extender de tal manera sus tentáculos que nada ni nadie queda
fuera de su trama, de manera que aún quienes quisieran dejar oír su voz,
no serían oídos. Y si lo fueran, ni siquiera se llegaría a entender su mensaje {3). El escepticismo con que Adorno contemplaba, poco antes de su
(2) TH . ADORNO y M. HORKHEIMER; Dialéctica del üunánismo, B. Aires, 1969, página 162. Añaden ahí los autores: «La verdad del estadio de la cultura de masas respecto al liberal tardío, consiste en la exclusión de lo nuevo.» «La nueva ideología tiene
por objeto el mundo como tal. Adopta el culto del hecho», pág. 178. «Sano es aquello
que se repite», pág. .179. La previsión social establece un benéfico e inextricable «sistema
de relaciones e instituciones que forman un instrumento hipersensible de control social»,
página 180.
(3) Por eso tal vez, Herbert Marcuse, amargado por su impotencia para escapar a la
alianza entre el nuevo mundo industrial y el incremento de las potencias del viejo Estado
de poder • prefiere, como Carlos Marx pero sin la rebeldía que le impulsara a su crítica
radical, ponerse fuera del tiempo. Los dialécticos de Franckfurt se sienten en conjunto, al
parecer, como impotentes herederos del talento de Schopenhauer, incapaces de superar
la actitud crítica mediante su radicalización. Mas la filosofía crítica, como ya dijera Hegel,
en quien se refugian, cumple un oficio indispensable pero no suficiente.y sólo fragmentario,
Respuesta:«
No obstante, si aquello suele hacerse valer especialmente en.el plano de
la historia universal, ya no parece tan evidente, en el de los pueblos o naciones individuales, aunque no sólo grandes naciones, sino civilizaciones enteras han desaparecido, y, por el contrario, en el seno de una misma nación o civilización no se reconocerían como parte de la misma comunidad los hombres de otros .tiempos y los de los actuales. pero también de los que constituyen el punto de partida de involuciones,
regresiones, y .hasta de desapariciones del marco de la historia universal de las
naciones, las civilizaciones y los grupos individuales en general.
Los cambios históricos son como las articulaciones de la durée bergsoniana
que constituye la trama de la historia de la humanidad, puesto que son siempre los hombres los autores de la historia, aunque ésta haya cambiado sus
principios.
Por otra parte, la acción política plenaria tiene lugar en la historia, pues
es ella la que tiene por objeto sustituir un principio por el nuevo. La acción
política, sin embargo, constituye el elemento activo de la cosa estatal. Por eso
la historia, como reconstrucción de las articulaciones que constituyen el fun»
damento mismo de la historicidad, en sentido estricto, es historia política
—para Ortega esto era la historia, efectivamente—, o bien historia del Estado
—como para Hegel.
En esta perspectiva el cambio histórico adquiere un relieve especial como
categoría autónoma en cuanto es la que da forma a la unidad de la política y
la historia. Pero además, a través suyo, recupera la política su rango filosófico
como, parte de la ética. En efecto, la moral de la responsabilidad que Weber
concibiera profundamente en conflicto permanente con el absolutismo de
la convicción de origen religioso, pertenece, según su naturaleza, al plano
de la historia humana, dentro de cuyo marco alcanza su más alto dramatismo
en la acción política que polariza el cambio histórico, el cual, en el campo de
su influencia, significa ante todo una innovación que afecta a la concepción
del sentido de los actos humanos. -
En este primer trabajó más que otra cosa se intenta solamente llamar la
atención sobre esa categoría histórico-política distinguiéndola de otras afines,
así como acerca dé su posible alcance metodológico.SOBRE EL CAMBIO HISTÓRICO
cepciones notables. Las ideologías militantes ocupan el lugar del pensamiento,
limitándose a explicar, según puntos de partida irracionales, válidos sólo para
los fieles, los datos, que no son pensados, sino elevados así a categorías
teológicas.
Pero todo aténtico pensar es creador, porque el pensamiento es atributo exelusivo y excluyente del espíritu, de la vida propiamente humana. Pensar
equivale a humanizar la realidad y, por eso, vivir auténticamente es, como decía
Ortega, inventar, llevar a cabo una acción que pone al hombre ante algo
nuevo.
La carencia de un verdadero pensamiento político auténticamente orientador en el mundo se pone de relieve en el sistemático inconformismo de las
revoluciones introuvables que es la respuesta apolítica a aquella insatisfacción.
La acción política resuélvese en esa «eterna repetición de lo mismo» que «regula también la relación con el pasado» (2).
La acedia de los pensadores de Franckfurt, que no basta para paliarla
la desilusionada teología atea de la esperanza de un Bloch, cumple las profecías de los grandes pensadores del pasado siglo temerosos en verdad, de las
tendencias que percibían en las sociedades de su tiempo. El Estado habría
llegado a extender de tal manera sus tentáculos que nada ni nadie queda
fuera de su trama, de manera que aún quienes quisieran dejar oír su voz,
no serían oídos. Y si lo fueran, ni siquiera se llegaría a entender su mensaje {3). El escepticismo con que Adorno contemplaba, poco antes de su
(2) TH . ADORNO y M. HORKHEIMER; Dialéctica del üunánismo, B. Aires, 1969, página 162. Añaden ahí los autores: «La verdad del estadio de la cultura de masas respecto al liberal tardío, consiste en la exclusión de lo nuevo.» «La nueva ideología tiene
por objeto el mundo como tal. Adopta el culto del hecho», pág. 178. «Sano es aquello
que se repite», pág. .179. La previsión social establece un benéfico e inextricable «sistema
de relaciones e instituciones que forman un instrumento hipersensible de control social»,
página 180.
(3) Por eso tal vez, Herbert Marcuse, amargado por su impotencia para escapar a la
alianza entre el nuevo mundo industrial y el incremento de las potencias del viejo Estado
de poder • prefiere, como Carlos Marx pero sin la rebeldía que le impulsara a su crítica
radical, ponerse fuera del tiempo. Los dialécticos de Franckfurt se sienten en conjunto, al
parecer, como impotentes herederos del talento de Schopenhauer, incapaces de superar
la actitud crítica mediante su radicalización. Mas la filosofía crítica, como ya dijera Hegel,
en quien se refugian, cumple un oficio indispensable pero no suficiente.y sólo fragmentario,
en la república de las letras.
Explicación: