La actual composición étnica de la Argentina es, en orden cronológico, el resultado de la interacción de la población indígena-nativa precolombina con una población de colonizadores europeos ibéricos y con otra de origen africano-subsahariano, inmigrada forzosamente y esclavizada (que dio origen a la población afroargentina),1 todo en la época colonial y el primer siglo posterior al proceso de independencia iniciado en 1810.
A esta población, que formó la totalidad de la población Argentina hasta aproximadamente 1860, se le sumó el flujo proveniente de la gran ola de inmigración europeo/asiática, mayoritariamente italiana y española. Esta ola inmigratoria sucedió en la segunda mitad del siglo xix y la primera mitad del siglo xx,2 aunque la inmigración más importante, cuantitativamente hablando, se produjo entre 1880 y 1930.3
Desde mediados de siglo XX, la composición étnica estuvo influida por las grandes migraciones internas del campo a la ciudad, y del norte y el litoral hacia las grandes urbes del país. Finalmente el territorio argentino siempre recibió una considerable corriente migratoria procedente de países sudamericanos, destacándose principalmente las comunidades procedentes de Paraguay y Bolivia, y en menor medida de Chile, Uruguay, Perú, Colombia y Venezuela.
Como resultado de la continuidad de los pueblos originarios y los flujos inmigratorios, la población argentina cuenta con considerables comunidades organizadas a partir de sus pertenencias étnicas, entre ellas la qom, wichi, aimara, coya, mapuche, napolitana, calabresa, lombardesa, vasca, catalana, gallega, castellana, andaluza, francesa, alemana, árabe, ucraniana, croata, polaca, judía, armenia, chilena, uruguaya, inglesa, peruana, japonesa, china, coreana, entre otras.
Al igual que Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Brasil o Uruguay, Argentina se considera como un «país de inmigración», en el sentido del fuerte impacto que diversas corrientes migratorias han tenido sobre la composición étnica de la población.456
El mestizaje ha desempeñado un papel en la composición étnica de la población argentina. Las corrientes inmigratorias durante la época de la colonia y luego en la época de la gran inmigración ultramarina (1850-1930), estuvieron integradas mayoritariamente por varones solos que en varios casos se mestizaron en Argentina con mujeres indígenas o de origen africano o sus descendientes.78
Diversos estudios genéticos concuerdan en términos generales que la proporción del componente genético amerindio es considerable, así como el indicio cierto de aporte afro, de manera solo una minoría muy acotada posee una firma genética similar a la de un europeo nativo ancestral, habiendo por ende, un grueso poblacional cuya firma genética se corresponde con la mixtura latinoamericana en grados variables.910111213
El proceso de mestización registra una intensidad inusitada en Argentina, no solo con amplios intercambios sexuales entre las tres grandes ramas étnico-culturales (euroasiáticos, indígenas y africanos), sino también entre las decenas de etnias particulares que integran cada una de esas ramas (italianos, españoles, polacos, árabes, alemanes, irlandeses, franceses, rusos, turcos, ucranianos, británicos, suizos, galeses, croatas, neerlandeses, belgas, checos, libaneses, sirios, judíos, mapuches, diaguitas, collas, guaraníes, bantúes, yorubas, etc.). Territorialmente, la composición genética varía entre las distintas regiones, provincias y ciudades, influenciada en gran medida por las grandes migraciones internas del campo a la ciudad, del norte hacia la región pampeana y hacia la Patagonia desde el resto del país.
En el siglo XIX, Argentina estableció una política estatal de integración, intencionalmente orientada a diluir las identidades étnicas particulares. Este hecho ha sido denominado en la cultura nacional con el término «crisol de razas» (equivalente al melting pot «crisol de fundición» estadounidense) y ha sido sostenido de modo más o menos variable por los gobiernos sucesivos, las instituciones educativas y los medios de comunicación más influyentes.1415 Diversos estudiosos han cuestionado la visión tradicional del crisol de razas, considerándola un mito y poniendo de relieve la existencia de una gran brecha étnica y social entre descendientes de europeos y no europeos,16 en la que aparecen mecanismos de racismo y discriminación étnica, invisibilización y asimilación forzada, presentes en la sociedad argentina.
Respuesta:
La actual composición étnica de la Argentina es, en orden cronológico, el resultado de la interacción de la población indígena-nativa precolombina con una población de colonizadores europeos ibéricos y con otra de origen africano-subsahariano, inmigrada forzosamente y esclavizada (que dio origen a la población afroargentina),1 todo en la época colonial y el primer siglo posterior al proceso de independencia iniciado en 1810.
A esta población, que formó la totalidad de la población Argentina hasta aproximadamente 1860, se le sumó el flujo proveniente de la gran ola de inmigración europeo/asiática, mayoritariamente italiana y española. Esta ola inmigratoria sucedió en la segunda mitad del siglo xix y la primera mitad del siglo xx,2 aunque la inmigración más importante, cuantitativamente hablando, se produjo entre 1880 y 1930.3
Desde mediados de siglo XX, la composición étnica estuvo influida por las grandes migraciones internas del campo a la ciudad, y del norte y el litoral hacia las grandes urbes del país. Finalmente el territorio argentino siempre recibió una considerable corriente migratoria procedente de países sudamericanos, destacándose principalmente las comunidades procedentes de Paraguay y Bolivia, y en menor medida de Chile, Uruguay, Perú, Colombia y Venezuela.
Como resultado de la continuidad de los pueblos originarios y los flujos inmigratorios, la población argentina cuenta con considerables comunidades organizadas a partir de sus pertenencias étnicas, entre ellas la qom, wichi, aimara, coya, mapuche, napolitana, calabresa, lombardesa, vasca, catalana, gallega, castellana, andaluza, francesa, alemana, árabe, ucraniana, croata, polaca, judía, armenia, chilena, uruguaya, inglesa, peruana, japonesa, china, coreana, entre otras.
Al igual que Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Brasil o Uruguay, Argentina se considera como un «país de inmigración», en el sentido del fuerte impacto que diversas corrientes migratorias han tenido sobre la composición étnica de la población.456
El mestizaje ha desempeñado un papel en la composición étnica de la población argentina. Las corrientes inmigratorias durante la época de la colonia y luego en la época de la gran inmigración ultramarina (1850-1930), estuvieron integradas mayoritariamente por varones solos que en varios casos se mestizaron en Argentina con mujeres indígenas o de origen africano o sus descendientes.78
Diversos estudios genéticos concuerdan en términos generales que la proporción del componente genético amerindio es considerable, así como el indicio cierto de aporte afro, de manera solo una minoría muy acotada posee una firma genética similar a la de un europeo nativo ancestral, habiendo por ende, un grueso poblacional cuya firma genética se corresponde con la mixtura latinoamericana en grados variables.910111213
El proceso de mestización registra una intensidad inusitada en Argentina, no solo con amplios intercambios sexuales entre las tres grandes ramas étnico-culturales (euroasiáticos, indígenas y africanos), sino también entre las decenas de etnias particulares que integran cada una de esas ramas (italianos, españoles, polacos, árabes, alemanes, irlandeses, franceses, rusos, turcos, ucranianos, británicos, suizos, galeses, croatas, neerlandeses, belgas, checos, libaneses, sirios, judíos, mapuches, diaguitas, collas, guaraníes, bantúes, yorubas, etc.). Territorialmente, la composición genética varía entre las distintas regiones, provincias y ciudades, influenciada en gran medida por las grandes migraciones internas del campo a la ciudad, del norte hacia la región pampeana y hacia la Patagonia desde el resto del país.
En el siglo XIX, Argentina estableció una política estatal de integración, intencionalmente orientada a diluir las identidades étnicas particulares. Este hecho ha sido denominado en la cultura nacional con el término «crisol de razas» (equivalente al melting pot «crisol de fundición» estadounidense) y ha sido sostenido de modo más o menos variable por los gobiernos sucesivos, las instituciones educativas y los medios de comunicación más influyentes.1415 Diversos estudiosos han cuestionado la visión tradicional del crisol de razas, considerándola un mito y poniendo de relieve la existencia de una gran brecha étnica y social entre descendientes de europeos y no europeos,16 en la que aparecen mecanismos de racismo y discriminación étnica, invisibilización y asimilación forzada, presentes en la sociedad argentina.
Explicación: