El arte de la cartografía es muy antiguo. Los antiguos egipcios y babilonios hacían mapas y planos de los cuales han llegado hasta nosotros algunos fragmentos. Los griegos, que descubrieron la esfericidad de la Tierra, aplicaron las observaciones astronómicas al arte de la cartografía. En efecto, en el siglo III antes de nuestra era, Eratóstenes calculó la circunferencia de la Tierra con un grado de precisión no superado hasta tiempos muy recientes. En el siglo II de nuestra era, el griego Tolomeo, nacido en Egipto, fue autor de una serie de mapas que sirvieron de modelo durante más de mil años. Durante los siglos XIV, XV y XVI se elaboraron cartas de navegación, conocidas como cartas portulanas, que abarcaban el Mediterráneo y los mares vecinos. En el siglo XVI Mercator inventó la proyección conocida con su nombre, que es todavía de uso corriente especialmente en las cartas náuticas para las cuales esta proyección es conveniente, debido a que en el mapa el rumbo marcado por la brújula aparece como una línea recta. Los mapas de Mercator combinan también las coordenadas de latitud y longitud creadas por los antiguos griegos.
Puede considerarse que la línea divisoria entre la cartografía antigua y la moderna está trazada por tres grandes realizaciones, a saber: la triangulación de Francia, comenzada por Cassini de Thury en 1747 y terminada por el Gobierno de la Revolución Francesa; la primera triangulación exacta del Reino Unido hecha por William Roy, y el enlace por triangulación de los observatorios de Greenwich y París, realizado con el auspicio de la Royal Society de Gran Bretaña. La triangulación se convirtió así en la base de toda la cartografía moderna. Sólo con la introducción del Sistema de Posicionamiento Mundial (SPM) y el uso de satélites artificiales de la Tierra para establecer las posiciones de puntos en la superficie de la Tierra ha sido posible disponer de una alternativa importante a la triangulación.
Las técnicas de levantamiento catastral se basan en cinco principios fundamentales. El primero consiste en “trabajar del todo a las partes”, es decir establecer un marco inicial de puntos de control que a continuación se “desglosan” en redes más pequeñas con puntos más cercanos unos a otros. El segundo principio es el de coherencia, es decir que una vez establecida la red de orden superior, es posible trabajar con normas menos rigurosas en los órdenes inferiores sin afectar la precisión general del trabajo. No hay razón para trabajar con normas más elevadas, puesto que al conectar el trabajo posterior con el anterior, el trabajo de orden superior se mantiene fijo y, por consiguiente, el nuevo levantamiento no puede ser mejor que el control de orden superior. El tercer principio conexo es el de economía, es decir que como una mayor precisión resulta en general más costosa, el topógrafo no debe tratar de obtener una precisión mayor de la necesaria y suficiente para alcanzar el objetivo que se persigue. El cuarto principio consiste en efectuar, siempre que sea posible, una verificación independiente de los datos, por ejemplo, midiendo los tres ángulos de un triángulo aunque la medición del tercer ángulo sea innecesaria. De esta manera se logra establecer un control de calidad incorporado en el sistema. Por último, como cuestión de principio, en vista de que con el pasar del tiempo se producen cambios, es necesario establecer mecanismos para cerciorarse de que si se quiere seguir usándolo, el levantamiento ha de ser actualizado constantemente. Este último principio no se ha tenido debidamente en cuenta en gran parte de la cartografía mundial de hoy.
El arte de la cartografía es muy antiguo. Los antiguos egipcios y babilonios hacían mapas y planos de los cuales han llegado hasta nosotros algunos fragmentos. Los griegos, que descubrieron la esfericidad de la Tierra, aplicaron las observaciones astronómicas al arte de la cartografía. En efecto, en el siglo III antes de nuestra era, Eratóstenes calculó la circunferencia de la Tierra con un grado de precisión no superado hasta tiempos muy recientes. En el siglo II de nuestra era, el griego Tolomeo, nacido en Egipto, fue autor de una serie de mapas que sirvieron de modelo durante más de mil años. Durante los siglos XIV, XV y XVI se elaboraron cartas de navegación, conocidas como cartas portulanas, que abarcaban el Mediterráneo y los mares vecinos. En el siglo XVI Mercator inventó la proyección conocida con su nombre, que es todavía de uso corriente especialmente en las cartas náuticas para las cuales esta proyección es conveniente, debido a que en el mapa el rumbo marcado por la brújula aparece como una línea recta. Los mapas de Mercator combinan también las coordenadas de latitud y longitud creadas por los antiguos griegos.
Puede considerarse que la línea divisoria entre la cartografía antigua y la moderna está trazada por tres grandes realizaciones, a saber: la triangulación de Francia, comenzada por Cassini de Thury en 1747 y terminada por el Gobierno de la Revolución Francesa; la primera triangulación exacta del Reino Unido hecha por William Roy, y el enlace por triangulación de los observatorios de Greenwich y París, realizado con el auspicio de la Royal Society de Gran Bretaña. La triangulación se convirtió así en la base de toda la cartografía moderna. Sólo con la introducción del Sistema de Posicionamiento Mundial (SPM) y el uso de satélites artificiales de la Tierra para establecer las posiciones de puntos en la superficie de la Tierra ha sido posible disponer de una alternativa importante a la triangulación.
Las técnicas de levantamiento catastral se basan en cinco principios fundamentales. El primero consiste en “trabajar del todo a las partes”, es decir establecer un marco inicial de puntos de control que a continuación se “desglosan” en redes más pequeñas con puntos más cercanos unos a otros. El segundo principio es el de coherencia, es decir que una vez establecida la red de orden superior, es posible trabajar con normas menos rigurosas en los órdenes inferiores sin afectar la precisión general del trabajo. No hay razón para trabajar con normas más elevadas, puesto que al conectar el trabajo posterior con el anterior, el trabajo de orden superior se mantiene fijo y, por consiguiente, el nuevo levantamiento no puede ser mejor que el control de orden superior. El tercer principio conexo es el de economía, es decir que como una mayor precisión resulta en general más costosa, el topógrafo no debe tratar de obtener una precisión mayor de la necesaria y suficiente para alcanzar el objetivo que se persigue. El cuarto principio consiste en efectuar, siempre que sea posible, una verificación independiente de los datos, por ejemplo, midiendo los tres ángulos de un triángulo aunque la medición del tercer ángulo sea innecesaria. De esta manera se logra establecer un control de calidad incorporado en el sistema. Por último, como cuestión de principio, en vista de que con el pasar del tiempo se producen cambios, es necesario establecer mecanismos para cerciorarse de que si se quiere seguir usándolo, el levantamiento ha de ser actualizado constantemente. Este último principio no se ha tenido debidamente en cuenta en gran parte de la cartografía mundial de hoy.