na persona adulta suele miccionar entre una y ocho veces al día, desechando 1.500 mililitros de orina, que a lo largo de la vida suponen 39.000 litros. La composición de este líquido de desecho es agua en un 95 % y urea en un 2.5 %, más residuos diversos (sales minerales, hormonas y enzimas). Todo ello es posible gracias al incesante trabajo de los riñones que filtran 180 litros de líquido diariamente. Pero, aparte de este curioso apunte estadístico ¿qué tiene de especial este fluido?.
Un poco de historia
Aunque es considerado vulgarmente como un producto de desecho, la orina humana a lo largo de la historia ha tenido los usos más insospechados y variopintos: como insecticida, dentífrico, detergente, quitamanchas, prueba de embarazo, tratamiento de belleza, etc. En las antiguas Roma y Pompeya la orina de la población era recogida en unas tinajas distribuidas por las calles, para lavar la ropa. Por otro lado, en la Edad Media, era la forma más fiable de diagnosticar las enfermedades observando su color, y en China, las aguas menores se utilizaban con fines cosméticos. No obstante, el empleo más extendido y que ha perdurado hasta nuestros días ha sido como método de diagnóstico de nuestra salud física.
na persona adulta suele miccionar entre una y ocho veces al día, desechando 1.500 mililitros de orina, que a lo largo de la vida suponen 39.000 litros. La composición de este líquido de desecho es agua en un 95 % y urea en un 2.5 %, más residuos diversos (sales minerales, hormonas y enzimas). Todo ello es posible gracias al incesante trabajo de los riñones que filtran 180 litros de líquido diariamente. Pero, aparte de este curioso apunte estadístico ¿qué tiene de especial este fluido?.
Un poco de historia
Aunque es considerado vulgarmente como un producto de desecho, la orina humana a lo largo de la historia ha tenido los usos más insospechados y variopintos: como insecticida, dentífrico, detergente, quitamanchas, prueba de embarazo, tratamiento de belleza, etc. En las antiguas Roma y Pompeya la orina de la población era recogida en unas tinajas distribuidas por las calles, para lavar la ropa. Por otro lado, en la Edad Media, era la forma más fiable de diagnosticar las enfermedades observando su color, y en China, las aguas menores se utilizaban con fines cosméticos. No obstante, el empleo más extendido y que ha perdurado hasta nuestros días ha sido como método de diagnóstico de nuestra salud física.
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